11. Tú y yo

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11. y yo
Día. 11

Hay cosas que nunca cambian. Son pequeñas cosas, pueden confundirse con recuerdos pero no, son más souvenirs.

Puede que haya personas que ya hayas olvidado, que pasaron a tu vida y no se quedaron, tal vez ni siquiera los consideraste relevantes. O lo contrario, fueron lo más relevante cuando estuvieron en tu vida y por eso te dejan algo cuando se van: un souvenir.

Lo supe esa mañana, que Miley me había dejado una vida llena de souvenirs. Lo descubrí mientras almorzaba con mi familia después de semanas sin vernos.

Cuando mi hermana intentó servirme un poco de jugo y opte por beber café como lo hacía con Miley.

O cuando mi madre se detuvo a preguntarme que quería comer y ordené algo nuevo en el menú, porque Miley me había enseñado a salir de la rutina.

Eran cosas pequeñas, de las que jamás me había dado cuenta pero que tal vez ya nunca cambiarían.

Sin embargo, no todo era bueno, porque Miley no era la única que había dejado secuelas en mi vida.

—No seas ridícula, Tesla, es solo una canción— se quejó mi madre con burla cuando una canción comenzó a sonar por todo el coche y yo no pude evitar quitarla con enojo de la radio—. La canción no te hizo nada.

No fue culpa de mi madre, lo sé bien, solo tuve la mala suerte de que utilizará esa palabra. Me daba risa pensar en todas las veces que Esmar me había llamado así, solo para reírse de mí, o hacerme sentir inferior a ella. Y le echaba por completo la culpa por odiar con todo mi ser que la gente me dijera ridícula, porque se sentía horrible.

Desde ahí supe que mi humor no iba a servir para nada bueno.

El camino en el coche después de la comida fue bastante silencioso, con mi madre en el volante y mi padre dormido a su lado. Mi hermana hablando por llamada a mi lado y yo sentada, simplemente observando.

En ese momento me llegó un mensaje.

Roi: ¿Qué haces?

No pude evitar hacer una mueca de sorpresa al darme cuenta de que el chico me había mandado un mensaje.

Trabajamos juntos los últimos dos años y Roi jamás me había enviado un mensaje. Literalmente tenía mi número de adorno guardado en su celular, solo para lo que el llamaba "emergencias". Y eso se resumía a cuatro simples llamadas.

Observé una vez más el mensaje, mientras me decidía por contestar, cuando nos detuvimos afuera de la casa de mis padres.

Trague saliva porque volver a esa casa siempre me traía recuerdos desagradables.

—Dijeron que iríamos al cine— me quejé.

—Tu padre olvido algo, iremos rápido a buscarlo.

Cerré los ojos pidiendo paciencia.

Mi hermana también se bajo, y al final me quedé sola en el carro. Decidí que era buen momento para contestar pero no pude evitar sentir una espina puntiaguda y dolorosa en el pecho al ver como se alejaban de mí.

Tesla: Nada.

Sabía que Roi odiaría esa respuesta y por eso sonreí un poco cuando la mande.

A un paso del olvido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora