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Eran unas pequeñas escaleras las que debía subir, atravesar la puerta y encontrarme con el Amo desconocido. Tenía mucho miedo pero se que mi Amo velaría por mi.

Comencé a caminar mientras pensaba en prados verdes, pajaritos cantando y el siseo de un látigo corto la imagen relajante en dos. Abro la puerta y titubeo en el umbral, la luz es tenue, miro a mi alrededor y busco los sillones de la recepción. Pasé segura por el mostrador de la recepción (o eso intente trasmitir), me senté en el Chesterfield de cuero marrón, junto a un hombre, cuarentón largo, canoso, que vestía de negro que leía un libro Adulterio de Paulo Coelho.

-¿Lord Harold?

-Sí señorita.

-Soy Esmeralda, me manda mi Señor Stefan con una carta que debemos compartir.

-Comienza a leer sumisa.

-“Señor debe desprenderme de mi tanga y guardárselo como trofeo y recuerdo de esta noche, (debe realizarse la orden, antes de seguir leyendo), a continuación cogeremos el ascensor y subiremos a la habitación 411 donde allí nos aguarda mi Amo y Señor Stefan. En el ascensor, deberá colocarme el regalo que me ha traído y acariciara mi sexo durante unos minutos, comprobando si estoy lista para el juego. En el caso de no estar lista, se me proporcionaran unos azotes antes de efectuar la entrada a la habitación, asegurando así mi humedad para el disfrute de mis señores esta noche.

-Me parece correcto.

El desconocido se incorporó del sofá y me tendió su mano.

-Ven, Stefan nos espera.

Le concedí mi mano a Lord Harold con timidez y temor y comenzamos a caminar hacia el temido ascensor.

Esperaba su llegada una mujer bajita, canosa y con un gran abrigo de visón que nos daba la espalda mientras sostenía de su mano un pequeño infante. Supuse que sería su nieto.

-Señor Harold, sería conveniente esperar al siguiente.

-Si tardamos más de lo acordado, Stefan se pondrá celoso, ya que al pasar más tiempo del esperado conmigo significará que lo estas pasando bien y no tienes prisa por subir a la habitación. Tu decides perrita.

Oigo la campanita, el ascensor estaba allí.

-Entremos.

-Sígueme. Harold me agarro la mano y tiró de mi, esquivando por milímetros a la anciana y ocupo la esquina.

-Gírate y tápame. Cuando la anciana y el niño se vayan, pulsa el Stop.

-Sí señor.

-Le di la espalda a Lord Harold y observe la situación. Como agradecí al cielo que los otros viajeros del ascensor estuviesen mirando a la puerta de salida, sin prestarnos atención alguna.

Sentí unas manos gruesas pero cálidas que subían por mis muslos traseros buscando mi sexo. Aparto mis cabellos y mordió el lóbulo de mi oreja.

-Ssshh, no gimas que hay menores presentes. Me susurraba mientras hacía círculos alrededor de mi clítoris.

Mordí mis labios ocultando mi placer, debía guardar mi placer y gemidos para mi Amo Stefan.

Inclínate un poco hacia delante como si estuvieras buscando algo en tu bolso y abre las piernas.

Busque mi móvil en  el bolso mientras sentía como hurgaban en mi trasero y seguían incesantemente jugando con mi clítoris.

Tenía un mensaje de texto.

-¿Cómo vas?

-Cumpliendo las ordenes con público y menores, esta te la guardo Stefan.

-Jajaja relájate y disfruta.

Las puertas del ascensor se abren y la anciana y su nieto salen de él.

-Pulsa Stop cuando las puertas se cierren.

-Sí señor.

Pulse el temido Stop. Y aquí estaba yo con un desconocido, encerrada en un habitáculo de metal.

-¡Ven!

Me acerque al señor Harold y él me agarro la muñeca y me empuja violentamente contra la pared de metal (casi me parte la cabeza en dos el borrico). Soba mis pechos a través del encaje granate y acerca su erección a mi culo, besa lentamente los recovecos de mi espalda mientras mis vellos se erizan y aprieta nuevamente sobre mi, sintiendo como su erección se endurece.

Abre mis piernas y juguetea una vez más con sus dedos, recoge un poco y me la acerca a la comisura de los labios.

-Limpia mis dedos, ya estás lista para encontrarte con tu Amo.

Limpio sus dedos con mi mano y corro hacia los botones, pulso el Stop y las puertas se abren poco a poco.

-Así no es como tenías que limpiarlo.

-En la carta de mi Amo no decía nada de improvisar.

-Ponte la gabardina.

-¡¿Qué cojones me has metido?!

-Jajajaja ya lo verás


Cesión o Sesión, esa es la cuestión...  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora