trece

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ねこ 株式会社

Esa noche Jimin tenía qué estudiar para su práctica del día siguiente y estaba sentado en la pequeña mesa de estudio que había puesto en su sala.

Su casa no era demasiado grande, y de hecho el espacio más grande lo había cogido el gran televisor que se compró por capricho, así que no tenía un comedor y siempre terminaba comiendo sobre el sofá, observando lo que sea que esté en la programación, porque tampoco tenía un horario para su hora de almorzar.

Escuchó de nuevo las grandes explosiones de la televisión y soltó un gruñido, prácticamente estampando su frente contra la mesa, suspirando, estaba realmente estresado porque lo que deseaba leer no le entraba en la cabeza y él pagaba todo, si reprobaba tendría que dar un dinero extra para presentar el examen otra vez.

Maldijo en voz baja, tratando de quitar esos hermosos ojos marrones de su mente.

El problema era que seguían ahí, todo el tiempo, y recordándolos mejor a cada tonta explosión.

Se levantó de esa silla, soltando un rechinido y caminó lo poco que le faltaba a la sala, observando ahí al causante de ese mar de sentimientos que estaba atravesando desde que empezaron a vivir juntos.

Estúpido Sunoo, era lo que pasaba por su mente cada que su corazón se detenía y luego latía a mil por hora, todas las veces que sus hermosos y tiernos ojos se conectaban con los
de Park.

–¿Puedes bajarle un poco a la televisión? Estoy estudiando. ¿No se supone que los gatos tienen buen oído o algo así? –Hm. – El más pequeño volteo en el sofá, recargando sus manos contra el respaldar para regalarle una traviesa mirada a Park, logrando que este suspire, no iba a caer de nuevo en los tontos juegos del peli-rojo, peor cuando había logrado pasar tanto tiempo sin ponerle si quiera una mano encima.

–Podemos hacer más ruido de otra forma, Jiminnie.
–Eres un caso perdido, Sunoo. ¿Qué ves?

Ya restándole importancia a su examen, Jimin se sentó junto al pequeño minino en el sofá, causando que este al instante se acueste a lo largo del gran mueble, apoyando su cabeza en las piernas de Park, cogiendo la mano de este, se alzó la playera y la colocó ahí, mirándolo con un puchero.

–Sóbame la panza ¿De acuerdo? Me gusta cuando haces eso.

Un simple meneo de orejas y ya tenía al mayor en la bolsa, básicamente
sobándole el estómago como tanto lo deseaba Sunoo.

La relación de ambos era realmente algo de que reírse.

Desde el primer beso, cuando Jimin le dijo que no debía hacer ese tipo de cosas para vivir en su casa, Sunoo no ha dejado de insinuársele de una y mil maneras.

Según como el minino le había contado, ellos eran prototipos como animales en celo, así que aunque no
quisieran, su cuerpo siempre terminaba ardiendo en busca de un poco de placer.

Y eso buscaba el minino de Jimin: Placer.

Pero para el más alto, eso era completamente diferente, desde que esos tiernos ojos lo cautivaron de alguna manera, Sunoo no solo despertaba el miembro del mayor, sino lugares en su cuerpo que hacía mucho no sentía, además de reacciones de una colegiala de catorce años al ver al chico del que ha estado enamorada, o así lo definía Park.

Jimin sabía que le gustaba Sunoo, no había que ser experto en la materia para notarlo, pero no quería terminar realmente enganchado de un mocoso con orejas y cola de animal del que no sabía absolutamente nada, porque aunque lo había intentado más de una vez, Jimin no había obtenido información del peli-rojo.

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