Lila.

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Lila #2

Al día siguiente, el mediodía ya se sentía pese al sol ardiente que los helados de los niños que pasaban derretían. A pesar de esto, Lila usaba su usual suéter de lana del color de su nombre. Las personas creían que le gustaba darse a conocer antes de decir quién es, cómo un juego de palabras que te marea y te desarma para luego hacerte entender.

Lila fue en dirección al arbusto en dónde el día anterior se escondía su azabache amigo, temeroso sin razón. Pero al llegar al lugar, no vio deslumbrar entre las hojas ese verde inusual que caracterizaba los grandes ojos de su amigo sinigual.

- Azabache, ¿En dónde estás? No me dejes sola. He vuelto por ti como lo prometí ¿Y descubro que te fuiste así? No, debes estar por aquí.- Lila se puso a buscar esperando encontrar entre las hojas ese verde inusual.

Lila examinó de un lado a otro, marcando pasos de vals, buscando ya desesperada al gatito escurridizo y su miedo magistral. Ella pensaba que sería fácil, pues el azabache pareció confiar, pero en ese instante la única calidez que había en el aire era la de el Sol radiante...no de su amistad anhelante.

Triste fue a tomar uno de los helados que cerca vendían por ahí, esperando calmar su furor, su calor intenso y su vecino llanto que cuando llegaba desprolijaba su esplendor. Lila caminaba, cantando una canción que la reanimaba a no perder la ilusión, pues muchas veces le han dicho que con sueños volará pero que si cree en sus sueños grandes alas aparecerán para cumplir su irrealidad.

- arriba de los árboles más altos
duermo y pienso en ti.
Con las aves canto,
Canto melodías que derriten mi alma sin fin.
Cómo las que me dedicaste, amor
Con las que me enseñaste a hacer fuerte mi ilusión,
Con las que me levanto y escucho antes de dormir.- Cantaba Lila para darse ánimos de vivir.

Y como un fantasma (el más invisible de todos), estaba el azabache caminando al compás de la canción que se escuchaba a través del viento por ese viejo callejón. El gato observaba a Lila alejarse cada vez más, tratando de hacer algo para llamar su atención pero los intentos no salieron a la luz pues el gato se quedó quieto es la misma posición: temeroso del querer, temeroso del amor... O más bien, temeroso de su corazón porque él no le temía al cariño sino a que no fuese real, temía que todo fuese una farsa con la que él no podría vivir más. Así que se escondió por esta vez, se resguardó en su ser prometiéndose fortalecerse para no quedar inerte la próxima vez que escuchara el canto de Lila mientras de lila se vestía el atardecer.







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