|CAPITULO ~ IX|

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IAN

Al abrir mis ojos aun el sol no se asomaba, hice el intento de estirar mis extremidades, pero tenía un peso sobre mí que me lo impedía resoplé con disgusto dirigí mi mirada al responsable. Se trataba de Alan, quien dormía boca arriba y plácidamente en mi cama, su cabello negro estaba trenzado, aun así, se veía alborotado de tanto revolcarse sobre la cama, su cabeza estaba sobre mi brazo izquierdo haciendo presión, su brazo estaba sobre mi pecho mientras que su pierna estaba enredada entre las mías. Por un momento tuve la intención de tirarlo al suelo, pero recordé que el día de hoy no tenía clases, lo moví para quitármelo de encima, no fui tan cuidadoso debido a que Alan tiene el sueño pesado y no se despierta con facilidad. Al lograrlo me quedé aún acostado, ladeé la cabeza hacia la mesita de noche, el reloj digital marcaba las cinco de la mañana.

—Galletas —Murmuró Alan entre sueños.

Inmediatamente, pensé en el día anterior, después de comer en las galletas, acompañé a Ayla a tomar un taxi devuelta a casa.

Froté mi rostro, saqué mis pies de aquella cama, me puse en pie para caminar hacia el baño, una buena ducha me hace falta para despejarme el sueño. Nuevamente, ayer coincidimos de casualidad y de cierta manera me hizo feliz, era cómodo hablar con ella, era divertido estar con ella.

Me deshice del pijama y entré a la ducha, ajusté la temperatura al abrir el grifo. El agua caliente comenzó a empapar mi cuerpo, mis músculos se relajaron, cerré los ojos, lavé mi cabello y me enjaboné. Tras culminar tomé la toalla que estaba a un lado, me sequé con paciencia para finalmente anudarla en mi cintura. Cepillé mis dientes frente aquel espejo en el baño.

Al salir Alan aún seguía durmiendo, pero ahora roncaba más sonoramente, tomé la ropa y la deslicé rápidamente por mi cuerpo, salí de aquella habitación a paso lento.

Me dirigí a la cocina, coloqué una tetera con agua al fuego, agregué la cantidad suficiente de hojas de té negro trituradas, el té mañanero es bueno para comenzar el día.

Observé aquella puerta de madera, caminé aquella habitación, tomé el pomo y lo giré, al abrir la puerta las paredes blancas decoradas hicieron presencia. Antes tenía todos mis materiales en mi cuarto, por lo tanto, allí me encargaba de hacer mis trabajos, pero el haberlo cambiado a esta habitación sobrante era más cómodo y amplio, de cierta manera el traslado fue provocado por Ayla cuando por primera vez me dijo que quería verlos en persona quería que todo se viera un poco más ordenado para que se llevara una buena experiencia.

En aquel espacio en el que estaba tan solo yo de pie, ayer estuvo alguien más, Ayla observó cada cuadro maravillada, son grandes ojos negros brillaban con emoción, su sonrisa y risa es bastante contagiosa. Aunque su cara sonrojada se ve aún mejor como su mirada se inquieta y mueve aquel mechón de pelo rebelde tras su oreja.

—Qué cosas estoy pensando —Murmuré. Pasé mi mano por mi pelo aún húmedo.

Volví mi cabeza hacia el lienzo con aquel eclipse, aquel último cuadro que había realizado en compañía de mi madre, recordé la pequeña sonrisa que se formó en los labios de Ayla al hacer aquella comparación de nosotros y el eclipse, su cabello negro que caía como cascada hasta su espalda baja, aquella bonita peca en su mejilla izquierda, aquellos oscuros pero brillantes ojos. Mis labios se curvaron en una sonrisa sin darme cuenta desde que la conocí se adentra en mis pensamientos de manera natural. Algo se agitó en mi pecho algo que creía conocer, no obstante, se sentía diferente a antes.

Caminé alrededor hasta llegar al caballete el lienzo con aquella flor de loto, rememoré la mirada apenada que me regalo Ayla al comentar sobre aquella pintura, sin embargo, ella no sabía que aquel comentario me hizo sentir, no diría que mal o bien solo la realidad. El arte ha sido una parte que me ha complementado en mi vida una parte importante. Mi madre me inculco que cada obra sale de nuestros sentimientos, de él sube y baja, de nuestras emociones, de lo que nos guardamos muy a fondo y no lo expresamos con palabras.

PLENILUNIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora