Aquella clase de DCAO fue maravillosa porque aprendió su primer hechizo en toda su vida: "Colloshoo", básicamente pegaba los pies del oponente en el suelo por al menos ocho minutos. Sus ojos brillaban de solo poder utilizarlo en algún duelo próximamente, sin embargo, el hecho de haber ganado dos puntos para su casa la mantiene realizada.
El profesor Christopher Black es quién imparte la clase, pese a su apariencia pálida y un tanto tenebrosa por la altura que posee, se puede decir que es un apasionado al momento de dictar, ya que la manera de explicarlo es tan sencillo que es imposible no entender las defensas contra las artes oscuras.
Una vez más baja al vestíbulo en busca de sus amigas, pero le es imposible no mirar hacia la mesa donde aquel Slytherin se había reventado la cabeza. En su lugar, solo hay un par de chicas con el emblema azul de Ravenclaw conversando entre ellas.
Sin embargo una ligera discusión proveniente del área de la chimenea capta su atención, buscando a los participantes de dicho problema.
- No puedes quedarte parado frente a la chimenea, ¡vas a quemarte!- Exclama de forma chillona y con un pronunciado puchero una joven pelirroja de ojos verdes, la reconoce como Krysta Hertz, una compañera Slytherin de su clase.
Tal parece que junto a Sarah Black, hija del profesor de DCAO y perteneciente a Slytherin, se encontraban corriendo a un joven de su lugar. A simple vista este muchacho se mantiene un poco pegado a la chimenea, no obstante es pronunciada la distancia entre el objeto y el cuerpo, claramente él busca el calor irradiador de la leña. Lo entiende, el invierno es dentro de unos días.
- Si me quemo o no, es mi problema ¿No tienes a dónde más ir a molestar? - Remata el joven en un tono mordaz sin dejar de ser bajo, claramente no quería hacer una tormenta en un vaso de agua.
- Muévete.- La respuesta tajante de Sarah al joven es un indicador claro de que pronto iba a armarse un problema. Los verdosos ojos de la fémina Black son fríos y serios, sumado a la expresión retadora que posee provoca temor a cualquiera.
Por aquella discusión un par de prefectos se acercaron a calmar la situación, bastaron un par de palabras para que ambas compañeras se apartaran del vestíbulo en dirección a la escaleras, claramente nada felices de haberles llamado la atención.
Por otro lado, Stella siente la necesidad de ser más amable con el joven y buscar, por medio de la diplomacia, una buena razón por la cuál no desea moverse de su lugar. Por lo que se encamina hacia él, siempre mostrando una afable sonrisa en el rostro, un intento de que se sienta cómodo con su presencia.
- ¿Estás bien? Vi que mis compañeras te molestaban.- Su voz sale en un tono dulce, fino, especialmente para él; se posiciona a su lado, frente a la chimenea. Es notoria la estatura entre ambos, a pesar de su aspecto aún puberto, puede adivinar que él es uno o dos años mayor que ella.
- Si, lo estoy. Y no importa realmente, intento ignorar esos arrebatos.- La voz del contrario sale recelosa, pensará que ella está ahí para también molestarlo con respecto a su lugar. Mira al frente, ni por un momento sus ojos se fijaron en ella, aún...
- No estoy aquí para molestarte, ni mucho menos correrte. Sólo quería saber si estás bien.- No sale como un reproche, su voz sigue calmada, amable, incluso le sonríe mientras alza sus azules ojos para fijarlo en las facciones del muchacho. No es nada feo, al contrario, algo en él la mantiene expectante. - ¿Cómo te llamas?- Cambia de tema rápidamente.
- "Saga" Abagnale, un placer.- Y es entonces que los ojos de aquel Slytherin se posan sobre ella y su expresión cambia a una más humilde, su entrecejo se relaja y la comisura izquierda de su labio se eleva sutilmente en una coqueta sonrisa. El rostro más bello que había visto hasta ahora. -¿Y tú?-
Se vio encandilada por unos instantes hasta el punto de sentir sus mejillas arder, seguramente sonrosadas por perderse en los ojos de Saga, pero no por eso no muestra su hilera de blanco dientes y lleva un mechón de sus dorados cabellos detrás de su oreja.
- Stella Horowitz, el placer es mío.- Y estira su mano hacia él para formalizar la presentación. El tacto le agrado, apretó delicadamente y como de costumbre sacudió tres veces exactas antes de soltarlo lentamente hasta rozar las puntas de sus dedos.
Nunca despegó su vista del rostro masculino de Saga, su primera impresión fue exitosa sumado a que él no dejaba de detallar cada parte de su tierno rostro; sigue con su vista los ojos del slytherin y casi puede adivinar los puntos faciales donde clava las iris.
Aquello se vio interrumpido cuando notó, por encima del hombro de Abagnale, ambas compañeras suyas apuntando sus varitas hacia él, notó un resplandor verde y la sonrisita traviesa de ambas chicas. "Qué problema..." Piensa en su interior sintiendo el frío sudor correr por su frente.
Se separa de él y busca un espacio libre en el sofá para tomar asiento, poco a poco el lugar se va llenando de personas. En cambio, cuando Saga pretende dar el primer paso en dirección al sofá contrario, sus piernas se detienen de manera brusca y pronto se da cuenta de que ambos pies se encuentran unidos al suelo, pegados.
Stella prensa sus labios y evita soltar una risilla por respeto, ambos se miran a la cara y puede notar que Saga ya se da una idea de las autoras de la pequeña broma. Sin embargo solo suelta un resoplido de resignación, no lo cree capaz de ir persiguiendo a ambas niñas para devolverles el favor.
- ¿Sabes? Los primeros hechizos no siempre salen efectivos como deberían. Tal vez podrías quitarte los zapatos.- Stella utiliza un tono condescendiente y achina sus ojos en una sonrisa amable hacia el contrario. No cree que funcione realmente, pero al menos para darle un manto de dignidad intenta ser lo más cordial posible.
Y raramente funcionó, por lo que el Slytherin tomó asiento frente a ella luciendo sus blancos calcetines sobre el sofá para no ensuciarlos de más, y los zapatos lustrados perfectamente de negro, solitarios, se mantuvieron fijos frente a la chimenea. Aquella fresca tarde-noche se pasó entre risas y presentaciones, claramente por primera vez conectó con alguien más.
ESTÁS LEYENDO
𝑴𝒆𝒎𝒐𝒓𝒊𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝑺𝒆𝒎𝒊-𝑽𝒆𝒆𝒍𝒂
FantasíaEste diario fue encontrado dentro de una madera suelta de la común Hufflepuff, se mantuvo olvidado y en el anonimato hasta el día que lo despertaron del letargo. Sin permiso y candado, abrió sus polvorientas páginas ya amarillas y reveló los secreto...