Introducción

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24 diciembre, 2017

—¡Isabella baja ya, llegaremos tarde! —Escucho el alza de voz de mi madre.

Termino de acomodar mis pendientes de perla en cada lóbulo para luego, tomar mi abrigo y dirigirme hacia las escaleras en donde puedo notar perfectamente en el primer piso, a dos seres llenos de impaciencia y con rasgos similares a los míos.

—Ya estoy lista ¿Porqué el apuro? —Oliver «Mi gruñón, diligente y mal sufrido padre» besa mi frente después de haber rodado los ojos ante mi comentario. —Supongo que hoy combinamos madre. —Con la palma diestra tacto mi ondulada y esponjosa melena haciendo alusión a mi comentario.

Con mi madre nos mantenemos al pie de la vanguardia cada que hablamos de estilo, pero sin dejar de lado nuestro toque noventero. 

Me encanta.

—Te ves preciosa cariño.

—Igual tú. —Él único hombre presente carraspea. —Igual ustedes, ambos se ven bastante elegantes y bellos. —Mi padre solo niega con su juicio mientras sonríe.

Subimos al automóvil, el cual ya se encuentra encendido y a la espera de llevar nuestros blancos y americanos traseros a una gran velada en la mansión de la Señora Haneul, directora del bachillerato donde estudio.

Es una fiesta exclusiva para los apoderados y alumnos del establecimiento, por ende, estará repleto de gente adinerada.

No hay necesidad de negarlo, también nos incluimos en esa etiqueta.

Disfrutaremos de una exquisita y refinada cena de nochebuena. Y quizá sí, se supone que ahora deberíamos estar en familia junto a mis abuelos y tíos, pero aquella junta la dejaremos para mañana veinticinco.

De todas formas, con mi círculo sanguíneo ya hemos gozado de nuestra celebración de completa gratitud y respeto, y con esto me refiero a Acción de Gracias y el Chuseok «que es prácticamente lo mismo, pero hace alusión a las usanzas coreanas».

Esta última, es una costumbre que hemos adoptado gracias a Eunjin «nuestra ama de llaves» y la festejamos los días quince del octavo mes en el calendario lunar. La acompañamos al pueblo donde residen sus padres, preparan comida deliciosa como agradecimiento a sus ancestros, y luego de eso, nos deleitamos con su don gastronómico. ¿Que puedo decir? Me desvivo por los songpyon que ellos preparan.

Cabe recalcar, que navidad es una fecha que como familia la hemos reservado para el intercambio de obsequios, lo normal, avalando el consumismo.

—¿Con quién te mensajeas tanto? —Pregunta mi padre.

—Recién he tomado el celular. —Alza las cejas esperando una explicación. —Con Choi, ya llegó a la casa de los Lee. —Menciono y en breve observo el críptico y ennegrecido cielo.

Es veinticuatro de diciembre en Corea del Sur, y sigo esperando que las calles se conviertan en un albino campo de pequeños cristales de hielo indefensos, pero lo único que hemos recibido es un mal reemplazo llamado aguanieve y no hace más que aferrarse con rebeldía a las iluminadas alamedas asiaticas.

Después de unos largos minutos en el cálido refugio con ruedas, nuestros pies nos encaminan a ritmo tranquilo sobre el grisáceo suelo de mármol reflejando a todo aquel que se atreve a pisarlo.

Está tan limpio que temo mostrar demás en cada paso que doy.

Puedo oler el clasismo y la altanería, pero no influye en nosotros los Waldorf. Escuchamos y asentimos, más no nos interesa otro asunto que no sea laboral, o al menos eso he oído decir a mi padre.

El frenesí de Isabella [Saga: Amor y Aflicción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora