8. Lo Mal Que Estoy...

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AN: buenas noticias!!! recuperé mi antiguo trabajo, pero lo malo es que no he tenido tanto tiempo, pero aquí está el nuevo capítulo. Se dividió en dos porque estaba largo, espero les guste, el domingo publicaré la siguiente parte 

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La primera vez que Amity llevó a Luz a su nuevo hogar, ese pequeño e incómodo departamento casi a las afueras de Huesosburgo, sintió por primera vez lo que los humanos llamaban "mariposas en el estómago". No la sensación de ansiedad que antes la llenaba cada que hablaba con Luz, sino un nerviosismo causado por la emoción de por fin estar en paz con la vida.

Por primera vez estaba pasando tiempo con su amada novia en un lugar ajeno a los escrutinios de su madre, finalmente libre de cualquier temor que Odalia Blight pudiera ocasionar en ella. Podía ser ella misma, dejar atrás ese pasado oscuro en que obedecía sus mandatos de actuar como una bruja correcta y comenzar a vivir su vida como ella quisiese, sin tener que rendirle cuentas a nadie.

Pero todo había cambiado, desde su enfrentamiento con Hunter donde había averiguado la verdad sobre su relación con Luz y lo que su novia había hecho, Amity no podía evitar tener ese sentimiento de melancolía y pesar que la envolvía cada que observaba los recuerdos de esa humana en su magra habitación. Mirar a su alrededor, las amargas memorias que cada pequeña fracción de la huella que Luz había dejado atrás, solo la llenaban de una sensación de tristeza que se negaba a aceptar, prefiriendo ahogarse en la rabia que envenenaba su corazón.

Posó sus ojos sobre la pequeña corona del Grom que estaba sobre su tocador, aquella que se había ganado a pulso al enfrentarse y derrotar a sus infantiles temores durante esa noche que antes había considerado mágica y que ahora solo le provocaba nauseas, y sin pensarlo demasiado, la sujetó con sus manos temblorosas y la estrelló contra la pared, destrozándola en docenas de pequeños pedazos.

El estruendo resonó por toda su habitación, haciendo vibrar los vidrios, como si estos temblaran de miedo ante la furia de la joven bruja. Incluso Ghost, que sabía bien que su dueña nunca haría algo para lastimarla, se sobresaltó y ocultó bajo la cama, con cuidado de no ser vista. Amity se quedó en silencio por unos segundos, observando aquellos pequeños fragmentos de cristal de la corona que brillaban como estrellas en el cielo nocturno, para luego derrumbarse sobre su cama, mirando fijamente al techo.

Amity no quería dejar ese enojo, sabía que tan pronto como dejase de odiar a Hunter y a Luz, una enorme tristeza se abriría paso y temía el no poder salir de ese agujero sin fondo al que estaba condenada a entrar. Era mejor pudrirse en rencor y desprecio que hacerlo en pesar y dolor. La mantenía activa y le permitía, aunque de manera irracional y sin tomar en cuenta las consecuencias, reflexionar en lo que debía hacer a futuro.

Estaba sorprendida de lo sencillo que era pensar sobre lo ocurrido. Alguna vez, durante los episodios más deprimentes de la época en que vivió como exiliada en la Tierra, se había puesto a pensar en lo que ocurriría si Luz terminaba su relación con ella. Demasiadas dudas y temores inundaban su joven cabeza, gustando de torturarse a sí misma con esa clase de situaciones hipotéticas. En ese entonces tenía a esa humana junto a ella, haciendo promesas vacías sobre estar juntas para siempre, únicamente ellas dos contra el mundo.

Amity suponía, en caso de que ese evento increíblemente improbable ocurriese, que ella se derrumbaría por completo. No podía imaginar vivir en un mundo donde Luz y ella no fuesen una sola. Pensaba que pasarían días, semanas y meses hasta recuperar el ánimo necesario para siquiera poder levantarse de la cama. Y solo entonces podría comenzar a asimilar lo ocurrido.

Pero la realidad, de lo que había tomado lugar con Hunter la noche anterior, la había decepcionado tanto como Luz lo había hecho. No se sentía tan deprimida como había esperado, ni con ese sopor que pensó no la dejaría moverse ni un centímetro antes de sentirse agotada y tirada en la cama.

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