Un lazo frágil

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A Hinata Hyuga le gustaba alguien. No, no se trataba del típico rubio que todos en Konoha pensaban, por él ya solo sentía admiración. Por muchos años temió no poder olvidar a Naruto, ya que ningún otro chico le llamaba la atención. Kiba le presentaba amigos, pero todo terminaba siendo un fracaso. Esa desesperación por querer superar a alguien y no poder. Hasta que un día de pronto vio pasar a un ninja caminando tranquilamente. Se trataba de un castaño de piel blanca, de grandes ojos negros.

Lo que le llamó la atención de él fue que iba pasando por un árbol de cerezos y Yamato se agachó para recoger una flor. Se quedó un rato mirándola, perdido en sus pensamientos que no parecían ser muy alentadores. Había cierta melancolía en su rostro.

Yamato-taicho, recordó Hinata. Un ninja reconocido, anteriormente ANBU. Se había encargado del equipo 7 cuando Kakashi-sensei se había lesionado.

Aquél hombre le gustó en ese momento. Se quedó sorprendida de su descubrimiento.

Una señal de empezar a superar a alguien era cuando ya no era el único que te gustaba. Sin embargo, Hinata frunció el ceño levemente, inconforme.

La joven Hinata lo vio como la estrella de la noche que no podía alcanzar, como el sol naciente que no puede tocar, por que vivían en una sociedad demasiado reglamentaria, y por si fuera poco, ella era la heredera Hyuga y debía cuidarse de ser víctima del chisme más diminuto. "El apellido, Hinata, el apellido" le repetía su padre constantemente.

Caminaba al lado de su guardián. Ya era costumbre salir siempre de paseo, aunque recorrieran las mismas calles, aunque todo siguiera igual; tornándose aburrido.

Mientras pasaban al lado de tantas personas, los rumores se repetían una y otra vez. La débil Hinata corría el peligro de ser des-heredada.

Yamato se sentía incómodo al tener que escuchar eso con su protegida a un lado, aunque ella parecía inmersa en sus pensamientos, como si no escuchara esas palabras hirientes, pues hasta al mismo Yamato le dolía escuchar aquello.

Se trata de un castaño de piel blanca, de grandes ojos negros

Se trata de un castaño de piel blanca, de grandes ojos negros

–¿No hará nada? –se atrevió a preguntar el guardián.

–¿Sobre qué? –respondió ella casi de manera ausente, sin despegar su vista de aquel punto imaginario que llevaba viendo todo el camino.

Él no quiso seguir la conversación, sabía que no llevaría a nada. Hinata había estado como perdida en sus pensamientos los últimos tres días.

Por la misma calle que transitaban ellos, pasaron Naruto y Sakura muy juntos; tal vez demasiado, riendo como dos tórtolos sin remedio. Yamato se preocupó nuevamente.

–¿No hará nada? –Intentó el guardián otra vez. Hinata detuvo su caminar y volteó hacia Yamato. Lo observó con un poco de seriedad y confusión. Después volvió a caminar a paso lento, sin responder. Su comportamiento es demasiado extraño, Yamato no sabía a donde llevaría todo esto, pero siguió caminando junto a ella.

Llegaron a la entrada de un campo de entrenamiento. Hinata vio aquel lugar con nostalgia, recordando sus días de acción junto a Kurenai-sensei, Shino, Kiba y el buen Akamaru. Sonrió levemente ante el recuerdo. Los días de genin siempre fueron sus favoritos.

"No sé cómo voy a lograrlo, no sé cómo resolver mis propios problemas, lo único que se hacer es mirar hacia adelante. Quiero dejarlo todo atrás, concentrarme en mi misma, ser fuerte, ser reconocida, ser respetada..." inconscientemente una imagen se coló por su mente; Naruto riendo a carcajadas, recordando su característica frase de querer ser Hokage. "Pero no puedo sola...", regreso a la realidad.

–Necesito que me ayude. –Pidió Hinata con un poco de vergüenza, sorprendiendo a Yamato.

–Yo sigo sus órdenes, Hinata-sama. –declaro el jounin con voz firme.

–Quiero entrenar.

–¿Entrenar? –repitió él. Hinata trato de adivinar lo que le diría. En primera, obviamente que ella era una chica, segundo, que no había sido contratado para andarla golpeando, sino para protegerla, en tercero, si Yamato se atrevía a ser franco, le diría que ella era débil. –Pues... solo espero que su padre no me mate. Andando. –le dijo amablemente. Hinata agrando su mirada, no se esperaba eso.

–¿Enserio? ¿Me ayudará? –No podía creerlo aún, después de todo, era normal que se sorprendiera cuando la mayoría de las personas -si no es que todas- se la pasaban cuidándola del mínimo golpe que pudiera sufrir.

–Claro, ¿por qué no? –sonrió de medio lado.

Hinata se le quedo viendo como si él fuera un superhéroe y sintió que tal vez Yamato no era tan inalcanzable como creía. Tal vez él nunca se fijaría en ella, después de todo era una jovencita muy torpe, sobre todo jovencita, y el era un ninja experimentado mucho más fuerte que ella, mejor que ella, pero al menos sentía que un frágil lazo; demasiado pequeño aún para considerarse un lazo, se estaba formando entre ellos dos.

Era amistad.

El guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora