III

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Alba

Desperté atada a una silla de madera oscura en una habitación donde todo lo demás era blanco. Desde las paredes hasta los propios muebles.

Habían varias sillas echas de piel blanca alrededor mío, todas manchadas de algo rojo. Solo había una ventana que quedaba frente a mí. Me hallaba de espaldas a la puerta, así que no pude ver a la persona que entró al cuarto cerrando la puerta detrás de él. Sentí varios pasos, lo que significaba que no era uno, sino varios. Alguien se detuvo detrás de mí y tomó un mechón de mi pelo para llevarlo a su rostro.

—Huele bien—, comentó una voz lo suficiente madura como para tratarse de alguien que se hallará entre los veintitantos años— huele tan bien como su amiga.

—Déjala tranquila Areu—. Dijo alguien más.

Uno de ellos caminó hasta quedar frente a mí. Traía su cabello castaño revuelto. Sus ojos verdes brillaban con la luz que entraba por la ventana detrás de él provocando que el chico se viera atractivo. Su nariz respingada estaba rodeada por algunas pecas y sus labios carnosos tenían un tono rojizo que les hacía verse apetitoso. Vestía un pantalón azul marino y una camisa blanca que dejaba sus anchos hombros al descubierto.

—Así que tú eres Alba—. Mencionó este— Tú amiga no ha parado de preguntar por ti.

—¿ Ustedes tienen a Rose?— pregunté y el castaño acercó su rostro a mí.

—Tienes una voz angelical—, dijo rozando mi mejilla con su pulgar— tan hermosa que se podría confundir con el canto de las sirenas.

— No has respondido a mi pregunta—. Dije con voz demandante y el que estaba detrás de mí comenzó a reírse.

—Trata de ser demandante, pero su voz solo causa ternura—. Se acercó a su amigo dejándome verle la cara.

Tenía ojos café que se veía muy bien con su cabello negro en el que destacaban varios mechones rojos que bien podían hacer ver su cabello más rojo que negro. Su piel blanca estaba adornada por pequeños, pero notables lunares visibles en zonas como debajo de su labio, encima de su nariz y a un lado de la cara, cerca del ojo izquierdo. Su cuerpo se veía en muy buena forma, al parecer le dedicaba horas al ejercicio.

— ¿Ya despertó?— preguntó una voz que yo creí reconocer.

— Acaba de hacerlo—, dijo el castaño— ¿Aiker ya llegó?

— No—, dijo la voz conocida mostrándose ante mí— dice que viene de camino.

Ahora que no estaba lleno de sangre podía divisarlo mejor. Su cabello negro caía por su frente provocando que sus ojos grises se vieran más profundos de lo normal. Llevaba puesto un suéter blanco y un pantalón negro. Ya no parecía un asesino, ahora se veía más como uno de mis compañeros de clases. Pude notar que también tenía varios lunares tanto en su rostro como en el cuello y desprendía ese aire de chico raro pero sexy.

— Creo que le está dando demasiados tratos a esa mocosa—. Habló el chico que estaba con el pelinegro en el bosque mientras se acercaba a la ventana de la habitación.

—Déjalo—, le reclamó el pelirrojo sonriendo— hacía siglos que no se le veía tan feliz.

Yo escuchaba todo sin hablar. Estas personas hablaban y se mostraban con confianza delante de mis narices, como si no les importara que yo supiera sus identidades. Eso sólo significaba una cosa: " no me iban a dejar marchar ". Comencé a sentir la respiración pesada. Mi corazón latía apresuradamente. No iba a salir de aquí, estas personas me tenían secuestrada y no me iban a dejar ir. Me pareció escuchar a alguien decir algo que no logré entender. Pronto tomaron mí rostro y lo levantaron, pero no podía ver nada más aparte de la luz que entraba por la ventana frente a mí. Mis ojos comenzaron a pesarme y pronto perdí la consciencia.

Cuando desperté, me encontraba en un lugar diferente al que estaba antes. Esto se veía más decente que aquella habitación parecida a un manicomio; tal vez era por el echo de que ahora me hallaba en una habitación de verdad, con cama, muebles y cómodas.

