capítulo 7: lluvia.Julián agradeció a todos los santos que las fotos fueran por separado esa vez. Se sentía como sin control de sí mismo, esperando para salir corriendo a su casa para estar en la comodidad y seguridad de su habitación; abrazar a su perro.
Pensó en Emilia, y un amargo sentimiento le subió por la garganta. Todavía estaba en Argentina, pero de todas formas regresaría a vivir con él en unos días. Por un lado eso lo alegraba, era bueno tener un cable a tierra al volver a su departamento y tener a alguien familiar hablándole de cosas que si comprendía. Pero por otro lado detestaba tener que estar explicando cada movimiento que realizaba porque era muy insegura y eso la volvía algo... insoportable.
Una vez que terminó la sesión, se alistó lo más rápido que pudo, y prácticamente salió disparado del edificio, queriendo evitar a toda costa a Enzo.
Ni siquiera se dio cuenta cuando llegó a su departamento, había perdido el control de su mente en el momento que se sentó en el auto y manejó en silencio; en automático.
Sentía un globo en el pecho; impidiéndole respirar con normalidad.
¿Qué se suponía que iba a hacer?
La idea de simplemente aceptar que Enzo le calentaba era casi tan descabellada cómo aceptar la existencia de un perro con dos cabezas.
La propuesta que le había hecho seguía grabada en la parte posterior de su cabeza como un tortuoso eco; recordándole todo.
La sangre le subió por el cuello por la ira y le soltó un manotazo al volante; apretándose el puente de la nariz antes de respirar con profundidad.
No iba a hacerlo, pensó. Obviamente no iba a hacerlo. No estaba tan desquiciado.
Solo tenía que pasar esta noche, tendría que ignorarlo unos días y luego todo volvería a la normalidad. No sabría más de Enzo ni Enzo de él, y todo se acomodaría.
Asintió con tranquilidad ante su pensamiento acertado.
Soltó el aire y se bajó del auto, quedándose parado mientras observaba su reflejo en el vidrio de la ventana. Por encima de su cabeza gotas de lluvia comenzaban a caer, salpicando contra el asfalto y mojando su cabello. El frío le puso la piel de gallina.
Una sensación de decepción lo llenó cuando se dio cuenta de que rechazaría a Enzo.
Recordó su sonrisa amplia y cálida cuando lo saludó y el pecho se le apretó, mandando un nudo que subió por su garganta, cristalizándole los ojos y dificultando la tarea de respirar.
¿Qué mierda le estaba pasando?
Una lágrima rebelde se resbaló por su mejilla; confundiéndose con las gotas de lluvia que se deslizaban en su rostro.
¿Estaba llorando?
Y Julián no entendía porqué carajo no podía terminar alegrarse de tener que librarse de aquel chico tatuado, que solo le traía un conflicto interno que no lo dejaba dormir.
Se llevó las manos a la cabeza tirando de su pelo mientras trataba de arrancarse aquella amarga idea de que en el fondo Enzo le gustaba, y de que podrían estar juntos.
Dejó que la lluvia lo enfriara antes de ingresar al edificio; y por suerte el portero decidió ignorar sus ojos rojos por las lágrimas.
En su piso, su perro lo recibió y se agitó al notarlo preocupado, saltando repetidas veces y dando vueltas a su alrededor.
Se sacó la ropa empapada, y agotado; se desplomó en el sillón enorme de su sala.
Lo último que vio antes de dejar que el sueño lo arrastre, fue el cielo gris a través del extenso ventanal de su sala.
No sabía cuando se había dormido, pero lo despertó su celular sonando en algún lugar del sillón. Al incorporarse soltó un quejido: un tirón se hizo presente en su cuello debido a la posición poco favorable en la que se había acostado, se masajeó con fuerza tratando de aliviar el tenso nudo que sentía bajo sus dedos, y sin querer rozó el costado de su garganta y se quedó paralizado al sentir un escalofrío por la espalda.
Abrió los ojos de par en par y se paró tan rápido que casi se lleva puesta la pequeña mesa en el centro de la sala. Se paró frente al espejo, y buscó a tienta la perilla de la luz.
Al encenderla, su reflejo sólo le confirmó su peor sospecha.
Tenía un chupón.
Un putísimo chupón violeta que se notaba a kilómetros.
Su cara ardió con vergüenza al imaginar todas las personas que lo vieron.
Maldito hijo de...
La puerta sonó, y se alarmó sin saber muy bien que hacer.
Su perro comenzó a ladrar de forma exhaustiva, y eso lo alteró aún más.
—¡Shh! ¡Callate, perro!— lo reprimió, pero el animal hizo caso omiso mientras continuaba aturdiéndolo. Se acercó a la puerta y asomó el oído, pero no escuchó nada—¿Quién es?
No hubo respuesta, de nuevo.
Giró los ojos, mientras giraba el picaporte para abrir.
Pero toda la sangre se drenó de su rostro cuando vio quién estaba al otro lado del umbral.
Enzo se encontraba del otro lado con una expresión no muy agradable, y lo miró de arriba a abajo.
—¿Qué...?
—No me contestas— lo cortó el centrocampista en cuánto Julián comenzaba a formular su pregunta— Te cagué llamando. Pensé que te pasó algo.
Julián parpadeó dos veces.
Tenía demasiadas preguntas, y todavía no se había terminado de despertar.
—¿Q...? ¿Cómo sabes dónde vivo?
—El coach me dijo— contestó simple— Le dije que tenía que llevarte algo.
Julián apretó el picaporte con fuerza.
—¿Ah, si? ¿Qué cosa?
Enzo se acercó dos pasos, y el cordobés retrocedió; intimidado.
—Esto.
Lo tomó del cuello y pegó su boca a la de Julián en un intenso beso que lo sacudió de arriba a abajo.
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manchester - julián álvarez, enzo fernández
FanfictionJulián Álvarez es la revelación de la temporada, y nada se interponía entre él y el premio al mejor jugador del año. O eso pensaba, hasta que conoce a Enzo Fernández; y descubre no sólo que ahora tenía que lidiar con un obstáculo bastante grande, s...