2. Cambridge

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Flashback – Calvin Harris

Actualidad


Privet*, Savanah; necesito ese informe para hoy, ¿sí? Antes de que te vayas. —Habían pasado exactamente dos horas desde la última vez que papá me había pedido el dichoso informe. Estaba listo, por supuesto, pero a veces me gustaba molestarlo un poco y hacerle creer que no lo estaba. El motivo de por qué esperaba tanto para entregárselo es porque era para dos semanas más, pero en cierta forma lo entendía: mañana partía al Reino Unido, específicamente a Cambridge, para manejar una de las sucursales de su empresa. O, bueno... nuestra empresa.

—Tranquilo, papa. Ya está listo —sonreí, mirándolo por sobre el borde de mi taza con café, bebiendo un poco; al mismo tiempo él cruzó los brazos sobre su pecho y entrecerró sus ojos, levantando su mentón al acusarme con la mirada mientras yo apretaba mis labios, evitando reír.

—Lo tuviste listo todo este tiempo, ¿no?

—¿Qué comes, que adivinas?

Odnazhdy ty dovedesh' menya do nervnogo sryva (Me vas a provocar un colapso nervioso algún día) —Casi me atraganto con el café cuando soltó todo aquello en ruso, porque él era americano y su acento era algo divertido, sin poder evitar esta vez la risa que se escapó de mis labios y me puse de pie para acercarme a él y abrazarlo con fuerza. Iba a extrañar a este hombre como si la vida se me fuese en ello; papa me había enseñado todo lo que sabía. Gracias a él había adquirido el gusto por la lectura, por las apuestas y sobre todo por la ingeniería química. Nos encantaba encerrarnos en el laboratorio por horas para observar los procesos y crear otros que no tuvieran tanto impacto ambiental y mucho menos en testeo de animales. Nos movían las mismas ganas de cambiar el mundo para bien y se había encargado de que yo lo siguiera al pie de la letra en todo, aunque siempre recalcó que si no me atraía lo suficiente podía dejarlo y dedicarme a lo que quisiera, pero realmente su visión de la vida me había dado suficiente. Aun así para solventar parte de mi carrera, en mi adolescencia y hasta ahora, me dedicaba al modelaje ocasionalmente. Equilibraba ambos trabajos y los coordinaba entre sí para que no se hiciera tan pesado y ninguno interfiriera en el otro.

Por eso me había enviado a mí a Reino Unido, junto con su principal socio Vlad. Ambos teníamos que hacernos cargo de la nueva sucursal que sería abierta en un mes más, pero partíamos mañana para afinar los últimos detalles, firmar contratos y supervisar que las maquinarias estuvieran completamente listas para empezar a trabajar. Era la primera vez que abríamos un laboratorio tan lejos de Rusia.

Papa me había devuelto el abrazo al mismo tiempo que besaba mi frente, mirándonos luego.

—Te voy a extrañar mucho, pero sé que envío a los mejores. —Hice un pequeño puchero cuando me dijo aquello porque entendía el sentimiento. Era hija única y me iba a vivir sola en una ciudad que no conocía para nada, en un país que apenas si había visitado una vez y dónde había podido salir a una discoteca un viernes y nada más. Por suerte habíamos ido a Cambridge hace unos meses para cerrar el trato con la corredora para tener mi casa y así comprar unos cuantos muebles para que no estuviera tan vacío.

—Yo también, mucho. Pero tienen que ir a visitarme cuando puedan.

—Eso está fuera de discusión, hija.

Nos reímos al mismo tiempo y me puse de puntas para besar su mejilla. Mi metro setenta y cuatro no le hacía justicia a su metro noventa.

El resto del día estuvo mucho más tranquilo de lo que acostumbraba a ser. Tenía que agradecerlo porque sabía que papa había hecho que fuese así adrede. Era viernes, de todas formas, así que aproveche mis momentos para afinar los últimos detalles con Vlad; el jet de la empresa nos llevaría hasta Cambridge mañana a las ocho en punto y él viajaría con su esposa. No tenían hijos, aún, y siempre creí que hacían bien en no tenerlos, al menos de momento. Él y Svetlana se habían casado hace un año más o menos, cuando el contrato de esta nueva sucursal recién se estaba cerrando y papá nos comentaba que ambos seríamos los encargados de ella; si bien no estaban apresurados, me habían comentado que decidieron esperar a establecerse en un país para abrir la fábrica, como le habían dicho en ese entonces. Era divertido, pero lo entendía porque no querían exponer a su futuro hijo o hija a viajes innecesarios. Era noble de su parte, o así lo veía yo al menos.

𝘈 𝘵𝘶 𝘭𝘢𝘥𝘰 #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora