Rosa y Benito

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•Sentados uno al lado del otro en sus viejos y descoloridos sillones, Rosa lee el periódico para su esposo, como cada tarde. Benito escucha atento, y Rosa salta las noticias repetidas o muy largas para evitar que su esposo se quede dormido.

•Después de la lectura diaria, Benito, prepara té para su esposa, mientras ésta poda su pequeño jardín. Al llegar la noche, la cita diaria es frente a un ya viejo computador que les instaló el menor de sus hijos, antes de también irse a probar suerte fuera de las fronteras.

•A las 7pm: la cena, a las 8pm: llamada de Naireth, a las 9pm: la llamada de Roberto, y a las 10pm: la de Alfredo. El menor es el último en llamar, aunque esa regla no aplica con los otros dos, debido a que la hija del medio, llama primero. "Soy la única hija, así que debo llamar  primero", se defendía ante sus hermanos.

•Algunas noches la rutina no se cumplía, el trabajo, los hijos y la vida social tomaban más tiempo del planeado. Sin embargo, sus padres siempre estaban ahí para atenderles. Luego llegaban los recuerdos de las reuniones, los bailes y las citas, para dar paso a un dulce y placentero dormir.

•Un domingo como cualquiera, Rosa, preparaba galletas después de ir a la iglesia y Benito estaba arriba, descansando un poco. Una hora después, las galletas calientes y la leche tibia estaban en la mesa, Rosa llama a su esposo, cada vez más fuerte y cerca, en caso de que no la oyera. La quinta llamada fue en la puerta de su habitación, ya no había excusa de no haber escuchado.

•Las sirenas de la ambulancia, los gritos del equipo médico y voces de los vecinos, aturden a Rosa mientras espera alguna respuesta. Nadie esta junto a ella, nadie sostiene su mano, como ella sostuvo la de su amado Benito, mientras llegaba ayuda. Un joven doctor da el diagnóstico y ahora, ella deberá quedarse en ese frío cuarto, si quiere estar junto a esposo. Después de días, su único apoyo extra es su única hija.

•Días después, Rosa, estaba más cerca de su esposo que antes. Justo en la cama de al lado, conectada a unas cuantas máquinas. Todos decían que compartían un mismo corazón y ésta vez, lo demostraron más que nunca.

•A una semana de estar internos, amanece un hermoso y perfecto día soleado. Ya por fin llega el verano y la lluvia se detiene, así como las máquinas de la habitación 51. Naireth está entre sus camas, dejando el alma en su llanto, mirando como los cuerpos ya inertes de sus padres, se siguen sosteniendo de las manos, como en la foto de su primera cita. Su piel se pone de gallina cuando siente los besos de despedida en su mejilla, sabe que no los verá más, que nos lo abrazará ni tocará más, pero a la vez sabe que ellos siempre acompañarán a su familia, tan juntos, como en la eternidad.

🖋️Mare Durán.
📸: Google imágenes.
💫 Inspirada en la historia de Don y Maxine Simpson.

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