Capítulo II: Meeting

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- ¡Hufflepuff!- Resuena en un potente grito del sombrero seleccionador por todo el gran comedor seguido de una ola de aplausos y vitoreos por parte de la casa amarilla. Sonriente, Stella baja del taburete y camina a pasos apresurados hacia la mesa que le corresponde, saludando a quienes tiene más cerca con choques de cinco y sacudidas de manos.

No puede sentir más emoción, incluso piensa que está soñando cuando alza la mirada y nota las velas brillando por sobre sus cabezas, el firmamento estrellado que la transfiguración hace efecto sobre el techo del recinto y la gran variedad de comida en cada mesa.

La ceremonia de inicio pasa entre presentaciones y charlas, pronto los prefectos guían a los nuevos hacia sus respectivas comunes. La suya se encuentra en las bodegas, al lado de la cocina. No puede evitar hacer una mueca un tanto de desagrado con respecto a la ubicación, pues siente como si le estuvieran diciendo sirvienta de manera figurativa, piensa en escribirle una carta a la directora sobre este asunto.

El interior de la común lo relaciona con el Salón Dorado de Rusia, una eminencia en su totalidad con cortinas que caen como cascadas de oro hacia el suelo, las enormes puertas de madera en dirección a los dormitorios en cada ala del balcón interior del segundo piso y los sillones acomodados alrededor de la chimenea donde los integrantes se iban asentando, llamando de manera amable hacia los nuevos alumnos.

Opta por tomar asiento al lado de dos jóvenes pertenecientes al sexto año de educación, los reconoce ya que ellos, como buenos prefectos, los guiaron hacia el nuevo recinto donde vivirían en los próximos años: Rashel Hurliman y Mako Czajkowski, si tuviera que describirlos diría que sus personalidades brillaban con luz propia para donde quiera que estén. La sonrisa de Mako es amplia y su risa es contagiosa e incluso cálida, no tarda mucho en considerarlo como un buen hermano mayor. Por el contrario, Rashel es responsable y seria, aunque también la amabilidad que irradia la hace sentir segura a su lado.

La tutora se postra en frente a "los tejones" en una postura erguida y demostrando una gran mueca de cortesía, muy típico en la casa dorada. Lleva un porte asiático con sus ojos rasgados y sus cabellos extrañamente rosa, sin embargo, no se ve mal, es muy única, incluso, resalta por encima de los demás docentes y personal auxiliar del castillo. Se presenta como Carolie Slughorn-Myers, profesora de adivinación y tutora de Hufflepuff.

En su discurso de bienvenida viene incluido el método de obtención de puntos, las normas de convivencia junto al código de vestimenta y por último la inserción al equipo de Quidditch. Aquello último a Stella no le importa en lo más mínimo, piensa que es un deporte insignificante y que solo lo juegan las personas que les gusta ser golpeadas por las quaffles y caer de sus escobas desde alturas de hasta los siete metros.

Se estremece de solo pensar arruinarse su hermoso rostro o quedar paralítica de por vida por un juego, en su lugar, prefiere hacer un equipo de animadoras y crear hermosas coreografías junto a los cánticos de ánimo al equipo amarillo. Anota mentalmente aquello cuando nota las expresiones de emoción en los rostros de sus nuevos compañeros.

Luego de la charla de inicio, la tutora les permite bajar al vestíbulo como tradición de conocer un poco las instalaciones y convivir con los demás integrantes de Hogwarts. Es entonces que en su recorrido intenta memorizar los pasillos hasta la escalera cambiante.

El vestíbulo se encuentra colmado en jóvenes, la bruma la envuelve por segundos y se ve obligada a tomar de la túnica al compañero de casa más cercano: Ángel Wahlander, quien esboza una expresión de sorpresa al inicio, para luego apenas sonreír mientras toma de su mano para que no se pierda entre tantas personas.

Ángel es un chico de apariencia andrógina a simple vista, por sus cabellos rubios hasta el final de su cuello y sus facciones finas, pensó que era una mujer. Es sereno y servicial, lo vio sonreír todo el tiempo durante la reunión.

En su paseo por el gran espacio logra reconocer a Caelum reunido con otros jóvenes pertenecientes a su casa y a Gryffindor, lo ve moviéndose mucho con una expresión burlesca en su rostro mientras habla con un pelirrojo, incluso los demás se encuentran riéndose de sus palabras. Desgraciadamente no puede escucharlo desde su posición, pero apuesta que realmente es el matón del colegio.

Un grupo de Gryffindor se acerca hacia ella, puede intuir que son chicos de nuevo ingreso por sus rostros aniñados y el olor potente a axilas mezclado con colonia.

- ¿Conoces a Stelio?- Exclama uno de ellos seguido del asentimiento de otros tres chicos detrás suyo. - Estuvo en la común, pero se tiró un pedo sonoro que perfumó todo el lugar. Pero salió huyendo y lo estamos persiguiendo.-

Ni siquiera la expresión pura de asco que esbozó Stella logró cambiar el semblante preocupado de los jóvenes quienes esperaban la respuesta de la joven.

- No creo conocer al tal Stelio.- Responde intentando parecer lo más educada posible. Incluso llega a pensar que es una broma hacia ella por el parecido con su nombre.

- Entonces acompáñanos a buscarlo. Ese Stelio va a aprender a no pedorrearse en la común.- El joven estira su mano y atrapa la muñeca de Stella para comenzar a arrastrarla hacia el gran comedor.

No le da tiempo a negarse, pero de igual forma decide seguirles el juego, solo se deja guiar hasta entrar al lugar totalmente vacío, salvo por algunos candelabros encendidos que le daban una tenue iluminación al lugar.

Prensa los labios, no había caído en cuenta hasta ahora ¿Existía el tal Stelio por empezar? Quizás si fue una broma de mal gusto, pero no para burlarse solamente. No desea pensar mal, por lo que se gira hacia ellos esbozando una sonrisa un tanto incómoda y pronto ve a los cuatros rodeándola en un prolongado silencio.

Lleva ambas manos detrás de su espalda tanteando su varita resguardada en la funda del bolsillo trasero de su falda, baja la barbilla sin despegar la mirada de los cuatro jóvenes. No sabe hacer un hechizo aún, pero piensa que para espantarlos va a servir.

Es entonces que dos de ellos se dispersan por los costados y recitan a coro: - ¡Stelio sal!- y los dos restantes se unen caminando por el centro, pasando totalmente de ella.

Los mira por sobre su hombro y acomoda su postura, para finalmente salir en un exitoso escape de aquel lugar. No tiene la más mínima intención de seguir ahí.

Por lo pronto se dirige hacia su común a desempacar y descansar. Un nuevo comienzo se aproxima.

𝑴𝒆𝒎𝒐𝒓𝒊𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝑺𝒆𝒎𝒊-𝑽𝒆𝒆𝒍𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora