Capítulo 1

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En cuanto hemos puesto un pie en el campamento, nos hemos dispersado

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En cuanto hemos puesto un pie en el campamento, nos hemos dispersado. Cada una ha tirado por su lado para buscar la habitación en la que va a dormir y yo me he quedado sola en mitad de este enorme sitio.

Respiro hondo y cierro los ojos, disfrutando del aroma a naturaleza, a aire limpio. Todo es precioso y, de cierto modo, pintoresco, y el campamento no está nada mal localizado. Mi padre ha hecho un buen trabajo aquí, debo reconocerlo.

Miro a mi alrededor y camino hacia un edificio que se supone que es donde dormimos los monitores. Según mi padre, el monitor jefe tiene su despacho ahí, y es a donde me dirijo. Mi misión aquí es vigilar el panorama; comprobar si los nuevos monitores hacen bien su trabajo. Y además, controlar a mis hermanas y mis primos. Después de todo lo que ha pasado la familia, nos hacía falta esto, y como la hermana y prima mayor que soy, me toca ponerles el ojo encima.

Camino sin muchas prisas hacia el susodicho edificio, arrastrando la pesada maleta conmigo y peleándome con el suelo empedrado que hace que las ruedas se queden atascadas cada dos por tres. Cuando entro en las instalaciones y el suelo vuelve a ser liso, respiro aliviada. Me estaba cansando de la maleta ya. Miro hacia ambos lados, leyendo los carteles de las puertas. Avanzo por el pasillo, y al fondo de este, hallo la puerta que buscaba, la que dice "DESPACHO". Dejo la maleta a un lado y toco en la puerta con cuidado, para tampoco asustar con porrazos a quien haya dentro.

- Adelante - responde una voz desde el interior.

Mi sorpresa no es pequeña cuando paso y veo al hombre que se esconde tras un portátil. Sus ojos color miel están fijos en la pantalla, y sus dedos teclean a toda velocidad. Pero mi sorpresa no es que escriba asombrosamente deprisa (que también); mi sorpresa es lo guapo que es el tipo.

- Buenos días - saludo sonriendo un poco.

- Buenos días - responde él mirándome por primera vez desde que he entrado.

No pierdo detalle de cómo sus ojos me recorren de arriba a abajo, y cuando se levanta yo hago lo mismo con él. Es un poco más alto que yo, y tendrá unos treinta y algo. Y está bueno que te cagas, cabe señalar.

- Tú debes de ser la hija mayor del señor Méndez - dice él rodeando la mesa para ponerse frente a mí y darme dos besos. - Yo soy Iker, Iker Casillas.

- Y yo Dana, un placer - sonrío y siento que me arden las mejillas.

¿Me he sonrojado? Puede ser.

Por el rabillo del ojo veo que hay algo en una esquina de la habitación, y cuando giro la cabeza para mirar, veo que hay un perro acostado en una camita. Es un golden retriever, una de mis razas favoritas, y es precioso.

- Ese es Doce - señala él al darse cuenta de qué es lo que estoy mirando, haciendo un ademán de cabeza en dirección al animal. - Espero que no haya problema, tu padre me dijo que no pasaba nada si me lo traía.

Aquel VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora