Capítulo 3

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Decir que Severus Snape estaba teniendo un día extraño sería quedarse corto. No era frecuente que recibiera una misiva de Gringotts, ya que la mayor parte de sus gastos los pagaba el colegio, y como éste había cerrado el día anterior, era poco probable que se tratara de algo relacionado con su cuenta. En ese punto estaba en lo cierto, ya que no se refería a su cuenta personal, sino a la de su abuelo, el antiguo Lord Prince. Al parecer, había salido a la luz un contrato que establecía que podía reclamar el señorío Prince siempre y cuando cumpliera un contrato de esponsales. Su madre había mencionado a un hermano mayor, por lo que Severus siempre había supuesto que no tenía derecho a nada y, en consecuencia, nunca lo había investigado, pero al parecer no era así.

Por suerte aún no había empezado ningún proyecto de pociones, así que al instante concertó una cita con el gerente de cuentas de Prince en Gringotts. El duende no se había sorprendido en absoluto de verle y Ragnor había echado un rápido vistazo al acuerdo de esponsales que, al parecer, habían firmado su abuelo, Edward Prince, y un tal Charlus Potter. Sin embargo, el hecho de que fuera obviamente el chico Potter su prometido no lo llenó de esperanzas.

Severus no era tonto, su madre había sido una sangre pura y sus compañeros Slytherins del colegio se habían asegurado de que conociera las costumbres del mundo mágico. Sabía lo que significaba un contrato de esponsales, así que no se sintió demasiado desanimado por ese motivo, ya que solían ser muy limitados y, de hecho, fomentaban una relación platónica, puesto que solían redactarse para niños. El problema no eran sus sentimientos al respecto, sino los del chico, que no era más que un mocoso malcriado y odiaba a Severus tanto como su padre, lo que significaba que tenía pocas esperanzas de cumplirlo con éxito. Dudaba que el chico lo considerara siquiera, ya que parecía no tener ningún respeto por las tradiciones mágicas.

No es que le gustara la idea de estar atado al muchacho, ni siquiera a corto plazo, pero un señorío significaba libertad en el mundo de los magos, algo que Severus nunca había tenido. Era un sueño que ni siquiera se había molestado en soñar antes, pero ahora que existía una mínima posibilidad, era algo que no podía rechazar fácilmente, por desagradables que le parecieran las condiciones. Cogió una copia del contrato, aun sin esperanza de necesitarla, y se preguntó si habría alguna forma de convencer al chico para que lo firmara, aunque fuera por unos meses si era posible.

De todos modos, en un futuro próximo no le supondría ninguna diferencia, ya que Dumbledore lo tenía cogido por los pelos, gracias a su juramento de mantener a Potter a salvo, obligándolo a enseñar a zopencos en lugar de concentrarse en sus propios inventos, como era su sueño, e impidiéndole unirse a la Sociedad Más Extraordinaria de Pocionistas. Diablos, con el nombre y la fortuna de Prince podría incluso conseguir que lo publicaran, ya que el director se negaba incluso a contemplar la idea. Sin embargo, una vez que Potter estuviera fuera de la escuela, nada le impediría presentar su renuncia, y el señorío y la propiedad le permitirían hacer lo que quisiera, siempre y cuando fuera capaz de hacer lo imposible y persuadir al muchacho para que firmara el contrato en primer lugar.

Estaba perdido en su mundo de fantasía, de vuelta en su casa de Spinner's End, cuando una lechuza nival de aspecto familiar se asomó a su ventana, portando una carta.

Querido profesor Snape,

Sé que soy la última persona de la que querría oír hablar ahora que han terminado las clases, y esto es sin duda lo último de lo que querría enterarse, pero me he enterado de que se ha redactado un contrato de esponsales entre nosotros.

Antes de que descartes esta información debes saber que al parecer tu abuelo puso una cláusula por la que puedes reclamar tu señorío siempre y cuando lo cumplamos, el contrato de esponsales nada más, algo que según me han informado es algo muy bueno.

THE PRICE OF FREEDOMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora