Malo

165 39 4
                                    

Debe ser lento. Golpe izquierdo, golpe derecho, golpe izquierdo, golpe izquierdo, patada izquierda, nunca dejes que tu enemigo se acostumbre a tus movimientos, ataca de frente todo lo que puedas y retrocede, lanza un ataque de distancia rápido, el enemigo se acerca y... cae en la trampa. No ha resultado.

Yamato escapó de la zona de jutsus explosivos por muy poco. La chica de ojos claros se mostró un poco decepcionada. No es que hubiera querido que algo le pasara a Yamato, pero lo vio escapar tan hábilmente de su trampa que pensaba que ella jamás sobresaldría como kunoichi.

Hinata ya hiperventilaba agitadamente, había puesto una mano en su pecho con la esperanza de regularizar un poco su respiración. No se dio cuenta cómo, pero Yamato ya se encontraba frente a ella.

– ¿Quiere regresar a descansar, Hinata-sama?

Otra vez el Hinata-sama.

–Estoy bien –contestó con la mirada abajo, no se atrevía a enfrentarlo tan de cerca –. Puedo... seguir. –Era tan vergonzoso respirar tan agitado y escuchar que él estaba tan tranquilo.

–No la veo en condiciones de... –decía Yamato al mismo tiempo en que a Hinata le temblaron las piernas bruscamente por el cansancio y él tuvo que sostenerla con un abrazo. Ese contacto... se sentían tan tensos. Hinata se sostuvo del hombro de Yamato y más por fuerza de voluntad que por otra cosa, se puso de pie con algo de torpeza.

El ninja la observó, estaba muy roja y bajaba la mirada con vergüenza.

–Perdón. –habló ella con voz débil que apenas y Yamato pudo escuchar.

¿Pedía perdón por caerse? Vaya, Yamato sabía que Hiashi era un padre duro, pero no se imaginó que tanto como para hacer de Hinata una joven que pedía perdón por todo, que se avergonzaba hasta porque una mosca pasaba a un lado de ella.

–El entrenamiento de hoy ha sido muy divertido. –sonrió el ninja con alegría. De verdad así lo sentía, disfrutaba mucho pasar el tiempo entrenando a Hinata.

La joven vio a su guardián tan contento que no pudo evitar sonreírle también, aunque de una manera dulce. Unos segundos después Hinata se dio un golpe mental, tal vez estaría siendo muy atrevida con Yamato, mira que sonreírle tan abiertamente que hasta él lucio algo sorprendido. ¿Pero cómo evitarlo? Él había dicho que el entrenamiento había sido divertido y ella pensaba lo mismo, a fin de cuentas, había sido un momento que solo pertenecía a Yamato y a ella, por siempre, y quería que así fuera por mucho tiempo.

–Hay que ir a casa –dijo Yamato –. Ya es tarde.

–Hai.

Había sido el tercer día de entrenamiento. Mientras caminaba a su casa de regreso custodiada secretamente por Yamato, sentía que con cada paso que daba le dolían las piernas y los pies, bueno, todo el cuerpo, pero le gustaba ese dolor, no porque fuera masoquista ni nada de eso, sino porque era el significado de que se estaba esforzando, de que se haría fuerte, aunque fuera poco a poco, y todo gracias a Yamato.

En el camino, Hinata se torturaba a sí misma con sus propios pensamientos. Yamato era un hombre bueno, mayor que ella, pero un buen shinobi al final. Y sí, le gustaba, antes de saber que fuera su guardián le gustaba solo porque sí, pero desde que había comenzado a convivir con él todo era diferente, le gustaba aún más. Le avergonzaba demasiado pensar aquello, analizarlo. No quería llegar a aburrir a Yamato con su vida tan monótona, no quería que él se alejara de ella... nunca. ¿Eso estaba bien? ¿Eso era normal cuando a una persona le gustaba otra? Hinata se asustaba de sus propios pensamientos. Sabía que los años pasaban rápido y por ende, o su padre la casaba con alguien a la fuerza o se quedaba soltera viendo a Yamato con una esposa. Prefería trabajar en el presente, aun no estaba tan decidida, pero los cimientos se estaban dando.

Hinata quería a Yamato para ella.

–¿Dónde estaban? –Los recibió Hiashi en la entrada de la mansión con una expresión fría –. Un miembro del clan me ha dicho que los ha visto entrenando, ¿es eso cierto, Hinata?

La joven kunoichi se delató antes de siquiera hablar, lucia tan asustada ante la presencia de su padre.

–Ve adentro, Hinata.

–Pero... –se atrevió a decir ella.

–¡Que vayas adentro! –gritó enojado y con voz autoritaria.

Hinata caminó pasando por un lado de su padre y miro atrás con preocupación, Yamato le asintió con la cabeza indicándole que le hiciera caso a su padre.

–¿Para qué te contrate? –le preguntó Hiashi.

Yamato ya sabía a donde iría esto, entonces, porqué acepto entrenar a Hinata si sabía que eso...

–¡Te contrate para que la cuidaras! Que haces tú, inmundo ninja, entrenando a alguien del clan Hyuuga? –Su rostro tenía el ceño fruncido despectivamente.

–Yo solo trataba de ayudarla.

–Si no sabes obedecer órdenes de tu superior, entonces no sé cómo has llegado a ser ninja. Que decepción me he llevado de ti, Yamato. No eres apto para cuidar de Hinata.

...pondría en peligro sus días con ella.

Hinata estaba en las escaleras que llevaban al segundo piso, a su habitación. No había querido subirlas, su padre se veía tan enojado, no quería que Yamato fuera a ser lastimado por su padre, él no.

Escuchó cuando Hiashi azotó la puerta de entrada de la mansión y apareció su padre por las escaleras. Lo observó con miedo y él se dirigió a ella.

–Tendrás un nuevo guardián, quédate en casa mientras elijo a alguno, ¿eso si lo puedes hacer bien o no? –Su voz fría y sus ojos de depredador hicieron que ella desviara la vista.

¿Porque las cosas nunca resultaban como ella quería? Tenía una esperanza y alguien venía y le cortaba las alas a ese sueño.

¿Yamato la olvidaría ahora? Después de todo, ya no estaba atado a ella.

Solo sabía una cosa, sentía que su pecho ardía con fuerza, como si le hubieran clavado un kunai en el corazón. Las lágrimas de sus ojos empezaron a salir una detrás de otra con rapidez. Apretó los puños con fuerza, sentía tanta impotencia. No quería aceptarlo porque era un sentimiento negativo pero... como odiaba a su padre.

El guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora