○ ✬『 Cɑpítʋlσ 𝟸 』 ✬ ○

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Playa Jungmun.

Kyu Hyun observó cómo su esposo giraba al ritmo de la música. Antorchas encendidas acordonaban la franja de arena en una pista de baile. Sus llamas parpadeaban y formaban sombras que bailaban al compás de la multitud de fiesteros con poca ropa.

Maldita sea, estaba cansado, fatigado del vuelo, no había dormido en tres días, y ahora su esposo, su hombre, maldita sea, estaba contoneándose dentro y fuera de su línea de visión, hombres desconocidos lo tocaban, lujuriosos tras él.

Parecía una ninfa del mar, su cabello rebotaba sobre su frente. Ni siquiera podía recordar la última vez que lo había visto tan largo. Su usualmente pálida piel resplandecía de oro a la luz de las antorchas. Y su bañador. ¿De dónde carajos había sacado esos diminutos restos de material aparentemente pegados a las partes estratégicas de su cuerpo?

Los globos de su culo rebotaban provocativos, la pieza de su traje de baño apenas cubría la curva de las nalgas. Su polla apretó y creció con el recuerdo de su maldito estrecho culo. Un recuerdo lejano, ya que no habían tenido sexo en meses.

Cuando levantaba los brazos, su pecho y abdomen se estiraban provocativamente. Sus manos le picaban imaginando tirando y frotando sus pezones. Él brillaba. Su sonrisa iluminaba la noche.

En ese momento, le llamó la atención el hecho de que no había visto su sonrisa, no lo había visto tan feliz desde hacía meses.

Una incómoda tensión se plantó en su estómago. ¿La había hecho tan infeliz? ¿Estaba Hye Sung en lo cierto? ¿Estaba en peligro de perderlo?

Él te dejó, idiota. Sin decir una palabra. Sin una nota. Sin ninguna llamada telefónica. Tomó las vacaciones a las que le prometiste llevarlo. ¿Qué te piensas?

Sí, él lo iba a perder.

Su mano temblaba mientras la levantaba para frotarse la parte posterior de su cuello.

No, no lo iba a perder. No sin una maldita lucha.

Ryeo Wook sonrió y se rió, entonces levantó las manos sobre su cabeza y se balanceó al ritmo frenético. La arena volaba bajo sus pies, y la brisa fresca del océano susurraba a través de su rostro. Cuerpos brillaban dentro y fuera de su visión en difuminados colores. Ryeo Wook cerró los ojos y aspiró el aire salado. Por espacio de unos minutos, alejó su tristeza. Estaba aquí para pasarla bien. Un nuevo comienzo.

Bailaba cerca de la marea, y cuando llegó el perímetro de la multitud, se deslizó a caminar por la playa. Las olas llegaron a sus pies, y juguetonamente esquivó el agua espumosa hasta que finalmente permitió que le lavara sobre sus tobillos. Cuando había caminado lo suficiente para que el sonido de las olas ahogara la música a lo lejos, se detuvo y se quedó admirando el horizonte.

Un manto de estrellas se colgaba sobre el agua, brillantes diamantes que chispeaban contra el negro.

—Hermoso, ¿no es así?

Giró, en shock al ver a Kyu Hyun de pie, con las manos metidas en los bolsillos. Parecía como si él no se hubiera duchado, afeitado o cambiado en una semana. Pantalón arrugado, camisa desaliñada. Ropa de trabajo.

Finalmente cerró la boca y trató de controlar el temblor de sus músculos.

—¿Qué estás haciendo aquí?— Exigió. Kyu Hyun se acercó hasta que él pudo ver la ira delineada en su rostro. La luna iluminaba un claro sobre ambos, y él retrocedió vacilantemente lejos, deteniéndose hasta que los tobillos se hundieron en el oleaje. Sus dedos se cerraron alrededor de su brazo y lo atrajo hacia adelante hasta que estuvo fuera del agua.

La tercera rueda se revelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora