(𝐕𝐈𝐈𝐈)

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Nota de la autora: ¡Hola! nos vamos acercando al inminente final. ¿Qué os digo que no sepáis ya? que ha sido todo un placer para mí haberme animado a escribir esta historia y compartirla en esta plataforma❤️

Regresemos  a la Grecia clásica donde los dioses olímpicos hacían y deshacían a su antojo✨🏛️

Regresemos  a la Grecia clásica donde los dioses olímpicos hacían y deshacían a su antojo✨🏛️

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I. La expulsión del Olimpo

Cuando piensas que no puedes ser más feliz siempre hay alguien dispuesto a estropearlo

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Cuando piensas que no puedes ser más feliz siempre hay alguien dispuesto a estropearlo.

El rencor y la envidia invadían el corazón y mente de la señora del Olimpo, Hera. No soportaba ver a Atenea siendo feliz por la presencia de esa mortal que tuvo la osadía de afirmar que era la diosa más bella. Hera no terminaba de entender como una simple y estúpida humana podía codearse con los dioses del Olimpo por el sencillo motivo de haber caído en gracia a Atenea. Esperó y esperó hasta que por fin halló el pretexto perfecto para separarlas.

***

Atenea llegó con bastante puntualidad a la asamblea convocada por Hera con tan poca antelación. Tomó asiento en su trono e intuyó que ésta no tramaba nada bueno.

— Os convoco a todos en asamblea, dioses inmortales, para que aprobemos la expulsión de la mortal Niké del Olimpo. Permitidme hacer hincapié en que nuestra morada no es un lugar digno para los mortales y por ese mismo motivo vivimos en el Olimpo alejados de sus pueblos y polis . Como bien sabéis son numerosas las normas que hemos establecido para que nuestra relación con ellos sea lo más distante posible— comenzó a hablar la señora del Olimpo.

Hizo una pausa y giró su rostro para encarar a la diosa guerrera, la cual la contemplaba con gran desconfianza.

—Atenea ha transgredido todas ellas y detallaré a continuación los motivos de tal transgresión. Ha interferido de manera notable en la vida de la mortal Niké, apartándola de su hogar y su familia. La ha convertido en su guerrera y no solo eso, ha tenido la osadía de enamorarse de ella y la retiene aquí porque la quiere para sí. Es vergonzoso e intolerable que una diosa se enamore de un mortal y aún más si la que se enamora eres tú, diosa guerrera. Y es aún más reprobable porque tú pronunciaste votos de castidad y desde tu nacimiento has pensado que las pasiones son y serán una distracción para la razón y la guerra —concluyó así la diosa de los níveos brazos.

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