Poseído 7

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Saco el jugador rudo de rugby que llevo dentro y manejo a Charlie como un muñeco de trapo.

Le vapuleo, le agarro y le sostengo en el aire, contengo la fuerza en mis bíceps para no dejarle caer, le muevo, le siento, le tumbo. 

De un empujón que le hace rebotar suavemente contra el colchón, y hace que se me quede mirando sorprendido durante un par de segundos. En ese momento me siento un poco culpable, quizá me he pasado de efusivo.

"Perd-..."

Interrumpe mi disculpa estirando los brazos y agarrándome del pelo y del cuello para tumbarme sobre él y besándome con todas las ganas que tiene. O todas las que posee en este momento. Confío en que crezcan.

Intento no aplastarle, pero me aprieta tanto que me dejo caer sobre él. Durante un segundo me siento incómodo y me revuelvo, porque no quiero hacerle daño. Me incorporo con torpeza y prisa, pero Charlie ya ha cambiado el gesto.

Sus ojos se han tornado ya azul marino.

Cuando sucede se me acelera el corazón. Sé la razón, sé lo que viene, sé lo que siente.

Y no puedo sentirme más amado y más excitado. Los iris de Charlie son muy chivatos, y siempre que su color cambia algo cambia en él. Si se aclaran, está sereno o alegre. Si tienen un azul medio, está en su estado habitual de humor negro e instinto fallido de supervivencia. Si se oscurecen, algo muy malo o algo muy bueno va a ocurrir.

Y creo que es lo segundo.

Porque mientras le miro abre la boca empezando a inhalar con rapidez. Sus mejillas dejan de ser oscuras para aclararse suavemente, ofreciendo un rosado tenue que cubre sus pómulos.

Rozo con mi dedo índice su clavícula derecha, y sigo esa línea que la anatomía de Charlie me proporciona como pista para llegar a donde quiero: su hombro. Ahí me agarro y aprieto con suavidad. Acaricio hasta el codo y hago lo mismo con el otro brazo. Él sigue observándome y agarrándome de la cintura, esperando a que vuelva a donde él me había colocado.

Pero aún no quiero.

Porque quiero disfrutar de este espectáculo todo lo que pueda. Verlo en primera fila es un privilegio que sólo yo tengo.

Y mientras observo detenidamente cada detalle de su anatomía, él parece excitarse por ello y al mismo tiempo avergonzarse. Sonrío ante tanta dulzura y él parece más cortado aún. Conmovido por su reacción me lanzo hacia su boca sediento, pero cuando llego a ella apenas le rozo. Charlie respira hondo delante de mi nariz, supongo que porque había asumido que iba a besarle. Pero no es así. Quiero sentirle, cómo inhala, cómo exhala, cómo me desea mientras aletea sus pestañas negras como el carbón mientras fantasea conmigo haciéndole el amor. Y yo lo hago con él al tiempo que decido que es hora de que me vaya satisfaciendo a mí mismo... y a él también. Le debo a Charlie mi semen, mi cara de placer, mi olor cuando le tengo entre mis brazos. Sé que lo quiere.

Pero yo también lo quiero de él.

Y después de lanzarme finalmente sobre sus labios, le agarro de los brazos con fuerza para que no se mueva y le lamo la barbilla con ganas. Mantiene la boca entreabierta a la espera de que ataque ahí de nuevo, pero no pienso dejarle saber mis próximos movimientos. Ni siquiera yo los sé, voy a improvisar. Lo que me apetezca lo haré. Sé que Charlie está de acuerdo con todo lo que quiera y cuando lo quiera: siempre dice que sí a todo.

Y yo siempre le digo que sí a todo a él.

Es el mejor novio del mundo.

Me abalanzo sobre su diafragma y lo lamo sin miramientos. Charlie se queda un poco confuso, como si no entendiera que por qué hago lo que hago si eso no es una zona erógena. Todo lo es en tu cuerpo, Charlie. Cada centímetro merece ser estimulado, y yo soy el encargado de eso.

Poseído.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora