Los pájaros cantores comenzaron un hermoso intercambio de canciones esa mañana. El sol entraba tímidamente por la ventana, y los perros del barrio se pusieron a ladrar. Un despertar típico de barrio, le daba el buen día a los bellos durmientes que aún no abrían los ojos.
Y es que él bello era, sobre todo mientras dormía.
Marcos estaba cubriéndose con una sábana, durmiendo tranquilo y sin señal de despertarse.
Entonces Mora, sin previo aviso apareció en el cuarto, y entre olfatos llegó a la cara del joven. Lo olió unos segundos antes de darle un beso de buenos días. Marcos arrugó la cara mientras sentía como se le humedecía, hasta que logró despertarse.
Él le sonrió, pues así también solía saludarlo a la mañana su perrita Lala, quién había dejado en Salta. Una sensación hogareña lo invadió gracias a esto, así que pensó que ese día sería muy bueno. Comenzó a mimar a Morita, rascándola y llenándola de besos.
En eso, escuchó el sonido de la puerta de la cocina abrirse y cerrarse.
¡Cierto! Había alguien más viviendo en la casa.
Marcos miró la cama a su lado, que se encontraba vacía. Se sentó en el colchón, y estiró un poco sus brazos antes de levantarse por completo.
Salió de la habitación con cuidado, porque si bien era probable que fuera Agustín el causante del sonido, seguía siendo un invitado y nada impedía que fuera a ser otro.
Pero no hubo que preocuparse demasiado, pues al salir pudo distinguir una pequeña persona con rizos alborotados sacar mercadería de unas bolsas.
*thump*
"Dios, qué pasa". Marcos respiró profundamente después de sentir el pequeño vuelco de su corazón. Después de todo, no había pasado nada, solo acababa de ver la esbelta cintura del muchacho de espaldas.
-Buenos día' Agu'. -Sonrió.
El platense giró su cabeza, y miró directamente al castaño, quién le sacaba varios centímetros de altura. Su cara estaba luminosa, y cubierta con algunas gotas de sudor. Aquellos ojos relumbrantes de tonos azulados le sonrieron al verlo.
-Buenas Marquitos. ¿Qué tal dormiste?
*thump*
Otro salto.
-B-bien, dormí bien. -Quiso huir de la mirada, así que se puso a observar las compras recién hechas.
Pero Marcos no estaba actuando así por nada. Él podía jurar que no había nada extraño ni causante de sus acelerados latidos repentinos, pero se mentía a sí mismo. Anoche, se durmió con un sentimiento de culpa en su corazón. La mentira a su madre le resonó por su cabeza, y quizá por ello comenzó a soñar.
En su sueño, él estaba sentado en la mesa de los Guardis, mientras charlaba con Agustín. Por alguna razón, el joven de su sueño era muy hermoso. Una belleza etérea y deslumbrante, del cual no podía quitar los ojos de encima. Ni siquiera sabía de qué charlaban, pero se sentía feliz y su estómago se revolvía de alegría. Entonces, su teléfono sonó, y al ver quién le marcaba, comenzó a sentirse mal.
En la pantalla decía "Mamá".
Cuando lo vio decaer, el Agustín de sus sueños se preocupó, pero golpearon la puerta. Fue directo a abrirla, y por ella apareció la madre de Marcos, Carolina.
El castaño se angustió, pues no entendía qué hacía ahí. Ella lo miró, y confundida le preguntó por qué no le dijo que estaba en esa casa. Marcos estaba estresado, porque su mentira había sido descubierta, hasta que ella le dijo otras palabras.
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Serendipia
Fanfiction20 de Octubre, 2022. Marcos decide emprender un viaje en micro desde Salta hasta Buenos Aires, para asistir a un campamento católico durante el fin de semana largo. Pero a veces el descuido -o quizá el destino- te terminan llevando a lugares des...