|CAPITULO ~XX|

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AYLA

Navidad, es tiempo en familia, regalos, cena y nieve, sentir calor a pesar de la nieve que descendía y del frío que provocaba. A través del ventanal de la cafetería podía ver a la gente bien abrigada yendo de un lado a otro, tal vez comprando los últimos preparativos para Noche Buena.

—¿Crees que hoy nieve? —Pregunté a Matías, quien terminaba de organizar el dinero en la caja, yo por mi parte terminaba de barrer.

Él miró hacia afuera.

—Sería bueno que lo hiciera —Asentí de acuerdo, aunque no respondió mi pregunta.

—¿Qué los tiene tan concentrados? —Preguntó Sofía apoyándose en mi hombro.

Matías entró con unos platos en mano, ignorándola.

—Queremos que nieve —dije.

—¿Nieve? Suena romántico.

—¿Romántico?

—Se dice que si pasas la primera nevada junto a tu pareja o persona que te guste, tu amor perdurará por la eternidad, también si pides un deseo se volverá realidad —Lanzó un suspiro exagerado—. Muy romántico ¿No crees?

—¿Quién lo dice? —Replicó Matías volviendo, pero esta vez con unos guantes de caucho en sus manos.

—Un drama.

—¿Un drama? —Balbuceé.

Matías juzgó con la mirada a su prima.

—Últimamente, está colgada de esos programas, no le prestes demasiada atención.

Sin más volvió a entrar a lo mejor a seguir lavando los platos, pero esta vez seguido de Sofía quien le reñía.

Miré de reojo a Ian, él cuál se encontraba despidiendo a nuestro último cliente, se trataba de una viejita la cual se había encariñado con él diciendo que se parecía a su nieto. La señora caminaba a paso lento a la salida y Ian iba a su lado, conversaban de algo que no le presté mucha atención, la sonrisa en su rostro me era suficiente para ver lo feliz que estaba.

Pensé en el comentario de Sofía, las posibilidades que nevara no eran tan altas, pero si llegara a hacerlo estar a su lado sería lindo.

Al terminar con el aseo dejé los implementos en el lugar correspondiente, caminé a la parte trasera donde dejábamos nuestras cosas y me encontré a un Matías sacándose los guantes.

—¿Necesitas ayuda en algo más? —Interrogué, él negó.

—Puedes ir a tomar tus cosas.

Asentí dispuesta a tomar mis pertenencias, al abrir mi bolso me topé con dos cajitas plateadas que descansaban junto a mis guantes, guantes que fueron un regalo de parte de Sofía y Matías.

—Cierto el regalo —murmuré.

—¿Sucede algo? —preguntó Matías a sin mirarme, aun a espaldas.

—Extiende las manos —Demandé.

Él frunció el ceño, más no opuso resistencia y las extendió. Saqué las dos cajitas del bolso y dejé una en sus manos.

Parpadeó sorprendido, lo que me hizo gracia.

—¿Para mí?

—No para mí —Ironicé—. En agradecimiento por los guantes.

—No era razón para molestarte.

Alcé mi dedo índice a señal que se callara.

—No seas modesto, no va contigo.

PLENILUNIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora