Poseído 2

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Es cierto. Desde que me acosté con Charlie la primera vez, y la segunda, y la tercera... y la vigésimo tercera, no dejo de querer hacerlo con él.

No sé si así es como se siente todo el mundo cuando empieza a tener sexo, pero así me siento yo y no puedo compararlo con nada que haya sentido antes. No puedo comparar el sexo como tal, pero tampoco puedo comparar haberlo hecho con otra persona que no me importe. Que no me importe tanto. Tantísimo. Que no ame como amo a Charlie.

Y acostarme con él es uno de los actos más privados y sensuales que he vivido nunca. Una de las experiencias más amorosas que existen. No hay momento en el que me sienta más cercano a él que cuando le tengo literalmente pegado a mi pecho y agarrado por la cintura. Boca con boca. Metidos en mi cama, mecido en mis brazos, acosado por mis manos que no cesan en su búsqueda. Rozarle es la chispa que enciende la llama y las ganas de tenerle a mi lado para siempre. De tenerle bajo mis sábanas y no dejarle ir nunca. De tocarle por todas partes y oírle gemir una y otra vez, hasta que se quede sin aliento.

Genial.

Creo que es el plan perfecto para tenerlo como una rutina.

Hoy es viernes y por fin vendrá a mi casa a dormir. Estoy contento como un niño de cinco años que va a comprar un juguete. Voy al instituto dando saltitos como si anduviera entre nubes. Me alegra que ya sea fin de semana y que pueda relajarme, estar con mis amigos, dormir mucho y capturar a mi novio durante tres días bajo mi regazo. 

Cuando llego al instituto Charlie aún no ha llegado, y me siento en mi silla mirando por la ventana, pendiente de los alumnos que entran. Entra Tao y me saluda, aunque debo reconocer que no le soporto, porque él no me soporta a mí y me juzgó desde el principio, cuando yo nunca tuve ninguna mala intención con Charlie. Y él no me conocía de nada. Menudo idiota. No sé cómo Charlie puede ser su amigo, con lo dulce y cariñoso que es él.

Saco mi libreta de matemáticas y un par de libros que no son mi pasión, pero vuelvo a regodearme en la idea de que ya es viernes y se me pasa. 

Y de pronto, entra mi novio al aula.

Su pelo rizado cae con suavidad por su frente y sus ojos azulados están aún claros. Cuando se excita o se cabrea se le oscurecen. Pero recién levantado, fresco y con buen humor, son cristalinos, y me encanta.

Se sienta a mi lado y me da un besito de buenos días. Todos saben que somos novios, no pasa nada. De hecho, me molestaría que no lo hiciera. Yo quiero mi besito. Y quiero que él quiera dármelo.

Me sonríe afable y me derrito. Le devuelvo otro besito y se sonroja levemente. Es muy tímido.

En cuanto empieza la clase tenemos que fingir que nos interesa lo que leemos o hacemos en lugar de estar pendiente del comportamiento del otro. Pero yo no puedo dejar de mirarle y de pensar en las ganas que tengo de ponerle las manos encima dentro de mi cama.

Mi dulce Charlie.

Rozo mi dedo meñique con el suyo para hacerle ver que estoy pendiente de él y le guiño un ojo. Me sonríe y se sonroja. Me encanta hacerle sentir vergüenza, es muy divertido. Muchas veces él lo hace conmigo, pero sin querer.

Cuando por fin dan las 15h de la tarde salimos del colegio y Charlie y yo nos damos la mano, y ya no nos soltamos en el resto del día. Hablo con mis amigos del rugby mientras le tengo cogido de la mano. Él saluda a Aled en la puerta mientras aún sostiene mi mano. Vamos hacia la parada del bus cogidos de la mano, esperamos cogidos de la mano. Nos miramos y nos damos besitos cogidos de la mano.

No quiero soltarle.

Al llegar a mi casa tampoco le suelto. Abro con una mano la puerta y justo al entrar deshacemos nuestro lazo el tiempo justo para quitarnos los zapatos, soltar las mochilas y en mi caso, deshacerme de la chaqueta y la corbata. Charlie se lo deja todo puesto, siempre prefiere estar vestido. 

Poseído.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora