No voy a dar explicaciones

4 2 0
                                    


—El tiempo no se pierde, solo se va

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—El tiempo no se pierde, solo se va. —Le suelto dándome la vuelta buscando escapar de él.

—¿Qué ocurre me tienes miedo? —Un escalofrío recorrió mi espalda haciendo que me detuviera de inmediato para girarme con una ceja alzada y desafiante.

Si no hubiera llevado a Israel entre mis brazos, los tendría puesto en las caderas del enfado que me estoy cargando.

—No tengo canguelo ni de la parca, ¿por qué tengo que tenerla de ti, gachón? —Una leve sonrisa se asoma en su hermoso rostro, no puedo evitar quedarme mirándolo unos segundos. (canguelo = miedo / gachón = Varón no gitano)

—Porque puedo ser tu peor pesadilla. —Su voz grave me vuelve a hacer temblar en mi interior más con la fuerza con la que afirma.

—Mi peor pesadilla, es no llegar a final de mes, —achico mis ojos mirándolo enfadada. —y ni se te ocurra tocar la comida de mi churumbel, porque te la corto.

Inconscientemente, hice unas tijeras con los dedos para reforzar lo que decía, al parecer no le gusto mucho porque vi mi muñeca aprisionada por su enorme mano.

—Déjate de amenazar a la autoridad, gitana. —Jalo de mi mano safándome de su agarre, su mirada se ha vuelto muy fría, haciendo que retroceda unos pasos, los mismos que avanza. —Hace un tiempo, dejé que lo hicieras porque estabas enferma, pero no pienses que porque tengas un hijo, —mira a Israel aún más hostil y lo aprieto contra mi pecho. —Me temblará la mano para llevarte de vuelta a la celda. —Gira su cara a un lado con una sonrisa de desprecio antes de volver a mirarme. —Quizás si no hubieras salido, no estarías en malos pasos.

Imágenes vienen a mi mente de esos días que corría por el mercado y él me perseguía, cuando me cuidaba estando enferma antes de marcharme y llegar a este pueblo. Ha cambiado muchísimo, es más varonil y más serio. Incluso ha perdido esa forma dulce en su mirar.

Regreso a mis pensamientos, de lo que me acaba de decir, hay cosas que no entiendo, ¿está enfadado porque tengo a Israel en mis brazos? No, espera, ha dicho hijo. Se piensa que es mío.

Pues que piense lo que quiera, no voy a dar explicaciones de mi vida a nadie.

—Vamos a ver gachón.

—Oficial Vargas para ti, gitana. —Me interrumpe cruzándose los brazos en el pecho, aumentando de tamaño si eso es posible, y doy gracias a que estoy enfadada por su suposición si no ya estaría babeando sobre tanto musculito.

—Lo que digas, —lo ignoro, sin decirle cómo quiere que lo llame, porque no me interesa darle más dosis de autoestima. —¿He matado, robado o cometido algún delito? No, ¿verdad? Pues entonces no le interesa. —me coloco bien a Israel en la cadera del lado más alejado a él, dando unos pasos. —Si piensas que soy Lumia, sigue así, que descubriendo secretos no te vas a ganar la vida. —le suelto, pasando por su lado, dándole unos golpecitos en el brazo. (Lumia = mujer de la mala vida)

¿Pero qué diablos se ha creído para decir esas cosas de mí? Con qué derecho me juzga y habla así de mí, sin conocerme.

Regreso a la playa, donde siempre, así Ángela me pueda encontrar al terminar. Aun la sangre me hierve, mientras Israel ríe en mis brazos. Doy gracias, que aún es pequeño, si no tendría los brazos destrozados.

En unas de las calles aledañas, veo a Ángela paseando con un hombre alto y rubio, lo reconozco del hostal, no es tan guapo como el oficial, pero bastante llamativo. Me sorprende sobre todo porque Ángela no me había dicho nada, lo que me hace sonreír porque es mi oportunidad de molestarla.

De alguna manera tengo que sacar esta frustración por no poder decirle al tal Vargas lo que quería decirle realmente.

A los minutos llega Ángela con una leve sonrisa en los labios y una mirada brillante, me encanta verla sonreír, pero a la vez tengo miedo de que le hagan daño.

Se nos acerca sonriendo más al ver cómo Israel balbucea hacia ella extendiendo las manos. Suspiro en mi interior porque ya no podía más con el pequeño, el cuerpo aún me duele de la tensión al ver al oficial.

—¿Qué? ¿Cómo te fue con el gachó? —No podía evitar reír al ver la cara que puso, siempre piensan que los gitanos somos adivinos, pero no se dan cuenta de que en realidad somos muy observadores. Por eso prefiero aclarar como lo sé. —No me mires así, ya nos íbamos al hostal cuando te vi hablando con él y me di media vuelta, para que no pusieras como excusa al churumbel. (niño)

La verdad no me volví por verla, sino por el tal Vargas, pero no pienso contarle para que empiece con sus cosas.

Veo cómo se enfada un poco por lo que le digo, aun así, no pienso dejar de decirle lo que realmente pienso, no me considera su amiga si solo le dijera lo que quiere escuchar.

—No pensaba poner a Israel como excusa, cómo piensas que yo... —No la dejo de terminar la frase, inclino un poco la cabeza mirándola con la ceja elevaba, indicándole que no me lo creo.

—Vamos a ver morena, —No puedo evitar poner las manos en mi cintura ahora que sostiene a Israel, para enfatizar lo que voy a decirle. —llevas desde que llegaste, de sabe Dios qué pueblo, llorando por los rincones, que hasta los ratones van en canoa para no ahogarse. —Consigo que sonría muy leve por esto último, antes de hacerla pensar un poco. —¿Y ahora me vas a decir que no lo ibas a poner de excusa? Anda pa'l hostal, que ya empieza a refrescar.

Al pasar por su lado, golpeo leve su hombro para seguir mi camino sin esperarla, sé que viene tras de mí, porque escucho sus pasos mientras Israel balbucear.

No solo ella necesita reorganizar sus pensamientos y su vida, yo también tengo mucho en lo que pensar.

Sobre todo en cómo eliminar este sentimiento nuevo que ha surgido con el regreso del oficial Vargas, es algo que me descontrola y no sé cómo actuar frente a él, después de saber qué piensa de mí.

Mis SacáisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora