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—¿Se puede pedir solo albóndigas?

La mesera lo miró confundida.

—¿Cómo? ¿Sin los fideos, señor?

Nash asintió, ofreciéndole una sonrisa que la tenía embobada.

—Por supuesto, señor.

Efectivamente, Xavier y Darya eligieron pasta, pero Nash recibió un plato lleno de albóndigas —más de las que se solían servirse con los fideos— y salsa. El plato incluso estaba decorado con una hoja de albahaca. Nash comenzó a devorarlas de una forma discreta pero muy rápida. Se veía feliz.

—Me gusta este restaurante. Tenemos que volver...

Dejó la frase en el aire, como si hubiera el resto de la idea hubiera sido repentinamente borrado de su mente. Se quedó con la vista fija en una pareja que acababa de entrar, olvidándose de las personas que estaban en su propia mesa.

—Ey, Nash —Xavier casi tuvo que chasquear los dedos delante de su cara—. Amigo, ¿estás bien?

—Sí, sí —asintió, aunque se notaba que no estaba prestando mucha atención—. Voy al baño. Sigan comiendo.

Darya lo siguió con la mirada, sin dejar de comer sus fideos, mientras él se levantaba y avanzaba hacia el otro lado del restaurante. Lo perdieron de vista cuando dobló hacia la zona de los baños. Unos segundos después, la pareja que acababa de entrar se retiró del lugar, apresurada.

—¿Viste eso? —Darya dejó el tenedor—. Xavier ¿lo viste?

Su amigo limpiaba la salsa del plato con un pan.

—¿Qué cosa?

—Deja de hacerte el tonto conmigo. Nash clavó la vista en esa gente, fue hacia ellos, y ahora se fueron. ¿De la nada?

—Darya, estás buscando cosas donde no las hay.

—Y un cuerno —Darya mantenía un tono molesto e inquisidor, pero sin dejar de susurrar—. Este tipo es raro, ya te lo he dicho. Y tú estás muy evasivo, pero no te queda bien hacerte el tonto. No sabes mentir.

Xavier soltó una risa amarga, una que Darya le había escuchado poquísimas veces en los años que llevaban conociéndose.

—Te prometo que no tienes idea de lo mucho que puedo mentir. Pero te digo la verdad ahora: no busques un misterio en Nash porque no vas a encontrarlo. Y ahora calla y come, que ahí viene.

—Lo conoces desde hace más tiempo que el curso de Cálculo, ¿verdad? —disparó una última pregunta, pero Nash ya se había sentado a la mesa antes de que Xavier pudiera responder.

*****

—Si te respondo algunas preguntas ¿te quedas más tranquila?

Xavier y Darya caminaban las últimas cuadras hasta el número 7 de Manor Avenue. Habían dejado a Nash en la residencia, en el centro de Bournemouth.

—Puedo decirte que es un buen amigo —Xavier continuó sin esperar la respuesta de Darya—. Es muy tranquilo. Si se mete en problemas es solo porque a la gente a veces le molesta que esté siempre de buen humor. Es como un golden retriever, siempre encuentra una razón para estar contento.

Darya arrugó la nariz.

—Es como un niño.

Xavier soltó una carcajada.

—A veces, sí. Pero esa es solo una parte de él. Cuando tiene que ponerse serio, o peor, cuando lastiman algo que es suyo, ya no es un golden retriever. Es más como... como un dragón.

Reino de huesos de dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora