8. El regreso del.. Mar

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8. El regreso del... Mar
Día. 8

La inauguración estaba rindiendo sus frutos, el museo estaba tan lleno como en sus mejores años.

Y todos, absolutamente todos amaban las exhibiciones vivas, y Monkey había fascinado a cada uno de los presentes— aunque yo era su favorita—.

—Creí que te ibas a aventarte al tanque.

— ¿Para dejar que todos me vieran la ropa interior?— le respondí a Roi con un tono tosco, sin mirarlo.

—Te ves bien— dijo, Aaron, ignorando al chico—. Vine por ti, ¿salimos por algo de comer?

—Tesla no puede salir— se metió Roi—. Tiene que trabajar.

—Y también comer— dije con enojo, pero luego me reproche a mí misma. No debería estarle hablando.

—Vine a verte— interrumpió una tercera voz—. Quería ver como estabas.

—Estoy bien— dije, sin voltearme a verla por completo, solo observándola de reojo—. No hace falta que te preocupes por mí.

No quería verla. Creo haber recordando que lo primero que le pedí fue tiempo, pero eso a Miley no pareció importarle.

—Tesla— dijo Roi.

¿Y ahora qué demonios quería ese insecto desgraciado?

—No puedes quitarme mi maldita hora de comida.

—No irás, tienes trabajo que hacer— dijo sin levantar la voz.

Estábamos todos parados frente al tanque de Monkey.

—Vete a la mierda, Roi.

—Me iré a la mierda pero tú te irás a trabajar.

—Que insoportable— dije, masajeando mis sienes—. Voy a trabajar, y de verdad espero desmayarme y que eso caiga sobre tu consciencia.

Agradecí al cielo cuando escuche sus pasos alejarse.

—Mi consciencia está limpia— dijo antes de alejarse por completo.

—Tesla— volvió a decir Miley, pero yo estaba tan irritada con todos que ni siquiera quería verla—. Me iré, entiendo que no quieras verme.

Sí. Definitivamente no quería verla.

Y era tan raro que estuviera ahí, ella nunca hacía algo como eso. Siempre esperaba a que yo estuviera más tranquila, pero aquí estaba, con ese maldito... Dios, con ese tono de voz culpable.

Me di la vuelta rápidamente cuando noté que estaba usando un tono de voz que la delataba, y yo no me había dado cuenta. Pero para cuando lo hice, Miley ya se estaba alejando.

—Maldita sea— dije, en voz baja—. Maldita sea— repetí bajo la mirada atenta de Aaron—. Maldita...

— ¿Por qué repites tanto eso?— preguntó, alejándome de las personas—. Te están viendo raro.

Mi mente ya estaba maquinando, creando escenario, imaginando personas, estaba pensando tantas cosas que me aceleraron el ritmo cardíaco de forma brutal.

A un paso del olvido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora