¿Cuál es el compañero fiel de una representación? El tiempo. Nosotros percibimos el tiempo de manera distinta a los humanos y, sorpresivamente, no es algo que nos moleste. Sin miedo a equivocarme, puedo afirmar que tampoco sea algo que nos preocupe dado que, cuando se detenga, la muerte es más una recompensa que una pesadilla.
O lo es en mi caso. ¿Cómo es la canción? "Live and let die", Vive y deja morir, poético. Te preguntarás el cómo una representación puede dejar de existir.
Nosotros somos parte de ese velo místico que se describen en las enciclopedias de lo insólito y la fantasía, que, por alguna razón, es más cercana a esta realidad que las hadas o centauros, partiendo de esa base, toda criatura tiene algo que condiciona y condena su existencia. En nuestro caso son tres: población, territorio y poder, quita una o dos de la mezcla y seremos tan endebles como un humano, eternamente jóvenes pero mortales. Quita las tres y será el adiós.
Por algo es tan difícil acabar con nosotros, pero no imposible.
Exterminio, invasión y derrocamiento, esos son nuestro puntos débiles. Mira a las madres de mis hermanos, que se quedaron débiles y moribundas por la espada que arrebata y derrumba.
Mientras peleaba contra las hordas de soldados franceses, ingleses y demás, su sangre bañando los pastizales y caballos huyendo despavoridos, por las noches, tales eran mis pensamientos.
Las pocas cartas que recibía eran de mi padre, quién solo secundaba las ordenes de los reyes, y, muy de vez en cuando, alguna misiva de mis hermanos y hermanitas.
Me consolaba cuando ellos avanzaban en su educación, me enorgullecía cuando presumían de su participación en la política interna y me entristecía sabiendo que no había fecha próxima para nuestro reencuentro.
Anhelaba volver a verlos, pero acallaba tales pretensiones. En mis respuestas, los alentaba a continuar con sus estudios y demostrar su valor como hijos de Imperio Español, como buenos cristianos, y la fidelidad a la monarquía.
Y los años pasaban. Aún si no habían batallas, mi padre y los Reyes, convencidos por él, impedían mi regreso a la capital.
"Una representación en las tropas alienta la llama de la moralidad mejor que la recompensa vacía del oro" decían en sus misivas, pero ¿quiénes eran los que pagaban por mi armadura, mi espada y caballo? Los barcos americanos atiborrados de impuestos, bienes y lingotes "vacíos" de oro.
Al mantenerme lejos, creo que mi padre me estaba castigando por mi rebeldía. Yo sabía que mi padre obraba mal cuando él creía que hacía un bien, a su vez, él pensaba que yo erraba y necesitaba escarmiento. Ambos éramos tercos y de visión cerrada.
Mis desventuras me llevaron a varios lugares, escuchando a nuevos pensadores, liberales y sabios, que cuestionaban el papel de Dios y la Iglesia, y abogaban por la razón del hombre sobre todas las cosas, incluso, algunos hasta cuestionaban de la necesidad de una monarquía. Para ellos, la monarquía había fallado en protegerlos, la nobleza, quienes debían ser los lideres y protectores del rebaño, eran vistos como lobos que, cuando no luchaban contra otros lobos, se comían tanto al trigo como a la oveja.
Honestamente, llegué a desear que mi padre dejara el poder. Sus consejos, sabios y en pro del pueblo, empezaban a ser cada vez acallados con más frecuencia por la soberbia de los reyes, temía que a parte de no hacerlo entrar en razón respecto a sus bastardos, terminase como bufón en la corte. En las calles, los súbditos parecían descontentos aún cuando hacía alguna aparición pública.
No sería la primera ocasión que un gobierno ridiculiza y menosprecia a su representación. Somos la voz que mediadora entre los lideres y el pueblo, pero a veces, llegamos a toparnos con oídos sordos en ambos bandos.
Y los años pasaban, sin miedo, hoy moría gente y mañana volvía a salir el sol, sin descanso, sin alterarse, sin desviarse jamás de su curso. Pese a la escasez de recursos, guerras, al descontento, los banquetes, fiestas pueblerinas, misas y entierros, la rutina seguía su incansable paso.
Las cartas de mis hermanos llegaban pero su contenido parecía repetirse, como si fuera la misma hoja de un libro, el mismo párrafo escrito con grafías diferentes y caminos dibujados con palabras distintas, pero que conducían al mismo vació mensaje. Era como una conversación superficial que mantienes con un familiar lejano al que estas forzado a saludar en alguna reunión anual de navidad, las mismas preguntas, cortesías y respuestas son intercambiadas, para luego despedirse con un "un gusto platicar contigo" y volver al silencio.
Ni yo entiendo como permití que eso pasará con mis hermanitos.
Es entonces que se requiere un evento que sacuda a la rutina y haga que el tiempo se tropiece mientras avanza, algo que sorprenda y perturbe lo que creíamos conocido.
Desde el nuevo mundo, en el norte, un grito potente, furioso y deseoso de libertad sacudía los pilares del mundo occidental. Una embarcación de té que se hunde, el vuelo de un águila y un símbolo de rayas, barras y estrellas hicieron temblar al mundo.
Trece Colonias, el derivado, la copia, declaraba su independencia del Reino Unido. ¡Joder! Jamás se vio algo igual. Fue maravilloso y aterrador, ¿cómo era posible? ¡Una copia solo puede obedecer! Pero algo hizo que ese chico entrase en guerra con su mismismo creador.
Lo cuento y aún puedo sentir mi piel enchinarse. Hasta entonces, solo conocías las guerras genocidas, las invasoras, las revolucionarías y las de luchas de poder, pero no una que clamara una independencia.
Estados Unidos de Norteamérica, ese chico, hizo historia. Para Europa y América, él fue el parteaguas, la antorcha, el movimiento y el modelo a seguir. Ese grandísimo hijo de puta logró algo que ni siquiera se había concebido, un maremoto tan potente cuyas olas alterarían dos continentes por completo.
Perdona mi emoción pero, de alguna manera, ese joven sostenía la respuesta como si de una brillante antorcha se tratase, iluminando un camino trazado por su propia y poderosa mano.
Hizo que todos girásemos nuestras cabezas, algunas de ellas, peligrosamente intrigadas por su accionar. Una absurda idea y devastadora sed empezó a surgir en ellas.
Así como lo fue descubrir las nuevas tierras, ahora estábamos en las puertas de un nuevo cambio.
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Con amor, España
Historical Fiction" [...] Traté de controlar la emoción de mi voz, pues no quería asustarlos más de lo que ya se veían, así que abrí mi boca y con voz calmada les dije:-, mi nombre es Reino de España, y soy vuestro... Dios, no tenía el valor de decirlo, por lo que du...