El Demonio de la Máscara (Hazbin Hotel/Helluva Boss)

Versículo 1.2

Azazel era un demonio particular, un ángel caído. Renació en el mundo humano y fue sacrificado, lo cuál lo convirtió en un demonio ligeramente respetado en el infierno.

Su piel era pálida, su cabello azulado, verdoso si usaba su aura. Siempre llevaba una máscara sonriente y unos guantes negros, los cuales ayudaban a evitar el contacto con otros demonios o seres vivos, pues él pudre todo lo que toca.

Sus intereses e intenciones son todo un misterio, nadie sabe que hace o cuál es su objetivo, sus ideales o poder.

Azazel, con su elegancia, va de un sitio a otro, nadie sabe por qué, ni siquiera los demonios más inteligentes han descifrado que está tramando.

En el caos del inframundo, Azazel camina relajado, como si fuese su casa, como si conociese cada rincón.

Tras lo sucedido con Dimitri, él se reunió con un sujeto en su oficina.

—Saludos señor —dijo una imp mientras entraba a la sala.

—Siéntate —respondió de pie, pues él nunca se sentaba cuando esa imp  estaba de pie.

Con sus manos juntas, transmitía madurez e inteligencia, pero un poco de mala vibra también, suponemos por su oscuridad.

—Dimitri ha muerto —dijo sentado, mientras se encendía un cigarro.

La chica se tomó unos segundos para procesar la información.

—¿Por qué me dices esto? —preguntó seria.

—Solo pensé que deberías saberlo.

—¿No ves todo lo que tengo encima? Tengo un hijo por delante, un marido sicópata que va a acabar por matarme y cero motivos por los que eso debería importarme.

—Es tu hermana, tratala con más respeto.

—¿Respeto? —gritó furiosa—, ¡Ella me obligó a casarme con este bastardo! —exclamó soltando lágrimas.

—Las paredes oyen. Zenith no permitirá que le insultes a sus espaldas.

Azazel plantó un papel en la mesa, la chica lo tomó para leerlo, según leía su expresión facial se iba tornando en la desesperación de ver algo inaudito.

—¿Ese cabrón ya ha tenido a su hijo?

—Crimson es más rápido que Zenith, o también puede ser... —sacó un bote farmacéutico vacío y lo deslizó lentamente por la mesa—, que alguien esté relentizando el proceso.

—Señor, no se de que me habla.

—A mi hay muchas cosas que me puedes decir. Puedes ser lo lento que quieras, puedes tardar cincuenta años en completar un contrato, no pasa nada, soy paciente —explicó con una postura relajada.

Azazel se acercó a la chica, se quitó el guante derecho y puso su mano cerca de su cara.

—¿Sabés por que? Por que practico la dosificación de mi paciencia, y resulta que no guardo ni una pizca para los que osan mentirme en la cara.

—Señor, no le estoy mintiendo —susurró, intentando esconder su miedo.

—Bien, si no tengo noticias sobre tu hijo en tres meses habrá consecuencias.

—Has cambiado Azazel, ya no eres como antes —dijo decepcionada.

El demonio se dió la vuelta y, de espaldas a la mujer, se puso el guante.

—He vivido lo suficiente, he recibido y he sufrido suficiente. Cuanto más tiempo pase, te darás cuenta de que fuiste idiota todo este tiempo. Los héroes no existen, los villanos viven y los débiles agachan la cabeza.

Al salir de la oficina Azazel se reunió con Crimson en su casa. Los dos eran los máximos representantes de la mafia en el círculo de la codicia.

Eran las seis de la tarde. Con su carruaje llegó al extenso terreno que la familia poseía y varios guardaespaldas se acercaron junto al señor Crimson.

—Bienvenido, no sabía que ya habían inventado los teléfonos portátiles —dijo Crimson, el patriarca y padre de Moxxie.

—No lo han hecho, es magia negra —respondió Azazel mientras entraba a su mansión.

Por el pasillo se encontró a la madre de Moxxie, quien se apartó de su camino al instante, a la vez que protegía a su hijo con su brazo.

Azazel era bien conocido, no por su maldad, si no por su crueldad. Para él no existen segundas oportunidades. Por si no fuera poco, hace lo que le da la gana, si cree que eres un peligro para él o su empresa no dudará en terminar contigo.

Por eso ese día Azazel no llevó guantes.