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Darya nunca fue una persona muy paciente, y eso no iba a cambiar ahora. Mucho menos cuando no dejaba de recibir proyectiles de bollitos de papel contra la nuca; y aunque estos apenas le causaban una cosquilla, sí le generaban un creciente mal humor.

—Xavier —se dio vuelta en su banco—. ¿Qué quieres?

El aula estaba tranquila. El profesor leía algo en su computadora; sabiendo que, aunque intentara pedir silencio, nadie le prestaría atención estando tan cerca del final de la clase. Era más fácil esperar cinco minutos y luego irse.

Xavier le tiró otro bollo de papel, incluso cuando lo estaba mirando.

—Quiero que vengas conmigo a Candem. Podemos comer esos waffles que vienen en un palo y pasear por el mercado.

—Otra vez con eso —bufó Darya, volviendo la vista a su cuaderno—. La última vez que compré algo en el mercado de Candem, me vendieron un pantalón con un solo bolsillo, y el vendedor no quiso reconocer la falla. Además ¿quieres ir a Candem solo por un waffle? Son como cuatro horas de viaje.

—No es solo por el waffle.

El timbre sonó y todos comenzaron a guardar sus cosas e irse. Darya contó que no le faltara ningún resaltador antes de cerrar el estuche y guardarlo en la mochila.

—¡Es por tu cumpleaños! —continuó Xavier mientras ambos salían del aula—. Ven conmigo a Londres por tu cumpleaños. Está bien si no te interesa Candem, podemos hacer otras cosas. Podemos ir al estudio de Harry Potter.

Darya frenó en medio del pasillo. Alguien detrás de ella estuvo a punto de tropezar. Se subió la capucha de la campera mientras sonreía.

—Puede que eso me interese. Pero quizá no debamos hacerlo en el día de mi cumpleaños.

Xavier la miró desde arriba, haciendo una cara que oscilaba entre la lástima y la desaprobación. Medía casi uno noventa, y era corpulento. Si no fuera por los mofletes prominentes y rosados y los pequeños rizos ensortijados bien pegados a la cabeza que le daban un aspecto bonachón, caminar con Xavier sería como ir siempre con un guardaespaldas detrás.

—Casi me da ternura que todavía pienses que tus padres querrán celebrar tu cumpleaños. Al menos así sé que eres una persona que nunca se rinde —dijo riendo, pero se puso serio en cuanto notó la mirada triste de Darya—. Oye, lo siento. No quise que sonara tan mal. Pero sabes que nunca lo celebran. Y te estoy invitando a pasar unos días en Londres conmigo. O sea que todo será gratis para ti. Por una vez, tendrás un cumpleaños inolvidable.

Se paró derecho y esbozó una amplia sonrisa, como un niño que acaba de contarle una hazaña a su madre y espera ser felicitado.

—Bueno. Lo voy a pensar.

Faltaba poco menos de un mes para el cumpleaños de Darya. Sabía que si iba a pasar unos días en Londres tenía que avisar pronto a sus padres, y confirmarle a Xavier su asistencia para que pudiera organizar todo. Realmente sonaba tentador, pero su amigo tenía razón: ella aún guardaba una pizca de esperanza de poder celebrar su cumpleaños en familia, con sus padres, aunque estos no mostraran el más mínimo interés.

Caminaron hasta la salida de la escuela. A pesar de haber vivido casi toda su vida en el mismo sitio, Darya seguía sorprendiéndose con la lluvia. En el sur de Inglaterra todas las casas y edificios estaban preparados para los crudos inviernos, por lo que uno podía estar dentro de la escuela sin mucho abrigo, sin oír los ruidos de la calle ni ver el color del cielo, y luego sorprenderse al encontrarse con el tiempo inestable y gris. Incluso si la llovizna siempre estaba ahí.

—¿Te acompaño hasta tu casa? —ofreció su amigo.

Xavier vivía en una residencia de estudiantes, en el centro de Bournemouth. La parada del autobús quedaba justo frente a la puerta de la escuela, y el trayecto hasta Bournemouth Square era de menos de diez minutos. Ni siquiera tenía que mojarse. Darya, en cambio, tenía que ir a la parada de autobús que quedaba a unos cien metros de allí, atravesando la playa de estacionamiento del M&S. Luego tardaría unos veinte minutos para llegar al barrio de Poole, y no podía dejar de tener en cuenta las tres largas cuadras que debía caminar bajo la lluvia al bajar del autobús.

Reino de huesos de dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora