epílogo (parte 2)

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los domingos eran los días favoritos de cristian. especialmente los domingos de julio, cuando se levantaba temprano a la mañana con las piernas de lisandro enredadas con las suyas, bajo una capa infinita de frazadas. le gustaba acariciarlo y despertarlo con besos, le gustaba levantarse y prepararle el café, le gustaba volver a la cama y ver al amor de su vida frotándose el rostro para borrar cualquier rastro de sueño, le encantaba verlo usando su ropa como piyama, le fascinaba escuchar su voz ronca diciendo "buenos días, amor". también le gustaba las primeras charlas matutinas en la cama, los baños con agua caliente que le seguían, el salir al patio y respirar aire fresco, darle de comer a su perro. su corazón se ensanchaba cuando, en la cocina, lisandro lo abrazaba por detrás y apoyaba su mentón en su hombro, le gustaba cocinar para él y, a veces, para sus familias que venían de visita. disfrutaba de las siestas llenas de caricias en la cama, cargadas con palabras tiernas, disfrutaba del sexo como si se tratara de la primera vez. atesoraba aquello que habían construido, la cotidianidad era un refugio del cual no quería salir nunca. quería vivir en los brazos de lisandro para toda la vida, y cuando la vida se terminara la querría repetir una y otra vez si eso significaba que lisandro estaría ahí para acompañarlo.

este domingo cocina la torta favorita de lisandro, quien trabaja en una nueva pieza de cerámica. el rubio le había prometido que le haría una fuente para cocinar pastel de papa, ya que a la que tenían la rompió bowie, su perro. la cocina está separada del comedor solamente por una barra, por lo que puede ver a lisandro todo lo que quiere mientras bate las claras, aunque la tarea se le dificulta al distraerse con la vista. no suele tardar mucho al cocinar, se concentra al cien para poder hacer lo mejor que puede, y termina las cosas con rapidez y eficacia. sin embargo, ese día, el ceño fruncido de lisandro, sus manos, sus brazos expuestos gracias a las mangas arremangadas de su remera, como inclinaba la cabeza hacia un costado, la concentración expresa en todo su cuerpo lo están distrayendo más de lo usual. 

si bien cristian siempre supo que lo amaba, que era el amor de su vida, que quería envejecer a su lado, nunca había pensado en el hecho de que tenía el poder de que aquello suceda en sus manos. la calidez de los domingos con lisandro a su lado cosquilleaba su cuerpo, las ganas de abrazarlo y no soltarlo nunca, la necesidad de que la vida sea de ellos y solo de ellos, el saber que se conocían mejor que nadie en el mundo, todo aquello hizo que parara en seco. no podía pensar en otra cosa, no podía concentrarse en nada más. es esto. esto es lo que quiere para toda su vida, y quiere asegurarse de ello lo antes posible. observa los cuadros que decoran su hogar: una foto que tomó julián de ellos con dieciocho años en el antro, la primera vez que se presentaron como pareja frente a sus amigos; la foto que había tomado de lisandro un día en su patio, no la que había subido a su instagram, sino una en la que se veía todo su rostro y se apreciaba su sonrisa; otra foto de ellos en su fiesta de egreso; otra con sus amigos en el cumpleaños número veintitrés de lisandro; otra de ellos dos en la playa, sus primeras vacaciones juntos; otra con sus madres el día que los ayudaron a mudarse a su hogar; una foto de ambos junto a bowie recién llegado a casa; una foto de hace unos meses, del día del casamiento de enzo y julián, los cuatro juntos. no puede evitar imaginarse una situación inversa, en la que ellos son los novios y enzo y julián, los padrinos. 

cristian deja las cosas sobre la mesada, con la mezcla a medio terminar. el horno está prendido, por lo que el ambiente es cálido. se acerca a lisandro y se arrodilla a su lado, abrazándolo por la cintura. inhala su aroma, busca memorizar el sentimiento de tocar su piel sobre la tela, aunque ya lo haya hecho un millón de veces en el pasado. lisandro se sobresalta un poco pero deja un beso en su cabeza, dejando de hacer lo suyo para concentrarse en su amor, quien está arrodillado a su lado con el rostro enterrado en su remera.

- ¿todo bien, amor? - pregunta, lisandro quiere acariciarlo pero sus manos están llenas de arcilla, por lo que se limita a observarlo desde arriba.

- perfecto - responde cristian con el rostro contra su cintura. siente como sus labios dejan besos tiernos en su costado y ríe bajito por las cosquillas que le causa - te amo.

el antro - licha x cutiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora