5.

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capítulo 5: pelotudo.

Julián no podía dormir.

Otra vez.

A este punto ya consideraba empezar a tomar pastillas que le indujeran el sueño, o lo seden, o lo maten: cualquiera de esas opciones le sentaba bien.

El recuerdo del momento con Enzo lo torturaba, pensar en la temporada lo torturaba, pensar en la sesión de mañana lo torturaba.

Estaba agobiado.

Y lo único que podía ayudarlo a escapar de su mente: era dormir, y ni eso conseguía hacer.

Cerró sus ojos recordando el aliento del morocho contra su rostro, y un cosquilleo se intensificó en la parte superior de su estómago; haciéndolo doblarse, llevando sus rodillas al pecho y cubriéndose el rostro.

¿Por qué mierda se ponía así?

¿Qué me está pasando?

¡Lo odio!

••••

Julián iba por el cuarto kilómetro en la cinta de correr, la transpiración había mojado su remera en la espalda y el pecho.

La música electrónica que retumbaba en sus tímpanos lo aceleraba aún más. Por fin podía olvidarse de todo, olvidarse de las presiones y simplemente existir.

Se bajó de la cinta, tomó las dos mancuernas de diez kilos colocadas del lado izquierdo de la cinta, para luego recostarse en la camilla y comenzar a elevarlas por sobre el ángulo del pecho.
El desgaste de los músculos le robaba una que otra mueca, las gotas resbalándose por su cuello.

Ya exhausto, se sentó y tomó el agua de la botella cómo si estuviera al borde de la deshidratación total; respirando con pesadez.

Miró la hora y soltó un quejido.

Ya no faltaba mucho para que viniera...

La puerta se abrió casi de un portazo antes de que siquiera pudiera terminar de formular la oración en su mente.

Y Enzo se hizo presente en el salón cómo un demonio invocado por la ouija,  cómo el resultado de un truco de magia bastante predecible.

Al encontrar su mirada una sonrisa arrogante se dibujó en su cara.

Julián aún intentaba recuperar el aire, sentado en su mismo sitio, empapado en sudor y con el corazón latiendo con fuerza.

—¿Sabías que no era necesario que hagas ejercicio de verdad?— preguntó el morocho, colocando su bolso de gimnasio al costado—Sólo tenemos que salpicarnos un poco de agua, y listo.

—No me digas— contestó Julián; sarcástico, pasándose la toalla por el rostro—¿Cómo no me dijeron antes?

Un silencio incómodo se infló entre ambos. El delantero tomó un largo trago de agua, y se incorporó; colgándose la toalla por el hombro mientras se encaminaba al baño.

Pero Enzo tenía otros planes, ya que lo tomó por el antebrazo cuando cruzó por su lado; deteniéndolo y acercándose a su oído.

—¿Por qué te pones tan pelotudo?— preguntó en voz baja; a Julián se le erizaron todos los pelos cuando sintió la respiración del otro en su nuca, tardando en encontrar las palabras.

—No me pongo... de ninguna manera— respondió despacio, y el morocho mostró el atisbo de una sonrisa; acercándose más, tanto que su barba rozaba contra el lóbulo de su oreja.

Con su mano aún enredada en el antebrazo del cordobés, lo sentía temblar, sentía su nerviosismo y el aumento de la temperatura de su piel bajo su agarre. Disfrutaba ponerlo nervioso.

—¿Ah, no?— preguntó, desafiante y lo tomó de la barbilla; corriéndola ligeramente para tener mejor acceso, y cerró los labios en un beso en el cuello de Julián; a quien se le llenó la boca de saliva al sentir la lengua de su compañero arremolinarse en la piel sensible.

Julián apretó los ojos mientras Enzo atacaba su cuello, y con la otra mano bajaba por su abdomen; llegando hasta sentir su erección a través de los shorts. Gimoteó sin poder contener el calor en su garganta cuando Enzo lo apretó entero; sus rodillas empezando a flaquear ante la oleada de sensaciones.

—¿Por qué la tenes tan dura entonces?— insistió el morocho.

Julián quería mandarlo a la mierda, quería romperle la cara, y en cualquier otra circunstancia, probablemente lo hubiera hecho, pero estaba tan caliente que sólo podía concentrarse en el bulto en su pantalón.

—Y-yo...— luchó para encontrar aire, y contestarle algo; lo que sea.

Pero Enzo lo estampó contra la pared en un movimiento, dejándolo sin chance de formular un pensamiento coherente.
Julián no sabía que podría llegar a sentir tanta necesidad del contacto físico con otra persona hasta que vio los labios rojos e hinchados del chico de tatuajes en frente suyo; sentía su cuerpo vibrar y la mente nublada.

Quería tocarlo, sentir su piel, sentirlo entero contra él, escucharlo jadear contra su oreja.

Se acercó para besarlo, pero el centrocampista corrió el rostro; y capturó las muñecas de Julián sobre su cabeza, dejándolo inmóvil, y continuó atacando su cuello. El cordobés presentía que dejaría una marca porque un ligero ardor se extendía desde su piel.

Estaba tan concentrado disfrutando de la sensación placentera, que por poco no escucha el movimiento de las llaves en la puerta; alarmándose y apartando de una patada a Enzo, quien lo miró sin entender y ofendido.

—¡Ah! ¡Ya estaban acá!— el coach le dijo al representante de la campaña publicitaria de Adidas,—¡Por eso no contestaban el celular!

El hombre los quedó mirando con tranquilidad pero luego frunció algo el seño; abanicando su rostro con la mano.

—¡Que calor que hace acá, loco! ¿Estuvieron entrenando?

Julián quería desaparecer, y Enzo se dio la vuelta para acomodarse la chota de forma desapercibida. El de publicidad los miraba extrañado.

—¡Bueno, chicos!— aplaudió el hombre—¡A prepararse!

••••

un regalito de mi parte este cap, lo escribí con mis ultimas tres fuerzas vitales;)<3

manchester - julián álvarez, enzo fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora