Darya pasó una noche terrible. Se había sentado en su escritorio, pensando que quizá podría relajar la mente si dibujaba las cabañas cubiertas de hiedra que había estado viendo en sus sueños, o al hombre de botas que parecía seguirla a todos lados. Cerró los ojos e intentó recordar todos los detalles posibles de aquel extraño lugar, pero siempre que estaba a punto de poner el lápiz sobre la hoja la imagen se volvía borrosa y un zumbido insoportable le atacaba los oídos. Era como si alguien estuviera tironeando esos recuerdos dentro de su cabeza para que ella no pudiera alcanzarlos. Mientras más intentaba recordar, más le dolían las sienes. Evidentemente, ese lugar solo podía permanecer en su mente y no en ningún registro de grafito.
Se despertó cuando el autobús dio un giro brusco en Alder Crescent. La mujer sentada delante de ella la miró con mala cara. Era cierto que no tenía buen aspecto. Se había levantado tarde y se había ido corriendo sin desayunar, llegando a la parada en el último momento posible para no perder el autobús. Tenía los ojos hinchados por el sueño y estaba despeinada.
El viernes anterior había creído ver un reflejo de aquella colorida plaza de adoquín en una vidriera, mientras caminaba hacia el supermercado con su madre. Después se había sentido observada mientras recorría las góndolas buscando las galletas Jaffa Cakes, que, si bien a Darya le parecían insulsas, a su padre le encantaban. Él era un fanático de la combinación naranja con chocolate, ella no la entendía. Cuando estaban haciendo la fila para pagar, le pareció ver a una persona con botas de cuero de caña alta, como las de aquel hombre, pero había sido una ilusión.
Por eso, empezó a tomar sus visiones con más gravedad, y decidió intentar dibujarlas. Quería entenderlas, al menos un poco, antes de preocuparse demasiado e ir corriendo hacia sus padres para pedir ayuda. Aún no sabía cómo reaccionar, pero estaba lista para admitir que tenía miedo. Lo de los dibujos no había funcionado, y le había dado una migraña horrible durante todo el fin de semana. Ahora el lunes se cernía sobre ella y no sabía cómo enfrentarlo. Quizá podría contárselo a Xavier.
Sus amigas la estaban esperando en la puerta del instituto cuando bajó del autobús. Todas se veían muy bien arregladas y despiertas, como siempre, con sus outfits claramente meditados y sus hijab a juego.
—Estás horrible —le dijo Salmah antes de darle un rápido abrazo.
Zainab contuvo una risa a sus espaldas. Rayan se acercó a ella y le entregó un vaso de café.
—Como nos dijiste que ya estabas llegando, pedimos uno para ti también. Apenas acaban de dárnoslo.
Darya tomó un sorbo de café y disfrutó de la ligera quemazón en la lengua, que seguramente se sentiría irritada después. Latte de vainilla con un poco, solo un poco de canela. Sus tres amigas la miraban sonrientes, orgullosas de sí mismas. Entraron al instituto con tiempo suficiente para poder dirigirse al aula sin tener que correr. Darya se sentía agradecida de rodearse de la conversación trivial y libre de preocupaciones. Hasta que, en la escalera, se cruzó a Roman, que le ofreció una tímida sonrisa.
—Buenos días.
—Buenos días, Roos.
Darya no se había detenido, pero lo hizo cuando Roman volvió a llamarla.
—Oye, lo del entrenamiento del otro día...
—No te preocupes, quedó aclarado. Estamos bien.
El pelirrojo pareció aliviado.
—¿Y Nash? ¿Seguirá enojado?
Las amigas de Darya estaban escuchando, con poco disimulo, un par de escalones más arriba. Sabía que en cuanto llegaran al aula iban a interrogarla.
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Reino de huesos de dragón
FantasiaSi sientes que no encuentras tu lugar en el mundo, quizá se debe a que no estás en el mundo correcto. Quizá hay un mundo mágico esperándote, lleno de dragones poderosos y otras míticas criaturas. Y quizá ese mundo está a punto de entrar en la guerra...