11.

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capítulo 11: el bar.









Julián había transitado su día sintiendo una soledad desagradable. Cómo si en su pecho se hubiese formado un agujero que había succionado toda su energía durante el día, dejando su cascarón inerte; paseando y asintiendo vagamente.

A la sensación de vacío también se le sumó una rabia que lo impulsaba con lentitud a perder el hilo de cordura que conservaba con el pasar de las horas.

No sabía porqué estaba experimentando todo esto. Tampoco le gustaba, para nada.

Y es que haber sido atormentado por la presencia de Enzo inconscientemente lo había llenado de adrenalina y de un sentimiento cálido que lo envolvió por dentro. No fue consciente de cuánto lugar le había otorgado en su cabeza, hasta que su presencia simplemente faltó.

Era como la resaca de una droga muy potente, de esas que sobre estimulan tus neuronas y luego las dejan marchitas cuando se acaba el efecto.

No se había dado cuenta de que sin pensarlo estaba esperando su mensaje, esperando ver su cara, esperando escuchar su voz y las pelotudeces que brotaban de su boca como una cascada infinita de inmadurez.

Es que esas cosas que tanto lo irritaban en el fondo le arrancaban una sonrisa, y le movían cables que ni siquiera sabía que estaban dentro de su cerebro.

Era cómo si se hubiese sentido vivo de nuevo. Cómo si todo este tiempo simplemente hubiera estado en piloto automático, viviendo por sus metas personales pero sin ninguna clase de emoción por nada.

Siempre trató de convencerse que ese sentimiento sombrío desaparecería por obra de arte una mañana, y la vida volvería a verse de colores, y a sentirse correcta de nuevo.

Pero nunca, ni en sus más descabellados sueños, se imaginó que el que volvería a hacerlo sentir algo sería Enzo Fernández.

Pensó en la otra noche. Cerrando los ojos para poder ubicarse en sus recuerdos; cómo ese huracán de emociones lo había llevado al límite y luego el amargo despertar; sólo, de nuevo.

Con la nube sobre su cabeza; otra vez.

Dejó salir un suspiro cargado de angustia.

¿Ahora cómo le explicaba a su mente que él y Enzo nunca podrían estar juntos?

¿Cómo se auto convencía que la vida podía volver a ser como antes?

Tan rutinaria y cíclica que le revolvía el estómago.

—¡Julián!— Haalan exclamó en frente suyo, trayéndolo al presente de nuevo y  haciéndolo parpadear —¿Estás escuchando lo que digo?

—Perdón,— musitó vergonzoso, —tuve... tuve un día medio de mierda y me colgué... ¿qué decías?

Los otros dos jugadores que estaban sentados alrededor de la pequeña mesa redondeada se miraron entre sí; consternados.

—Julián, hace días te notamos así; como ido— empezó Kevin, —Todos estamos preocupados porque no te vemos bien.

—¿Eh?— preguntó Julián, incrédulo—Chicos, no pasa nada; estoy bien.

Haalan agachó la mirada, no muy convencido, y el cordobés sintió un atisbo de desesperación subirle por la garganta.

—¿Seguro?— insistió Kevin.

—No pareces seguro— acotó Jack.

Haalan asintiendo con la cabeza en acuerdo con los otros dos, acorralando a Julián en una esquina.

manchester - julián álvarez, enzo fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora