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𝟑𝟑.
YO INVITO

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TURÍN, ITALIA
Octubre 2022


Leandro y Camila se encuentran en una cafetería cerca del estadio, recién salidos del partido. Es tarde, deben ser alrededor de las ocho de la noche; igualmente, ella se pidió un café y él, un té. Pero donde ella toma tranquila, él deja que la bebida caliente se enfríe con el pasar del tiempo. Tiene el estómago demasiado revuelto como para llenarlo.

No se esperaba la llegada de Camila. Al no haber contestado su mensaje, al no haber organizado una salida y al haber estado demasiado embobado con Isabella como para pensar en otra cosa, a Leandro se le pasó completamente por alto el anuncio de su esposa sobre que ella estaría en Italia por unos días. Y ahora que se encuentran uno frente al otro, a Leandro le duele el pecho de lo rápido que le late el corazón por los nervios.

A Camila, por otro lado, se lo ve de lo más cómoda. De hecho, desde la dedicación del gol de Leandro, ella no para de sonreír, porque cree que él realmente está dispuesto a volver a intentarlo. Sin embargo, él tiene bien en claro que aquel festejo no era para ella, sino para la rubia de al lado. La que lo tiene loquito.

Por un segundo, temió haberla cagado en serio. No sabía qué podría pasar si Camila se enterara que él está acostándose con Isabella, por lo que lo disimuló un poco cambiando el rumbo del festejo, pero igualmente, después de eso, estuvo nervioso durante todo el resto del partido. Sobre todo porque sentía la omnipresencia de los ojos de Paulo clavados en él y ahora se siente un boludo por haber querido hacerse el canchero. Le salió el tiro por la culata.

Y eso que ya lo hizo una vez, eso de dedicarle un gol a Isabella. Pero debió haber asumido que repetir el acontecimiento levantaría sospechas por todos lados; sobre todo de Paulo, que podrá ser medio ciego, pero boludo no es.

—¿De qué querés hablar? —pregunta Leandro después de un rato de silencio, accidentalmente tajante, yendo directo al punto porque se siente incómodo sentado ahí con ella.

—Lo sabrías si me hubieras contestado el mensaje —ella se ríe, tomándose la situación con humor—. Que quiero volver a intentarlo, Lean. Eso. No sé cómo más decirlo sin que suene tan... no sé, directo. Pero es que hace catorce años que estamos juntos, amor. Catorce años no se van así de fácil.

Leandro se muerde el interior del cachete con fuerza, tratando de reprimir una sarta de puteadas hacia quien sea que sea el dios que lo condenó a este momento. La mira fijo a Camila y trata de acordarse los tiempos en los que la amó, en los que ella era la única mujer en su vida; la que veneraba, la que lo tenía loco. La mujer cuyo nombre tiene tatuado en la espalda.

Pero por más que empuje y empuje, solo puede ver aquellos recuerdos desde un punto de vista exterior, incapaz de interiorizarlos. No siente como si esas memorias fueran suyas. No empatiza, la mira y no siente nada. Sus sentimientos por ella desaparecieron hace tiempo y el único motivo por el cual su matrimonio se prolongó tanto tiempo fue porque a él le dolía dejarla. Porque él sabía que si la había amado tanto, por tanto tiempo, entonces nada podría impedirle volver a hacerlo. Pero la verdad es que sí: sus sentimientos por ella se esfumaron casi tan rápido como una voluta de humo en la corriente continua y lleva casi tres años viviendo una mentira, convenciéndose a sí mismo de que , cuando no.

FUCK | l. paredes & p. dybalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora