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—No quiero salir nunca de esta isla de Indonesia. —TaeMin gimió alrededor de un bocado de piña y se acercó a mí.

Sonreí con sueño y mantuve los ojos cerrados. La cama fue, sin duda, un toque increíble. Habíamos hecho un trabajo decente en mantener la arena lejos también. TaeMin había protestado al principio cuando lo dirigí a la ducha después de cada inmersión en el océano, pero ahora lo consiguió.

—¿Estás fingiendo dormir? —Me dio un golpecito en la nariz.

Me reí somnoliento, levanté una rodilla a lo largo del colchón, y me abracé a la almohada. —No, sólo me estoy relajando.

Tarareó y se arrastró medio encima de mí, dejándome caer un dulce beso en la columna. —Hay otra nevera junto al hielo en el armario de suministros. Tiene tu nombre en él.

—Es la cena. —Bostecé y empujé un poco el culo cuando él le pasó una mano encima. —Uno de los chefs preparó paquetes de papel aluminio con pescado, papas y verduras. Los pondremos en la parrilla más tarde.

—Oh Dios, eso suena tan bien. —Lentamente probaba las aguas, tocándome más y más, y me encantaba sentir la tentación en cada caricia. —Me gusta tu trasero.

—Gracias, bebé. Tú también le gustas.

Se rio y apoyó su cabeza en mi cadera. —Apenas tienes pelo aquí.

Tampoco él, aunque no era peludo por naturaleza. —Lo enceré.

—Mierda, ¿en serio? ¿Estás bromeando?

—¿No? No es nada innovador. Es el único lugar que me gusta mantener sin ningún pelo, y algunos de nosotros no nacimos con tu suave pelusa. Antes había pasado media siesta pasando mis nudillos por su perfecto trasero. Tenía los pelos más finos. Por lo demás, suave como el trasero de un bebé. No tuve tanta suerte en esa área. —Voy unas cuantas veces al año. Culo y entre las mejillas.

Tragó con fuerza, y levantó su cabeza de mí. —Hablas en serio—, dijo en voz baja. —Te depilas... ¿ahí? Como, verdaderamente... ya sabes.

—Creo que la palabra que buscas es culo. Sí.

—Jesús—, susurró. Sus dedos trazaron el largo entre mis mejillas, y yo di un zumbido de aprobación. —¿No te duele?

—Te acostumbras a ello. —Dios mío, se burlaba de mí con esos toques locamente cuidadosos. —TaeMin, toma el aceite de coco de la bolsa de papi. Es una pequeña botella en uno de los bolsillos.

Quería verme, pero claramente necesitaba un empujón. Ordenarle que me diera un masaje, con suerte, funcionaría.

La mejor parte, el aceite de coco era comestible, y no nos íbamos a ir de esta playa hasta que uno de nosotros recibiera una buena follada de lengua.

TaeMin regresó en segundos y me preguntó qué quería que hiciera.

—Masajea mi trasero—, ordené.

—Sí, señor. —Se puso en posición y entre mis piernas.

Su pobremente oculta impaciencia era linda.

—Tengo un certificado de buena salud, para que conste—, le dije. —Para que no te preocupes cuando te diviertas conmigo y el día que estés listo para más, tengo condones.

—Oh. No estaba preocupado. Pero también estoy limpio. Me hice la prueba una vez para que los extraños a mi alrededor pensaran que tenía una vida sexual activa.

Me reí en mi almohada. Dios, era demasiado adorable.

—No debería haber dicho eso—, murmuró.

—No, me alegro de que lo hicieras—, me reí entre dientes. —Eso es gracioso. Pero estás pasando el día con alguien cuya única compañera en los últimos tres años ha sido Gaeul.

PAPIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora