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Cuando Stefan tuvo suficiente, me acabó de desnudar y me hizo acercar al invita­do cual animal domestico.

El nuevo Amo volvió a recordarme que lamiese y acariciase, que no mirase a los ojos y que me portase bien. Lord Harold, se deshizo de sus pantalones y me mostró su miembro deseoso de disfrutar de mí.

Lord Harold tuvo un gran orgasmo, sentí su semen salir con fuerza, llenándome el rostro y cubriéndome toda la boca. Me quedé acariciándole con mi lengua e intentando, muy sutilmente, dejarle su corrida encima de su propio cuerpo, para dirigirme a mi Amo lo más hermosa posible. Me limpié los restos con mi muñeca disimuladamente y la escondí rápidamente. Me acerqué como gata en celo al sexo de mi Amo que me esperaba impa­cientemente.

A mi señor Stefan, además de correrse en mi boca, le pude regalar el placer de tragarme su néctar, tal y como me ordenó que hiciese. No es algo que me resulte sencillo hacer, pero era de él y… “tragué”.

El acarició mi mejilla.

-Buena chica.

(Yo solo deseaba vomitar)

Stefan me permitió ir al baño a recomponerme un poco de la situación. Cuando regresé, ambos estaban de pie esperándome, Lord Harold me hizo tumbar en la cama y Stefan me ordenó acercarle mis manos, las cuales inmovilizo con rapidez con unas esposas, que unió a los diversos postes del dosel. Una vez atada, Mi Señor me dijo:

-Te prohíbo que te corras con Lord Harold, ni ahora ni en ningún momento, te haga lo que te haga”. Dicho esto se retiró a darse una ducha y me quedé a solas con el otro Amo.

Me abrió las piernas y empezó a degustar el jugo, que del placer de saborear aquellos dos preciados miembros, había hecho salir al exterior momentos antes. Tiraba de las esposas intentando liberarme pues era tarea inútil.

Cuando Stefan apareció de nuevo, estaba cubierto por una toalla, con los cabellos húmedos.

-Ya es suficiente.

Lord Harold dejó de darme placer con su lengua y dedos, placer que en más de un momento, de no haber sido porque me resistía y movía para intentar no recibirlo, me habría hecho desobedecer a los de­seos de nulidad de mi Señor Stefan.

-Esme, ahora, a partir de este momento, Lord Harold es tu Amo, debes contestar a todas sus órdenes con un “Sí, Amo”, recuérdalo.

Luego se dirigió a Lord Harold.

-Este es mi regalo de cumpleaños para ti, haz lo que quieras. Le hizo el gesto de ofrecimiento con la mano y se retiró para observar la escena desde el sillón.

Esas palabras me causaron gran temor, ¿haz lo que quieras? ¿pero de que iba Stefan?, me sentía indefensa en manos de un desconocido. Sentía miedo porque no sabía que daño me podría hacer, ni si tenía claro lo que significaba tener en sus manos a una sumisa o si acaso tenia algún conocimiento del mundillo bedesemero.

Lord Harold, (ya tratado como Amo) , me ató de pies y manos a la mesa baja, de madera robusta, antigua y oscura, que había delante de los silloncitos.

Me colocaron boca abajo, con las piernas abiertas mostrando mi sexo húmedo, hin­chado y abierto, los tobillos atados a las patas de la mesa, al igual que mis manos, atadas a las otras dos patas restantes, quedando estas por encima de mi cabeza. Me tranquilicé cuando mi Amo se sentó cerca, en aquel sillón, supe que no me iba a dejar sola pero como un mero espectador se dispuso a disfrutar de aquel momento…

Cesión o Sesión, esa es la cuestión...  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora