¡Amor y risas entre dos personajes inverosímiles!
Cuando una mujer de etnia gitana y un policía forman un vínculo poco probable, sabes que te encontrarás en situaciones peligrosas como cómicas por la forma risueña de ella. Sigue a los dos mientras l...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Genaro
No puedo evitar acercarla a mi cuerpo, me enfurece que termine siendo una ladrona cuando podría tener el mundo a sus pies. Sonrío al sentir cómo se estremece ante mis palabras. Su cuerpo ha cambiado en este tiempo, su rostro sigue siendo tan hermoso como la última vez que la vi, pero con un toque de madurez.
El olor que desprende su pelo, me hace inclinarme hacia ella y disfrutarlo con los ojos cerrados por un instante. Se remueve incómoda por mi cercanía, provocando que miles de ideas se formen en mi mente, solo para molestarla y porque no, para seguir disfrutando de ella.
—No te muevas o te ira peor, fiera. —Sé que ese apodo la molesta por su movimiento, pero se reprime de volver a empujarme, cuando la giro para ponerla de frente a mí, acorralándola en una esquina. —¿Qué hiciste para que te trajeran aquí? —Me desafía con la mirada por un segundo, recordándome a la muchacha del mercado, pero esta vez, baja la mirada, rindiéndose. —¿Qué ocurre? ¿En este tiempo te volviste muda? Aún recuerdo que no era fácil que te callaras. —Le grito sin poder evitarlo. Su actitud me cabrea, no sé lo que ha tenido que enfrentar en este tiempo, sin embargo, la prefiero guerrera a la sumisa que tengo frente a mí.
—Todos cambiamos... —su voz es un susurro, haciendo que mi enojo sea mayor.
Antes de poder decirle algo más, percibo pasos desde la entrada del pasillo. La guie rápido hasta la última celda, una de las más oscuras, sintiendo la necesidad de alejarla de la vista de los que vienen a este lugar. Le quité las esposas, haciéndola entrar. No lucho, ni se resistió cuando cerré la raja tras de ella. Regresé un segundo la mirada a mis espaldas viendo a mi compañero acercarse, me giré rápido, llegando hasta él en dos zancadas.
—Vargas, ¿Aún estás aquí?
—Se resistió a entrar. —me excusé para justificar mi tardanza. —¿Qué fue lo que hizo?
—¿Qué va a hacer una gitana? —necesite de todo mi control para no apretar los puños y parecer relajado. —Quiso robar una cartera, pero al verse descubierta intento atacar a su víctima con una navaja.
En mi mente, las imágenes de las veces que me amenazó, aparecieron de repente, pero no cuadraba con lo que acababa de ver en ella.
—¿Dónde ocurrió?
—En el hostal de doña Graciela.
Eso me hizo fruncir el ceño, ese lugar era conocido por todos, y sabíamos lo que se hacía cada día en él, nadie metía sus narices allí, al menos que hubiera algún problema.
—¿A quién atacó?
—Ya sabes, a un pez gordo. Pero a ti que te importa. —contesto antes de pasar por mi lado para ir hasta donde ella se encontraba.
Mi mano actuó por instinto sujetando el brazo de mi compañero para frenar su avance.