Poseído.

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Charlie está debajo de mí. 

Me mira apenas sin parpadear, como si estuviera poseído por una especie de espíritu maldito que no le deja escapar de mis brazos. 

Creo que yo siento lo mismo cuando le miro, y apenas pestañeo tampoco. 

Yo sí que creo estar poseído. Me siento así desde que le conocí, y no sé si alguna vez dejaré de sentirlo.

Bajo mis sábanas, mi edredón y mi cuerpo desnudo, Charlie se escurre, se encoge y se dilata. Se deja acorralar, batalla pero se deja ganar. Charlie pide, resopla, gime, jadea. Y yo le sigo, porque no puedo hacer otra cosa más que eso. 

Aquí, metido en mi cama, en el silencio de mi casa vacía y del jardín oscurecido por la sombra del cielo en su puesta de Sol, Charlie repite mi nombre. Lo hace en voz baja, como si quisiera gritarlo y al mismo tiempo no. Como si quisiera promulgarlo y al mismo tiempo, cerrar la boca. Como si quisiera no dejarse ganar... pero se deja. 

Como si quisiera que esto no acabara nunca.

Te entiendo, Charles. Porque yo también me siento así. Pero yo sí que quiero ganarte, una y otra vez. 

No estoy dispuesto a recuperar mi aliento en las próximas horas. No pienso dejar que Charlie salga de aquí, de mi cama, de mis sábanas, de mis brazos. Sigue debajo de mí, moviéndose despacio pero con ritmo. Deseoso, pero callado. Somnoliento, pero más despierto que después de la siesta. 

Le beso por fin en los labios, y ahoga su pequeño gemido contra los míos. No sé qué me gusta más: si eso u oírlo directamente en mi oído. No puedo decidirme, así que opto porque me de ambos. Separo mis labios de los suyos para que termine su pequeño gemido convertido en un sonido real. 

Y le miro con ojos prominentes, con mirada intensa. Con todo el amor que me cabe... porque ya no me cabe más, y tengo que dárselo. 

Está debajo de mí, acorralado contra mi cuerpo desnudo y, admitámoslo, excitado. Y mi piel caliente. La suya también lo está, nuestras temperaturas encajan en perfecta sincronía. Charlie no deja de mirarme, y creo que se me eriza el vello de la nuca. A su vez, se agarra a ésta, acaricia mis hombros, atrae mi boca a la suya para proponerme un beso cálido y sedoso. No puedo negarme. Finalmente abro la boca con sutileza y dejo que su lengua interrumpa levemente la salivación de la mía. Que roce mis paletas y que vuelva a esconderse en su boca para que yo vaya a buscarla entonces. Pero no te equivoques, Charlie. No tengo ninguna prisa. 

Y espero que tú tampoco.

Aún lleva puestos sus pequeños calzoncillos azules, y me encanta cómo ese color ensalza el oscuro de su piel. Su barriga suave y perfecta se masajea contra la mía, pero hago un esfuerzo por apoyarme con suavidad y no aplastarle. Me concentro en sentir cómo sus manos me acarician el torso y en tener los ojos abiertos el mayor tiempo posible para disfrutar de este espectáculo. 

Siento que su piel clama la mía, y no sé si es sólo mi percepción pero me dejo llevar por esa llamada llena de feracidad. Estrecho mi pecho contra el suyo y me muevo con sutileza de arriba a abajo, restregando mi erección desnuda contra la suya, aún cubierta por la tela de su ropa interior. Sin embargo, puedo sentir la parcela de tela mojada que ha humedecido con la punta de su erección, y cada vez lo noto más. Me encanta. Mi Charlie gotea gracias a mí, no puede evitarlo. Y eso me hace querer quedarme a vivir aquí para siempre. En esta posición, en este lugar y en este momento. 

Hemos vuelto de clase hace un rato, ya no sé exactamente cuánto. Hemos tomado té juntos, nos hemos tumbado en la cama y nos hemos relajado. Charlie se ha dormido veinte minutos sobre mi hombro, y yo cabeceé sobre sus rizos negros ante tanta placidez. Y se ha despertado, y me ha despertado que se moviera. Y le he besado, no sé en qué momento de tantos besos que le he dado... y algo se ha encendido en mi estómago, y me he desnudado, y me he subido sobre él, y le he lamido el torso, y me he quitado los calzoncillos para sentirme más cerca de él. Y no sé cuándo, ni cómo ha pasado. Pero aquí estoy. Con la mente en blanco. No puedo recordar el camino que me ha llevado hasta aquí. Pero no me interesa recordarlo. Así estoy genial.

Poseído.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora