○ ✬『 Cɑpítʋlσ 𝟾 』 ✬ ○

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Ryeo Wook se quedó mirando la nota ahora arrugada y gastada en su lugar permanente, la palma de su mano, durante los últimos tres días. Le alisó los bordes y dejó que su mirada viajara sobre la tinta.

Wookie, Te amo. Dios, quiero muchísimo verte, pero entiendo por qué no quieres verme. Esperaré. No importa cuánto tiempo tome. Voy a estar aquí cuando estés listo para ir a casa. Cuida de ti mismo y nuestro bebé.

Ye Sung.

Una y otra vez leía esas palabras, envolviéndolo. Nunca se había sentido tan solo en su vida, y sin embargo sabía que estaban justo afuera. Las enfermeras le habían dicho que habían venido todos los días y sólo se sentaban. Esperando.

Alisó la mano sobre su vientre, teniendo cuidado con las incisiones en curación. El médico le había asegurado que todo parecía ir muy bien con su embarazo, pero un persistente temor se apoderó de él. No tenía palabras para el terror que sentía al despertar en una cama extraña, débil, drogado enmascarando el dolor en su abdomen, y la idea de que en un momento terrible, su niño le había sido arrebatado.

Consciente de la prevención del médico acerca de enojarse, templó sus pensamientos y se centró en imágenes más suaves. No, él no se permitiría arriesgar a su hijo por molestarse. Ellos ya habían ido demasiado lejos. Su amor. Sus esperanzas. Su felicidad. No lo harían tener un arrebato. Sin emoción. Sin dolor. Estaba más allá de mendigar por algo que ellos no le podían dar.

Levantó la vista cuando se abrió la puerta, casi temeroso de que Kyu Hyun y Ye Sung no tuviesen en cuenta sus deseos y entraran. El alivio llegó rápidamente cuando vio a la enfermera entrar.

—El médico dice que usted puede ir a casa hoy. ¿Está listo para eso?— Preguntó ella en voz baja.

Ryeo Wook contuvo el aliento. ¿Lo estaba? Sabía que tenía que enfrentarse a ellos cuando fuera dado de alta. No tenía otro lugar donde ir y no podría hacerlo incluso si tratara. Le gustase o no, iba a tener que permitirles llevarla a su casa y cuidar de él hasta que estuviera completamente bien. Poco a poco, asintió con la cabeza. La enfermera le apretó la mano para reconfortarlo.

—Su obstetra vendrá a verlo una vez más antes de que se vaya. Querrá verlo regularmente en las próximas semanas para monitorear el progreso del bebé. Va a tener un seguimiento con su cirujano dentro de dos semanas. Mientras tanto, usted deberá descansar plenamente, beber mucho líquido, comer y tomar las cosas con calma. Sin estrés.

Sin estrés. Él era una gran bola de estrés, incluso si estaba trabajando muy duro para irradiar calma.

—Está bien, entonces, le voy a sacar su intravenosa y le ayudaré a ducharse si quiere, o puede esperar hasta llegar a casa. Totalmente su decisión. Después de que su ginecólogo le vea, voy a estar de regreso para darle los papeles y las recetas; luego es libre de irse.

—Gracias— dijo Ryeo Wook.

—De nada— dijo la enfermera con una sonrisa. —Ahora, vamos a ayudarle a prepararse para irse, ¿no?

*****

Ye Sung se paseaba en el pasillo mientras esperaba salir a Ryeo Wook. La enfermera había llevado una silla de ruedas a su habitación hacía quince minutos, y todavía Kyu Hyun y él estaban esperando.

Kyu Hyun no estaba en mejor situación que él. Se puso de pie frente a la puerta de Ryeo Wook, su postura tensa, con expectación. Entonces se abrió la puerta y la enfermera se retiró de la sala, tirando de Ryeo Wook en la silla de ruedas. Cuando se dio la vuelta en torno, girando a Ryeo Wook, la respiración de Ye Sung salió de su pecho.

La tercera rueda se revelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora