Lo único que a Darya no le gustaba de comprar en Primark era lo rápido que las cosas iban y venían, cómo todo cambiaba de lugar, los productos que estaban un día y al siguiente ya no. Para una persona que tarda días en decidir si quiere o no un cardigan o unas medias, es frustrante volver a la tienda y encontrar que absolutamente todo fue renovado. La decisión vuelve a cero, hay que elegir otra prenda, y así el círculo nunca termina.
Llevaba veinte minutos dándole vueltas a ese pensamiento mientras miraba la sección de sweaters y buzos cuando detectó a Xavier entrando a la tienda. Sabía que, si él estaba ahí, probablemente era para comprar algo muy específico. Nunca se demoraba en ir de compras, como hacía ella. Tomaba lo que necesitaba, pagaba y se iba. Así de sencillo.
―Hey ―lo saludó―. Es extraño verte solo estos días.
Xavier le sonrió sin mostrar un ápice de sorpresa.
―Hey, Dar. ¿Todo en orden?
Darya levantó las dos prendas entre las que estaba intentando decidir.
―Matando el tiempo. Más tarde iré al cine con las chicas y quería un abrigo nuevo.
Xavier simplemente le quitó el sweater y lo colgó en un perchero cualquiera, dejando en claro su elección. Sin embargo, enseguida volvió a tomar el sweater y fue a colgarlo en su lugar correspondiente. Darya arrugó la nariz y rió. Su amigo seguía siendo tan predecible como siempre.
―No puedes con tu propio genio.
―Claro que no. Y tampoco puedo con aquel otro genio ―Xavier señaló varios pasillos más adelante: Nash estaba evaluando la exhibición de pijamas con motivos de Joey Tribbiani―. Por cierto, lo siento, pero en realidad no estoy solo.
Le ofreció una sonrisa como de disculpa, pero Darya no le prestó atención. Entonces fue consciente de que lo que había sentido al creer que Xavier estaba solo era alivio. El día anterior, después del episodio en la calle con Nash, Darya le había dejado su trabajo a la recepcionista de la escuela y había vuelto a casa pretendiendo ser un fantasma que nadie podía ver. Un poco por la vergüenza de casi haber sido atropellada por estúpida, otro poco por la tensión que había sentido cuando Nash la puso bajo su resguardo. Pero principalmente porque no había podido dejar de pensar en las motas doradas en sus ojos. Aquello todavía le pesaba como una piedra en el fondo del estómago.
―Un casanova usando el pijama de otro casanova, ¿no te parece algo gracioso? ―dijo, simulando un tono tranquilo y normal.
Xavier rodó los ojos.
―Sí, pero no creo que Nash sea un casanova. Solo... desprende esa energía, ¿sabes? Sin siquiera intentarlo. Pero es un bonachón.
―¿Ah, sí? ¿No es del tipo que no volvería a llamarte después de una cita?
―Es del tipo que te haría el desayuno en la cama después de una cita y le cortaría las cortezas al pan, por si acaso no te gustan. Y luego se haría un sándwich solo de cortezas.
Volvieron a mirar hacia los pijamas con la obvia intención de reírse del supuesto caza-damiselas, pero Nash ya no estaba allí. Ambos intentaron encontrarlo con la mirada, pero claramente se había escabullido entre las góndolas.
―¿Quieres que lo busquemos y vayamos a tomar un café? ―propuso Xavier.
Darya chequeó la hora en su teléfono.
―Claro. Todavía tengo bastante tiempo. ¿En qué sección crees que puede haberse metido?
―No seas ingenua. Estamos hablando de Nash.
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Reino de huesos de dragón
FantasySi sientes que no encuentras tu lugar en el mundo, quizá se debe a que no estás en el mundo correcto. Quizá hay un mundo mágico esperándote, lleno de dragones poderosos y otras míticas criaturas. Y quizá ese mundo está a punto de entrar en la guerra...