Traté de levantarme de la cama solo para darme cuenta de que tenía unas cadenas aferrándose a mi tobillo derecho.

— Mierda—. Me quejé al ver que mi pierna estaba roja por la fuerza que está ejercía en mí e hinchada debido a aquella caída en el bosque.

—Despertaste —. Habló alguien detrás de mí y yo me giré para ver a un ser que representaba la definición de perfección.

Estaba sentado en el marco de la ventana que se hallaba abierta dejando entrar el frío que avisaba que pronto comenzaría a nevar. Su cabello rubio brillaba con la luz del Sol provocando que pareciera oro. Sus ojos azules como el hielo desprendían una intensidad a la que ningún ser humano se podría someter. Su nariz perfectamente perfilada hacía juego con esos labios que formaban un elegante corazón. Su piel era blanca, provocando que sus venas se le marcarán por toda su geografía. Su cara debió ser creada por los mismos dioses del Olimpo por lo bien perfilada que se hallaba. Este hombre era capaz de voltear a cualquier hétero y hasta provocar que las monjas pecaran ante su Dios.

—¿ Qu-que dijiste?— traté de no demostrar mi nerviosismo al estar frente a un demonio de la lujuria.

— ¡Oh no!, Tranquila — dijo este con sarcasmo— puedes terminar de comerme con la mirada, yo tengo todo el día—. Seguí y observé sus manos grandes y esos dedos larg... Espera, ¿Qué?

— ¿Quién eres tú?— pregunté a ese bombom, roja de la vergüenza— ¿Qué te hace pensar que te estaba observando?

—Realmente no tengo tiempo para esto— dijo levantándose del marco de la ventana— Alba, ¿Por qué tuviste que venir ?— dijo acercándose a mi— ahora no podrás volver a casa—. El nerviosismo debió notarse en mi rostro. Traté de alejarme, pero la cadena me lo impedía.

—No le diré a nadie—, dije haciendo que se detuviera ante mis palabras.

—Eso ya lo sé—, dijo y logró tranquilizarme— no puedes decir nada si no sales de aquí—. Volvió a caminar y yo me subí a la cama tratando de alejarme de él, pero un jalón a mi cadena me hizo quedar frente a él borrando el color de mi cara.

Estaba cerca, muy cerca y su mirada comenzaba a provocar sentimientos en mi que nunca antes había sentido.

—¿Estas nerviosa, Alba?— preguntó con voz serena y mi piel se erizó al sentir el roce de sus dedos sobre mis hombros.

— ¿Donde esta Rose ?— pregunté cambiando la mirada y fijándola en un punto x del suelo.

—Ella está bien—, se alejó de mi acercándose a la puerta— si te portas bien puede que la deje venir a visitarte— abrió la puerta para irse, no sin antes recalcar—si te portas bien—. Y cerró la puerta.

¿Qué carajos había pasado?

Dacian

Estaba ayudando a Rose en la cocina mientras Aiker hablaba con su amiga. Después de lo que pasó en el bosque tuvimos que llevarnos a Rose y dejar a Alba. Sabíamos que las cosas se nos habían complicado, pues la conexión entre ellas dos era demasiada como para lograr que su amiga la borrara de la mente y lo confirmo el que Alba no dejara de preguntar por ella.

—¿ Qué va a pasar con Alba?— preguntó Rose preocupada.

—Ya no puede volver al pueblo—. Le dije mientras picaba la carne que habíamos encargado.

Areu y Dasher se encargaron de llevar la carreta de vuelta al pueblo y lograr que todos se olvidaran también de Alba. Ya lo habíamos echo anteriormente, aunque nos había tomado toda la noche para lograrlo.

—¿Eso que significa?— volvió a preguntar.

— Significa, mi querida Rose—, dije — que tendremos que acabar con su vida—. Encajé el cuchillo en el muslo del pollo y vi a la chica palidecer.

— ¿ Matar? — fue lo único que logró articular y yo reí ante su reacción.

— Solo bromeaba—, dije volviendo a picar la carne— ella se quedará también a vivir con nosotros. Logré ver la calma en su mirada. Esa chica era hermosa, aunque no era de mi tipo.

La Sed De Los Vampiros [#1: Páramo] [Sin Corregir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora