(𝐈𝐕)

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Las tres pruebas de Palas

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Las tres pruebas de Palas

Reino del Inframundo

Después de haber convencido a su hermano Poseidón de unirse a su causa contra su nieta, Zeus partió al Inframundo para convencer a su hermano mayor Hades de que tomara posiciones en el gran conflicto que estaba por venir. Hades no esperó encontrarle en sus dominios y sin más dilaciones lo condujo a su palacio.

— Hermano, es evidente que algo quieres de mí— puntualizó Hades mirando fijamente a su hermano pequeño.

— Así es, hermano. Estoy aquí porque necesito tu ayuda— reconoció el hijo menor de Cronos.

— Tú dirás...— respondió Hades con desconfianza.

Zeus tomó aire y le contó todo. Le habló de la profecía de Gea acerca de su nieta. Le contó el plan que urdió para matar a Palas y a las amazonas. Hades asentía con la cabeza prestando atención a lo que su hermano le relataba y sin poder evitarlo su semblante cambió. Ahora miraba a su hermano con gravedad.

— No formaré parte de tu causa— indicó.

— Hades, hermano. Eres poderoso. Necesito que te postules a mi favor para ganar esta guerra— reconoció Zeus.

— Hermano, sabes que siempre he acudido en tu ayuda cuando me has necesitado. Luché junto a ti en la guerra que libraste contra padre y los demás titanes que permanecen ahora encerrados en el Tártaro. Pero esta guerra no la lucharé por ti.

— Hades, no tienes otra opción. Intervendrás en esta guerra luchando a mi lado— terció Zeus en un tono autoritario.

El rey del Inframundo no se estremeció ante ese tono amenazador que funcionaría con cualquier criatura que poblara la Tierra o el Olimpo.

— No voy a luchar, hermano. Recuerda que no tomé partido en la guerra que tuvo lugar ante las infranqueables murallas de Ilión porque las guerras no van conmigo. Además, por los dioses, Palas es sólo una joven y la abuela ya delira.

— Hades, hermano ayúdame...— casi suplicó Zeus al ver que no le ayudaría.

— Haz lo que tengas que hacer que yo no quiero saber nada— respondió el señor del Inframundo mientras le instaba a que abandonara sus dominios.

Olimpo, un año después

El ambiente reinante en la morada de los dioses no podía ser más tenso. Los dioses, temerosos de una conspiración por parte de las diosas, las echaron del Olimpo y desde ese momento apenas intercambiaban palabra los unos y las otras porque la gran guerra de la que todos hablaban estaba cada vez más cerca.

Se creó una competición feroz en la que ambos bandos ponían gran empeño en reclutar el mayor número de fuerzas posibles.

Las diosas fueron las que realizaron el primer movimiento y sabían que no tendrían ninguna posibilidad si no contaban con el dios de las forjas. Usaron la persuasión y gracias a ella lograron convencer al habilidoso Hefesto para que tomara partido por su causa. El dios de las forjas estaba también cansado de la gran tiranía de Zeus y como consecuencia de la gran lealtad que guardaba a su madre Hera y a Atenea, tomó partido por la causa de su sobrina Palas y les forjó armas espléndidas y poderosas con las que derrotarían al bando de Zeus.

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