No estaria bien dejarla

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Comienza a caer la tarde, el color rojizo en el horizonte me hace saber que pronto será la hora de regresar al cuartel y con mi compañero se acerca apremiando para que termine mi inspección

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Comienza a caer la tarde, el color rojizo en el horizonte me hace saber que pronto será la hora de regresar al cuartel y con mi compañero se acerca apremiando para que termine mi inspección. Se me escapa un suspiro de frustración al comprobar que hoy tampoco la vi, pero intento poner cara de póquer evitando así que conozcan mis pensamientos.

—Esa cara de mierda, ¿a qué viene? —me reprocha mi compañero al llegar a su lado, con un apretón en el hombro —¿Qué te preocupa?

—No es nada —le contesto siguiendo mi camino.

—No intentes mentir a un detective chico. Sé lo que te preocupa y ¿sabes? Mientes de pena. —Suelta una carcajada al verme mirarlo enfadado —tienes que aprender mejor a disimular para evitar desvelar tu debilidad.

—No tengo debilidades —me mira con una sonrisa indicándome que no cree lo que le digo.

—Anda y ve a buscarla.

—¿Dónde quieres que vaya a buscarla? —pone los ojos en blanco frente a lo que le digo.

—A su casa, ¿a dónde si no? —lo observo con una pregunta en la mirada, a lo que él ríe. —No lo sabía, pero tu cara me confirma que no solo sabes donde es, sino que ya entraste. —me da un golpe en el hombro siguiendo su camino hasta el cuartel. —Tienes mucho por aprender, Genaro. 

Lo veo marcharse y negar divertido, me enfada no lograr ocultar esta inquietud que siento por esa chiquilla, me hace sentir débil frente al resto.

No sé cómo, mientras mis pensamientos estaban en la forma de corregir este error, ya que mi carrera es necesario. Bueno, también para no ser tan obvio frente a ella.

La calle donde esta su casa, se encuentra frente a mí.

Veo luces, brillan por su ausencia, dando una sensación de oscuridad y tristeza, unido al deterioro de las casas que forman el lugar.

Me coloco mejor por instinto la pistola que me acompaña pegada a mi cadera, la acaricio sintiéndome un poco más tranquilo al notar el frío de esta.

La puerta de la pequeña mujer que me atormenta estos días, se encuentra frente a mí, con un leve toque cede, haciéndome fruncir el ceño, ¿esta mujer no teme que le ocurra algo o es que prefiere morir?

Comienzo a andar, adentrándome en su propiedad, me detengo solo unos segundos hasta que mi visión se adapta a la oscuridad, no necesito encender la luz para encontrarla tirada en el suelo hecha un pequeño ovillo. Acelero mi paso hasta llegar a su altura, arrodillándome para comprender que le ocurrió, porque está así y con la puerta abierta.

Al tocarla, siento que respira y yo con ella, el tacto con su piel me quema, detectando que tiene una fiebre muy elevada. La levanto del suelo, buscando su cama para ponerla a descansar y buscar si tiene alguna herida que le produzca tal temperatura. 

No tiene nada, aunque la temperatura es bastante elevada, que comienza a hablar cosas sin sentido, es cuando recuerdo que el día que la busqué aquí mismo, se escondía de sus hermanos dentro de la tinaja llena de agua fría.

Mis SacáisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora