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Cuando entró en la casa, apenas tuvo fuerzas para tirar sus cosas en el sillón. Sin pensarlo dos veces, subió corriendo las escaleras y se encerró en el baño. Su estómago seguía revolviéndose, obligándola a volver a vomitar. Después de enjuagarse la boca y lavarse los dientes, se quedó un momento frente al espejo, intentando controlar su respiración. Tomó aire profundamente, una y otra vez. 

Se apoyó en la fría pared del baño, buscando algo de consuelo en la frescura del lugar. Solo tenía una cosa consigo: su celular. Lo desbloqueó, y con dedos temblorosos, buscó el contacto de su mejor amiga. No lo pensó dos veces antes de apretar el botón de videollamada.

La pantalla tardó unos segundos en mostrar a Antonela, quien apareció con el ceño fruncido, preocupada al verla.

—Valen, ¿qué pasa? —preguntó, sus ojos estudiándola con atención—. No sos de hacerme videollamadas así de repente.

—Estoy embarazada —respondió ella, soltando las palabras como si fueran veneno—. De un mes.

Antonela se quedó congelada, su expresión cambió en un instante.

—¿¡Qué!? —exclamó, levantándose de golpe de donde estaba sentada—. No es joda, ¿no? Sabes que con eso no se juega, Valen.

La joven negó con la cabeza, agotada. Se sentó en el suelo del baño, apoyando el mentón en sus rodillas.

—No, boluda, es verdad. Le conté a Nico ayer, cuando me enteré. Hoy volví a entrenar, pero tuve que irme temprano después de vomitar en plena cancha.

—¿Y... se lo dijiste al Dibu? —preguntó Antonela, usando el apodo familiar, mientras Valen negaba con la cabeza—. Dios, Valen, te va a terminar haciendo mal esconderselo. Guardarte algo así no te va a hacer ningún bien. Pero... más allá de eso, ¿cómo te sentís vos? 

Ella suspiró, alzando la mirada hacia la pantalla, buscando un reflejo de sus propios sentimientos en los ojos de su amiga.

—No sé. No sé cómo sentirme. Es como... lo pienso, y sé que no estoy lista para esto. No ahora. Pero al mismo tiempo... ser madre siempre fue parte de mis planes, algún día. Solo que... también tengo mis planes con la carrera.

Antonela la miró con ternura, y por un momento todo se quedó en silencio.

—Valen... —dijo finalmente, su tono más suave—. Sinceramente, no creo que sea malo. Es decir, estás en un buen momento, corazón. Tenés 21 años, casi 22. Eso te da una ventaja que tal vez no estás viendo.

—¿Qué ventaja? —preguntó ella, frunciendo el ceño.

—Vas a poder seguir con tu carrera por mucho tiempo. Pasás los primeros años con el bebé, y si es necesario, contratás una niñera cuando sientas que lo necesitas. Vas a tener tiempo para estar con él, no te preocupes tanto por eso.

Valen bajó la mirada, pero sus palabras empezaban a calar hondo.

—¿Y si no funciona? —susurró.

Antonela sonrió de lado, confiada.

—Lo vas a hacer funcionar. Vos siempre lográs lo que te proponés, amorcito. Si realmente querés ser madre, lo vas a lograr.

Por primera vez, Valen esbozó una pequeña sonrisa, apenas perceptible, pero estaba ahí. Algo en las palabras de su amiga le daba calma.

—¿Por qué no le dijiste nada a Emi? —insistió Antonela, mencionando a su pareja por su nombre.

—Porque no sabía qué quería hacer... No quería decírselo y después arrepentirme, arruinarle la ilusión si... si decido no tenerlo —respondió ella, mordiéndose el labio—. Él quiere ser papá, Anto. Y yo... yo no sé si puedo darle eso ahora.

loved you first - dibu martinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora