XIII.

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Imperio Napoleónico era ambicioso, el mundo era un pastel y él quería devorárselo. Siempre existen personalidades como esas: Roma, Third Reich, Mongolia, Reino Unido, China, Japón, Gran Colombia, URSS y un largo etcétera. Esa hambre es inherente a cada uno de nosotros, pues más tierras y gente significa más fuerza. 

Republica de Francia debía saberlo, jamás lo he hablado con ella, pero casi puedo asegurar que  veía las bestias insaciables que vivían en los ojos de su padre y hermano, ¿fue acaso su Revolución un feroz rugido de libertad o la desesperada acción de una chica asustada?

Sin embargo, hay otro elemento importante que aumenta en desmedida esta hambre y es, aunque no lo creas, el humano. Este personaje es nuestro campeador, nuestra Eva y nuestro Rasputin, son entes que nos seducen e invitan a tomar la acción, cuya esperanza e ilusión nos alientan. Así como el niño que le da forma a las sombras de su cuarto, son los humanos quienes también llegan a definirnos... a darnos maderos para inflamar como un glorioso y alto fuego. 

¿Demasiado poético?

En fin, cuando llegue a puerto en el viejo continente, una secreta carta de Imperio Napoleónico me esperaba. Sus intenciones eran llegar al Imperio de Portugal y colocar un bloqueo de importaciones a los ingleses, quienes empezaban los primeros pasos de la Revolución Industrial. Mira que su hermana se casó con Reino Unido y este quería acabar económicamente con ellos. Vaya cuñadito que era. 

Desde mi punto de vista, su traicionera empresa serviría a mi favor si me daba tropas, así podría enfrentar a mi padre y reclamar el trono del imperio; cambiaría algunas normas y relajaría los impuestos, esto a petición de mis hermanos.

Ellos me juraron lealtad a cambio de una mejor calidad de vida para ellos. 

Fue que decidí aceptar la propuesta del francés. Disfrace el inminente golpe de estado a la corte y a mi padre, avise a Portugal para que ella se mantuviera segura y con Carlos IV dispusimos acuerdos secretos y estratégicos con Napoleón. Todo iba en viento a favor, pero apenas los soldados franceses se presentaron en el castillo me percate de mi error. 

Lo siento, esta es una de las partes más difíciles para mi, te habrás percatado por la falta de detalle al narrar estas palabras. Simplemente, no quiero recordar, aun si para eso justamente servimos las representaciones. Es deber de nuestras largas vidas almacenar la historia y las memorias. 

Yo... mate a mi padre. Veo que le sorprende que lo admita. Los libros dicen que fue el Imperio Napoleónico, unos más osados levantan el dedo acusatorio a mis hermanos, pero ¿quién le abrió la puerta sino yo?

La llegada del ejercito francés fue suave, no causo gran preocupación, incluso algunas aldeas los acogían, pues indique que era un ejercito aliado y amistoso, que no había que temerles. 

Sin embargo, cuando llegaron a Madrid, el rey Fernando VII y mi padre salieron a reunirse con Napoleón e Imperio y las cosas cambiaron por completo. 

Tomaron el castillo, cortaron tanta resistencia encontraron, apresaron al Rey y a mi me arrojaron a una torre. 

El Imperio Español había caído, sin necesidad de presenciar la ejecución de mi padre, lo supe. Tuve tal certeza del hecho como quien despierta sabiendo que tuvo una pesadilla aun si no recuerda su contenido. 

Imperio Napoleónico se encargo de la ejecución, a diferencia de su hermana que te mira a los ojos mientras te rebana el cuello, el sádico prefería las estacas y lanzas desangrando cada miembro antes de enterrarse en el corazón.

Decía que todas las familias tienen su mancha, la nuestra era el adulterio, pero me equivoque. La cruz de nuestra estirpe es la traición. Mi padre traicionó el amor de mi madre, mi padre traicionó el bienestar de sus hijos, yo le pague con la misma moneda y hasta mis hermanos pecaron de la misma manera. 

Con amor, EspañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora