—Y no te olvides de lo que hablamos anoche, hija. Sabes que no quiero sorpresas para navidades ni en ningún momento por ahora —me dice mi madre antes de irse a Manitoba de nuevo.
—Qué síííí. Si tampoco va a pasar nada, mamá. Más que una sorpresa, sería un milagro que te dijera que he hecho eso por fin.
—Bueno, bueno, tampoco te estreses por eso, ¿vale? Todo toma su tiempo —Mamá me lleva un mechón de pelo detrás de la oreja.
—Mis amigas dicen que es raro que a estas alturas no haya dado ni mi primer beso —digo con un ápice de tristeza al recordar que todas ellas ya han tenido sus relaciones y coqueteos con chicos, y yo nunca he sentido el coqueteo de ninguno siquiera.
—No les hagas caso, hija. Ellas... son buenas personas, pero no saben lo que es esperar. Ya te digo yo que, si tomas todo con calma, vas a tener incluso mucha más suerte que todas ellas al pensar bien en con quién estás.
—¿Me lo aseguras?
—Te lo aseguro —Me sonríe y me da un beso en la frente antes de apresurarse al salón para avisar a mi hermana de que ya tienen que irse de vuelta a Manitoba. Tras ello, se mete al cuarto de mi abuela.
Hemos venido todos juntos desde ahí para estar un rato con la familia y para dejarme finalmente. Tengo un montón de bolsas llenas de las dos cosas que más me importan en el mundo: libros y peluches.
Mi madre casi me mata cuando me vio meter todas aquellas cosas en el maletero del taxi. Casi la mitad estaba ocupada por las mías, pero es que a ver, soy yo la que se va de casa. Ellos han venido solo por unos días.
Michelle, mi hermana, se me acerca y me da unos de esos abrazos que me encanta sentir pero a la vez no, ya que siento mucho amor cuando me los dan, pero soy algo sensible con las despedidas, aunque solo se trate de un "hasta luego", porque esta es de ese tipo en toda regla.
—Envíame fotos de todo lo que hagas. Y si vuelves a ver a Hayde, pásame su número, que nunca nos lo dimos —me dice, a lo que yo asiento con una sonrisa que se lo promete sin necesidad de articular palabra.
Mi padrastro, Clagger, me da un par de palmaditas en el hombro y me sonríe tiernamente. Sé que me va a echar de menos. Todos de hecho.
He pasado desde que me fui de Quebec casi doce años con esas personas de las que me estoy desprendiendo, y aunque hemos pasado nuestros altibajos como una familia que somos, sé que en el fondo (Sí, muy muy muy en el fondo), nos vamos a extrañar.
—Dile a Hayde que te hable en francés para que te vayas haciendo a la idea de que ahora tienes que hablarlo —me dice Clagger con aire divertido y con la maleta en la mano.
—Se lo pediré a todos al fin y al cabo. La abuela Yvette me ha dicho que me hablará a ratos solo en francés para que me acostumbre y ayudarme un poco. Vamos, que lo hará cuando se le antoje —le digo susurrándole al oído para que la abuela no lo oiga.
Está hablando con mamá en su cuarto. Dudo que me haya escuchado de todas formas.
—Eso está bien. Ten en cuenta que ya no darás más clases en inglés. Y para motivarte, te diré que, al fin y al cabo, el francés es tu idioma natal. Algo se te habrá quedado cuando cursaste la educación infantil aquí.
Me muerdo el labio, intentando recuperar algún recuerdo de aquellos años en infantil y hablando solo en francés. Solo me acuerdo de las veces en que la profe me corregía cuando se me salía una palabra en inglés, porque en mi familia, hablamos en ese idioma entre nosotros.
—Pues... puede ser. Tengo algunas frases en mi memoria. Ya os contaré de todos modos cómo me va. Espero que bien.
Mamá aparece con su supermaleta en la mano y con la abuela Yvette a su lado.
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En El Cuarto de Al Lado ✔️[COMPLETADA]
RomanceVolver a Quebec a la casa de mi abuela desde Manitoba fue la mejor decisión que he tomado en la vida. Después de tantos años de soporte de miradas criticonas y burlescas en el instituto y de por fin marcharme de casa, siento que soy libre. Y así e...