III

4 0 0
                                    


Elizabeth miró el reloj.

Las 16.58.

Tenía la documentación esparcida sobre la mesa de conferencias, delante de ella.

La sala estaba en silencio y solo se oía el lejano rumor de los teléfonos y de las conversaciones en voz baja.

Había informado al consejo de administración.

Había hablado con los abogados.

Había llamado a Yoongi.

Había hecho números durante toda la noche, sin parar, y se había negado a dormir.

Y había llegado a una conclusión.

Tendría que estar loca para no aceptar el acuerdo.

Le daría la oportunidad de hacer algo a escala global para la empresa.

Aunque durante mucho tiempo había estado ejerciendo de directora ejecutiva, apenas llevaba unos años con pleno control sobre la empresa.

Su hermano siempre tuvo la intención de traspasar el mando, pero mantuvo las riendas y no le cedió el control absoluto hasta que se casó con Jimin y comprendió su error.

Después de eso, Elizabeth por fin pudo dar el salto definitivo y negociar acuerdos por su cuenta.

Cuando Yoongi empezó a introducir la empresa en los hoteles de lujo de Estados Unidos, Elizabeth sintió la imperiosa necesidad de dar el siguiente paso en Italia.

Ya había conquistado el mercado a pie de calle, pero quería introducirse en los hoteles.

En los importantes.

El fracaso del último trato con el hotel Palazzo seguía escociéndole.

Estaba preparadísima y había ansiado la firma del contrato con todas sus fuerzas.

Detestaba la espantosa idea de que los directivos del Palazzo creyeran que una mujer era incapaz de darles lo que deseaban.

En la cama, seguro.

Pero ¿en los negocios?

No.

En cambio, cerraron el trato con su competidor, un patriarca italiano que se vanagloriaba de no tener visión de futuro.

Elizabeth se dio cuenta demasiado tarde de que el hotel Palazzo quería controlarla por completo.

En cuanto comprendieron que aquella mujercita tenía voz propia, le dieron la espalda sin miramientos.

Sin embargo, en ese momento tenía delante la resurrección de su sueño.

El contrato de Jungkook podía ser el trampolín que lanzara La Dolce Famiglia al mundo de los hoteles de lujo.

Claro que había riesgos.

Con un contrato de exclusividad, no podría montar otras pastelerías.

Estaría ligada a Purity, y si Jungkook fracasaba, ella también lo haría.

Tenía clarísimo lo mucho que se arriesgaba en todos los aspectos.

La emoción la consumió.

¿Cuándo había sido la última vez que se emocionó por un acuerdo?

Necesitaba con desesperación un desafío en el que centrarse, algo que la sacara de los bajones depresivos que la asaltaban todas las noches.

No había nada como el subidón de adrenalina provocado por un nuevo contrato.

брачен завет JungKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora