Charlie gime contra mi boca y respira con fuerza.
Se está corriendo de nuevo ante mi reacción atónita y mi mano atada a su polla y manoseándola. Sí, joder, masajeo su polla a toda prisa mientras siento cómo su semen caliente se esparce en mi palma y empapa sus calzoncillos. Estoy ensimismado. Sólo mi precioso novio podría ofrecerme semejante espectáculo. Se mueve contra mi mano mientras echa todo lo que tiene para mí, y yo no puedo estar más encantado de recibirlo. Cuando termina le sigo masturbando hasta que me pide que pare. Y aún así tardo unos cuantos segundos en hacerlo... porque no pienso tolerar que ni una sola gota de su líquido se quede dentro de él. Es todo mío, lo quiero todo conmigo, en mi mano, fuera. Para mí. Se abraza a mi cuello y le tiemblan las piernas. Y cuando le siento completamente flácido, saco la mano de su ropa interior, que permanece mojada y pegajosa contra su barriga y su pubis. Sonrío como un condenado con los ojos cerrados y las mejillas sonrosadas. Me llevo la mano hacia la cara para observarla de cerca: una especie de líquido medio solidificado, blanquecino y caliente resbala por mis dedos y mi palma, llegando a mi muñeca.
Oh, por dios.
Charlie me mira aún jadeante, y aprecio cómo sus ojos se han convertido en un penetrante azul marino mate. Me siento hipnotizado por esa tonalidad. Me observa mientras yo ignoro su cara por unos segundos para engrandecerme mirando su semen en mi mano: triunfante, le miro, sonrío, y vuelvo a mirarme la mano. Vuelvo a mirarle. Charlie está totalmente sonrojado y acalorado. No sabe qué decir. Yo tampoco, cariño. Estoy extasiado. Pego directamente la mano a su boca y dejo rastro de su propio semen en sus labios. Entonces le beso con todo el hambre que me devora por dentro y saboreo el dulzor de su interior. Charlie me devuelve el beso rendido ante mí, esta vez sintiendo que ha perdido todo el control de la situación.
Y así es.
Le empujo contra mí y le tumbo sobre mi colcha. Le arranco los calzoncillos y siento cómo la parte de arriba se despega de su pubis porque sigue pegajosa. Deja las piernas abiertas, rendido y jadeante, mientras le miro con el reflejo de la luz de las farolas de la calle darle un tono aún más atractivo a esta situación y a su tez morena y suave. Me lanzo sobre él porque no lo soporto más, y tras un apasionado ataque a su cuello con mi lengua y mis dientes, le agarro con fuerza por los brazos y le doy la vuelta. Levanto su trasero contra mí y no rechista. Lo pone en pompa y lo acaricio con suavidad. Sus glúteos lucen relucientes ante mí, nunca le he dado un azote. Y no lo haré mientras no me lo pida. Pero ganas no me faltan. Ganas de tocarle, pegarle con su consentimiento, lamerle, chuparle, comerle, besarle. Todo es poco con él. Apoyo mi barriga en su espalda y siento el calor que desprende su piel desnuda. Abro el cajón de mi mesilla de noche y desesperado, busco un condón entre mis libros y mis medicinas contra el asma. Agarro uno con prisa y lo tiro sobre la cama para seguidamente meter la mano de nuevo y coger el botecito de lubricante que Charlie trajo la última vez que vino, con toda la intención de usarlo conmigo.
Y así será, cariño. Pero no ahora mismo.
Me separo de él y me quedo erguido y apoyado con mis rodillas en mi colchón. Inspiro hondo y le observo agachado para mí, para nuestro placer. Mi novio me complace de todas las formas posibles, y esta es una de ellas. Estoy poseído por el amor que siento por él.
Con mi mano derecha, aún pegajosa por el semen que acaba de echar en ella, aprieto el botecito hasta verter una buena cantidad de lubricante sobre mi polla palpitante. Me restriego contra la zona perianal de Charlie y lo esparzo en ella con mi polla. Primero con la punta, y luego con toda ella. Joder, siento cosquillas hasta en la nuca. No me da tiempo a usar el condón, porque en cuanto empiezo a rozar mi polla contra el interior de sus glúteos y la parte baja de sus testículos, llenos de lubricante; siento que no puedo dejar de hacerlo. Es adictivo. Me rozo contra él, cada vez con más fuerza, gruñendo y agarrándome a su cadera como si fuera mi única salvación. Lo es. En cuanto me restriego unas cuantas y siento todo el lubricante esparcirse en la punta de mi polla contra su ano, no puedo aguantarlo más y me corro como un condenado. Gimo alto y fuerte, agarrándome a sus caderas con todas mis ganas, dejando la huella de mis dedos en ellas; y salpicando mi semen por sus glúteos, sus testículos y su ano. Joder, sí, ver cómo mi semen sale de mi polla caliente y completamente lleno de deseo y amor por este chico, y yendo directo a su ano y alrededores; me hace perder la razón.