Como el entrenamiento se dio por terminado un poco antes de lo habitual, Darya tuvo tiempo de ir a su casa y darse una ducha antes de tener que encontrarse en el centro con sus amigas. Intentó ir a hablar con Nash, se sentía culpable por cómo se habían desencadenado las cosas después de que él la defendiera. Pero Xavier salió del vestuario y le dijo que lo mejor era irse a casa. Protestó un poco cuando su amigo le puso una mano en la espalda y la condujo hacia la salida. Darya intentó mirar atrás varias veces, pero nadie más salió del vestuario.
En su casa su madre la estaba esperando con escones de vainilla, y aunque los había quemado un poco por debajo, Darya comió uno encantada y se guardó varios para comer por el camino.
—Fui al Tesco —informó Gail—. Te traje el shampoo de coco ese que te gusta. Lo puse en tu baño.
Darya sonrió con la boca llena de escón y abrazó a su madre.
—Gracias.
—¿Pasó algo en la escuela hoy? Estás como... entusiasmada.
Negó, pero en su cabeza no podía dejar de repetir la frase "como vuelva a oír que te vas de boca...". Quería agradecerle a Nash, o decirle algo. No sabía bien qué cosa. Pero sabía que ya no le generaba tanta cautela como antes. O quizá sí, no estaba segura. Lo único que sabía con certeza era que el chico había logrado confundirla.
Se bañó con el dichoso shampoo de coco y se despidió de su madre. Afuera, durante la cuadra que la separaba de la parada del 17, se estremeció y sintió que las mejillas se le ponían coloradas.
*****
Era lo que podía decirse un lindo día, con el sol que se filtraba entre las nubes dando un poco de su ansiada calidez —el mismo sol que siempre le remarcaba las pecas— y, sorprendentemente, sin lluvia. Pero eso no quitaba el hecho de que hacían unos hostiles cuatro grados. Darya respiró y sintió que se le abrían las fosas nasales con el ardor del aire frío. Decidió bajar a la playa antes de ir a la tienda. Todavía quedaban los últimos minutos de luz, y si se quedaba un rato, podría ver el atardecer en el mar. Recordó lo manso que le había parecido el océano la noche anterior en la noria y no pudo combatir el deseo de sentir esa clase de paz otra vez.
Aparentemente, no era la única que pensaba lo mismo. La playa de Bournemouth, sobre todo en enero, estaba casi siempre desierta o con muy pocas personas. A pesar de todo no le sorprendió verlo allí, solo, mirando el agua como si pudiera entender los sonidos que venían de ella. Bajó por la arena teniendo cuidado de que esta no se le metiera en los zapatos y se detuvo a unos pocos metros.
—Hola —lo llamó, pero él estaba muy abstraído o no le prestó atención. Darya se acercó unos pasos más, y entonces notó que Nash estaba, de hecho, con los pies metidos en el agua—. Nash ¿qué haces? El agua está helada, no puedes bañarte.
No la miró. Tampoco parecía sorprendido de encontrarla. Le habló como si llevaran horas allí juntos, al borde del agua oscura.
—Es casi como una anestesia. ¿No piensas, a veces, que si estuvieras herida y te metieras en el océano, este te calmaría?
Darya arrugó la nariz.
—Creo que la sal me haría arder.
Nash la miró levantando las cejas; no estaba esperando una respuesta literal.
—¿Quieres entrar?
—Estás loco.
—Anda, no está tan fría. Anímate.
Darya seguía repitiendo en su mente que aquello era una muy mala idea mientras se desataba los borcegos y se quitaba las medias. Se estremeció al primer contacto con el agua e intentó acobardarse, pero Nash le tomó una mano e impidió que se fuera. Tenía la piel callosa pero cálida, el agarre firme contra la sensación ondulante del mar.
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Reino de huesos de dragón
FantasíaSi sientes que no encuentras tu lugar en el mundo, quizá se debe a que no estás en el mundo correcto. Quizá hay un mundo mágico esperándote, lleno de dragones poderosos y otras míticas criaturas. Y quizá ese mundo está a punto de entrar en la guerra...