(𝐈𝐕)

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Nota de la autora: ¡Hola mis queridos lectores! Creo que este capítulo es uno de los más largos. Espero de corazón que os guste y  que os ayude a evadiros si lo necesitáis ❤️❤️

 Espero de corazón que os guste y  que os ayude a evadiros si lo necesitáis ❤️❤️

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Quédate conmigo esta noche

Los ojos de la mortal brillaron al escuchar estas aladas palabras.

Se vislumbraban muchos sentimientos en sus ojos color miel y la diosa se percató de eso. Abrió sus brazos, invitándola a que se dejara mimar por ella. Niké recostó su cabeza en uno de los hombros de la diosa guerrera y se dejó abrazar por ella. Se sintió segura entre sus brazos y a su vez también la abrazó.

— Atenea, no encuentro las palabras para agradecerte que me coloques bajo tu protección — susurró mientras cerraba los ojos, sintiendo cómo su cuerpo se relajaba y cómo la somnolencia provocaba que sus párpados pesaran más, obligándole involuntariamente a cerrarlos.

La diosa vio cómo la mortal comenzaba a adormilarse y le pareció algo tierno. Niké había vivido emociones muy intensas ese día y entendió que era normal que se encontrara agotada. Se levantó y la tomó entre sus brazos. Sentir su cuerpo contra el suyo aceleraba su corazón y se sonrojó.

— ¿Qué me está sucediendo? — se preguntó la diosa de la sabiduría, sin querer reconocer que estaba desarrollando sentimientos por la cauta mortal que sostenía entre sus brazos.

Niké parecía que no quería separarse de ella. Sus brazos permanecían firmes, rodeando el cuello de la diosa que había tenido la generosidad de acogerla y enseñarle todo lo que sabía. Pero la fuerza y determinación de Atenea ganó esta pequeña pugna. Desenroscó los brazos de la mortal y finalmente la dejó en la cama. De manera impulsiva se atrevió a tumbarse un momento a su lado, viéndola dormir. Se vio tentada a quedarse allí pero sabía que no podía hacerlo. Acarició una de las mejillas de Niké a modo de despedida y abandonó la habitación.

Mientras Atenea se iba a sus aposentos pensó que entrenarla iba a ser mucho más sencillo de lo que estaba siendo en realidad y eso era así porque no contaba en absoluto con que desarrollaría sentimientos que hasta ese momento eran desconocidos para ella.

El tiempo siguió su transcurso habitual. A cada día que pasaba el afecto que sentía Atenea por la mortal se acrecentaba. Sin darse cuenta buscaba con mucha más frecuencia su cercanía. Sentía la imperiosa necesidad de rozarla y deleitarse con la suavidad y calidez de su piel. No podía evitar vigilarla recelosa cuando los otros dioses ponían sus ojos en ella. Especialmente vigilaba a su tío Poseidón, pues desconfiaba de las oscuras intenciones que pudiera tener con Niké y además, temía que su tío utilizara a Niké como instrumento para causarle daño.

Para Niké eran indiferentes las atenciones que le prestaban algunos dioses del Olimpo. Sí, disfrutaba de su compañía y de las conversaciones que surgían, pero realmente ella disfrutaba mucho más de las atenciones que la diosa de la sabiduría le prestaba, las cuales causaban estragos en su pobre corazón porque contribuyeron a que se enamorara por completo de la diosa virgen.

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