El teclado sonaba como una máquina de escribir. Eso era lo que más le gustaba de él. La hacía sentir que no estaba sentada frente a una computadora llena de distracciones, sino frente a un artefacto diseñado pura y exclusivamente para crear historias. Llevaba apenas una hora escribiendo un boceto, los primeros borradores de una historia nueva. Pero, aunque si cerraba los ojos aún podía ver el humo subiendo en columnas entre los edificios de Oxford, no fue capaz de plasmar aquel sueño en el papel. El recuerdo estaba en su mente, pero las palabras se le escapaban entre los dedos.
Acababa de buscar "sonido de agua en el río" en YouTube para concentrarse mejor cuando su madre tocó la puerta y entró a su habitación sin esperar a ser llamada.
—No me avisaste que esta noche no cenarías aquí —dijo.
Darya bufó y se quitó los auriculares.
—¿Qué dices?
—Que no me avisaste que cenarías afuera.
—Porque no voy a cenar afuera —contestó con un tono que buscaba enfatizar lo redundante mientras se señalaba a sí misma mostrando su pijama.
Gail la observó de arriba a abajo como si llevar pijama a las cuatro de la tarde estuviera prohibido en el Nuevo Testamento.
—Bueno, tus amigos están aquí. Ellos dicen que cenarás afuera.
—¿Amigos? ¿Xavier y...?
Gail se encogió de hombros y luego se llevó un dedo a cada ojo, estirándolos, mientras decía "el otro muchacho". Aunque su impresión de un rostro asiático era muy pobre, Darya comprendió enseguida.
—Ah. Bueno, supongo que voy a cenar afuera.
Su madre se retiró, no sin antes exagerar un suspiro triunfal, y dejó la puerta abierta. Pocos segundos después, alguien tocó con los nudillos.
—¿Puedo pasar?
—Entra.
Xavier se acercó con cautela. Había estado en su habitación muchas veces, pero ahora se comportaba distinto, como si acabaran de conocerse.
—Supongo que Gail te dijo...
—¿Que trajiste a Nash a mi casa y que vamos a cenar afuera? Sí, me lo dijo —Darya se acercó a Xavier, arrastrándose en la silla con ruedas de la computadora, y él se inclinó para oírla mejor al susurrar—. Xavier, ¿quién es este chico?
No es que le diera mala espina, pero algo en él se sentía fuera de lo común. De todas formas, Darya se repitió que no podía juzgarlo sin haberlo conocido un poco primero. Xavier esbozó una pequeña sonrisa de súplica.
—Es un buen amigo. Quiero llevarlo a ver la noria.
Darya suspiró. Sonaba como a aquellas noches en las que las cosas solo suceden y uno no sabe a qué hora volverá a casa, y ella estaba muy cómoda en la suavidad de su pijama 100% de algodón. Consideró negarse —siempre lo consideraba—, pero Xavier insistió.
—Bien. Dame cinco minutos para cambiarme. Los veo afuera.
Después de ponerse la tercera capa de abrigo obligada por su madre, salió. El cielo empezaba a oscurecer. Nash y Xavier la esperaban en el borde de la vereda, casi en la calle. Hablaban de algo; Xavier movía las manos. Volvió a parecerle que había una nube de humo o de vapor alrededor de Nash, pero en cuanto se acercó supo que se trataba de la espesa niebla que se levantaba desde el asfalto. Paró junto a ellos, sin decir nada, y les hizo un gesto con la cabeza como diciendo bueno, y ahora ¿qué?
Nash se quedó mirando sus ojos de nuevo, sin el menor disimulo, con una sonrisa ladeada como si estuviera orgulloso de algo. Tenía el pelo oscuro muy desordenado y una polera negra de cuello alto que le acentuaba la mandíbula. Darya miró hacia un costado, de repente ruborizada. Chasqueó la lengua y fingió un tono molesto.
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Reino de huesos de dragón
FantasiSi sientes que no encuentras tu lugar en el mundo, quizá se debe a que no estás en el mundo correcto. Quizá hay un mundo mágico esperándote, lleno de dragones poderosos y otras míticas criaturas. Y quizá ese mundo está a punto de entrar en la guerra...